Más de 10.000 personas nos movilizamos por las calles de Ferrol el pasado 10 de junio en demanda de carga de trabajo para los astilleros de la ría, en una nueva demostración de la disposición a la lucha de los trabajadores. El éxito tiene que ver con muchos factores, pero destaca uno: los trabajadores de la comarca somos conscientes de la gravedad de la situación porque con la botadura, el 4 de julio, del segundo barco para Australia, las gradas de Navantia quedan definitivamente vacías.

Cientos de trabajadores de las compañías auxiliares no se reincorporarán a sus puestos tras el verano. Empresas como Maessa, ElectroRayma o Tecnymo han despedido a todos o casi todos los eventuales y amenazan ya con EREs para los fijos en las próximas semanas. Es normal que muchos de estos trabajadores piensen que las movilizaciones de estos últimos trece meses sirvieron para poco.
Este ambiente tuvo su reflejo tras la manifestación del 10, cuando la CIG, por primera vez, lanzó una propuesta distinta al resto de los sindicatos para el nuevo calendario de movilizaciones: una huelga general en la comarca de 6 horas para el 28 de junio.
La decisión sobre el 28 difícilmente pudo hacerse peor, ya que en lugar de una asamblea general conjunta de toda la factoría, el comité decidió que cada empresa votase por separado y desligar totalmente la huelga comarcal de las movilizaciones por la situación de Navantia. Así, el día 19 la plantilla de Navantia se posicionó en contra de la huelga comarcal y el 20, una asamblea conjunta de Navantia y compañías aprobó el calendario por la carga de trabajo propuesto por CCOO y UGT.

Movilizar o desmovilizar,
esta es la cuestión

Los marxistas de El Militante venimos defendiendo dos ideas centrales: la extensión y unificación de las luchas y la total unidad entre los trabajadores de Navantia y de las compañías. En este sentido entendíamos que, aunque sería mejor una huelga de 24 horas, la propuesta de la CIG significaba extender la lucha al conjunto de la clase obrera de Ferrolterra y favorecería que el conjunto de los trabajadores, dentro del astillero y fuera, vieran su lucha como parte de una lucha mucho más amplia contra las políticas antiobreras del PP, la tarea central a la que los dirigentes deberían estar dedicando todas sus energías.
Es cierto que la convocatoria de la CIG dejó mucho que desear (una huelga parcial, sus asambleas informativas dentro del astillero empezaron después de que la asamblea hubiese votado en contra, el mismo día 28 algún trabajador anduvo buscando un piquete desconvocado sin previo aviso, falta de organización, muchísima improvisación, etc.), pero también es cierto que si no hubo una huelga general mejor organizada y de 24 horas fue porque CCOO y UGT no quisieron convocarla. Al final, la disyuntiva era movilizarnos o no movilizarnos. Y este aspecto fue más decisivo para los marxistas que todas las críticas que se le pudieran hacer a la huelga de la CIG, que finalmente tuvo un seguimiento muy escaso. Por ejemplo, del astillero ferrolano salimos unos cien trabajadores, de un total de unos cuatro mil.

Los astilleros debemos confluir en Madrid con los mineros

Pero lo que realmente supondría un paso de gigante no es una huelga general comarcal de 24 horas, sino unificar las luchas del naval en todo el Estado (Ferrol, Cádiz, Vigo, la Unión Naval de Valencia, donde los trabajadores están en huelga indefinida contra el cierre) y, sobre todo, confluir con otros sectores.
En estos momentos, los mineros están a la cabeza de la lucha de la clase obrera del Estado español, dando un ejemplo de decisión y combatividad. Por eso, el 26 de junio, en una asamblea general de trabajadores de los astilleros de Ferrol y Fene, los marxistas propusimos unirnos a la manifestación en Madrid del 11 de julio, coincidiendo con la llegada de la Marcha Negra, y hacer un llamamiento al resto de los trabajadores del sector naval del Estado a acudir también.
Tanto la minería como los astilleros somos dos sectores emblemáticos y la confluencia de ambos sería una inspiración enorme para el conjunto de la clase obrera y contribuiría a que muchos trabajadores viesen el potencial que tiene la unificación de las luchas. Aunque el presidente del comité de empresa de Navantia-Fene, que actuaba como portavoz de ambos comités, afirmó que recogían la propuesta y que la estudiarían, en realidad fue una respuesta formal (conocían la propuesta desde el día 22) que reflejó que no tienen ninguna intención de desplazar a las plantillas a Madrid.

Prepararse para el futuro

Los dirigentes sindicales de Navantia creen que puede haber una solución sólo para nuestra empresa. Peor todavía, creen que puede haber una solución sólo para la parte de la empresa que les toca (la ría de Ferrol, la bahía de Cádiz…). Este enfoque localista y el considerar a los trabajadores de las compañías como trabajadores de segunda son errores graves que se pagarán en el futuro.
Deberían mirarse en el espejo de la Agencia EFE, que como Navantia pertenece a la SEPI y que a principios de junio le planteó al comité de empresa un recorte de la masa salarial de entre el 25 y el 30% o el despido de un 20% de la plantilla. Al final, el acuerdo alcanzado consiste en un plan de jubilaciones anticipadas y bajas indemnizadas voluntarias (al que deberá acogerse un mínimo de 170 trabajadores) y una reducción salarial de hasta el 19% para los que permanezcan en plantilla. Queda la incógnita de qué pasará si no hay suficientes voluntarios/as para irse de la empresa.
¿Podemos pensar los trabajadores de Navantia o de cualquier otra empresa de la SEPI que el PP va a tener una política distinta con nosotros? La respuesta es: ROTUNDAMENTE NO. Por eso, además de continuar movilizándonos durante el verano, deberíamos pensar que una victoria de los mineros debilitaría al PP, favoreciendo así los intereses del resto de los trabajadores. Por eso, especialmente para los trabajadores de las empresas públicas, ayudar a los mineros a vencer no es mera solidaridad, sino también una forma de defender nuestros intereses. El problema es que a los dirigentes sindicales de Navantia se les puede aplicar eso de que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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