Recientemente Arcelor-Mittal hizo pública su intención de reducir un 25% los costes laborales por medio de reducción de primas de producción, congelaciones salariales varias y un aumento de la jornada laboral de unos doce días al año, modificando el Acuerdo Marco en el que se basan los distintos convenios de fábrica para los 12.000 trabajadores en Asturias, Euskadi, Navarra, Valencia... De no aceptarlo, amenazaba con imponerlo acogiéndose a la última reforma laboral, pese a que el grupo Arcelor-Mittal tiene unos beneficios de unos 5.000 millones de euros.
A nadie se le escapa que aceptar una propuesta así dinamitaría las condiciones de trabajo y supondría el comienzo de un descenso a los infiernos, con continuos ataques y un empeoramiento continuo de las condiciones laborales. Esta “oferta” forma parte de la ofensiva general que ha emprendido la burguesía contra los derechos laborales. Si son capaces de imponer este tipo de medidas, las consecuencias no se harán esperar en el resto de empresas, sería un auténtico tsunami en las empresas auxiliares y en el resto de la industria.
Huelga el 20 de septiembre, tenemos fuerza
Contra esto se convocaron dos días de huelga, el 20 y 29 de septiembre. La primera jornada de huelga en Arcelor ha sido todo un éxito en cuanto al seguimiento. Puede decirse que, al margen de los desproporcionados servicios mínimos, y pese a que no se tenía previsto ningún tipo de manifestación, el paro ha sido casi del 100% en todas las factorías y puso de manifiesto que estamos dispuestos a luchar para defender unas condiciones de trabajo dignas. Todos los que participamos en los piquetes quedamos gratamente sorprendidos por la gran cantidad de compañeros que participamos y por lo poco (por no decir nada) que tuvimos que intervenir. Por primera vez en muchos años, los trabajadores hemos demostrado una pequeña parte de la fuerza que tenemos.
Fruto de esto, en la reunión del lunes 24 de septiembre de negociación del Acuerdo Marco para todas las factorías de Arcelor-Mittal en el Estado español, la empresa ha retirado la amenaza de “imponer unilateralmente” las medidas anunciadas. Este pequeño gesto, que no atañe al fondo del ataque, sino a las formas, ha sido suficiente para que la representación sindical desconvocara el segundo día de huelga, renunciando a utilizar el potencial de lucha de la plantilla para modificar la correlación de fuerzas a favor de los trabajadores.
“Ahora toca negociar”, declaraba a La Nueva España Ángel Díaz, responsable de CCOO. Sin embargo, el punto de partida de la empresa se mantiene inamovible: quiere un ajuste que le permita abaratar los costes laborales en torno al 25% en los próximos años. Por tanto, su oferta de “negociar” es muy clara. Negociar cómo se va a efectuar el recorte, es decir, a qué nuevos derechos vamos a renunciar los trabajadores. Porque de contrapartidas, por supuesto, no se habla nada. De hecho, el horno B de Gijón sigue sin fecha de reapertura y desligado de la negociación colectiva.
En la reunión del 1 de octubre para negociar el Acuerdo Marco los sindicatos (UGT, CCOO, USO, ELA y LAB) presentaron sus propuestas para el nuevo acuerdo: subidas salariales del 2% por encima del IPC, reducción de jornada reivindicando la jornada de 35 horas semanales (frente a las 40 o 36 actuales), continuar con el rejuvenecimiento de la plantilla por medio de los contratos relevo y alguna mejora en el seguro colectivo. De aceptarse esta propuesta la duración del Acuerdo sería por cuatro años. En principio no parece una mala plataforma, pero conociendo el punto de partida de la empresa será prácticamente imposible conseguirlo sin un plan decidido y continuado de movilizaciones. Lo que tampoco sería de recibo es que esta plataforma sindical se quede sólo en una maniobra en la mesa de negociación, para desentenderse de ella rápidamente.
Retomar la movilización con un calendario más contundente
Esta es una nueva oportunidad para que las direcciones sindicales (principalmente UGT y CCOO, que son determinantes) planteen con firmeza la defensa de las condiciones laborales y del empleo y rompan con la política del mal menor, que propició la firma del Plan Arco que tan negativas consecuencias está trayendo a la plantilla, aceptando EREs sin ningún tipo de oposición, negociando unos servicios mínimos para los hornos altos, ferrocarriles y acerías desproporcionados y abusivos que hoy en día son una losa para poder presionar a la empresa. Esta política sólo está cosechando retrocesos y derrotas, y con mayor velocidad y profundidad en épocas de crisis como la actual.
Aceptar más recortes no frenará los ataques, sino que envalentonará aún más a la empresa. Y una derrota ahora nos acercaría a la situación actual de nuestros compañeros de Florange o, como ya les sucedió a los compañeros de Lieja, al cierre de los Hornos Altos, acería, y miles de empleos amenazados. Por eso, en la medida que Arcelor sigue empeñada en mantener este ataque hay que retomar inmediatamente el calendario de movilizaciones, pero de una forma mucho más contundente. Después de que se anunciara una rebaja del 25% en la facturación para las empresas auxiliares, hay que implicar a los compañeros de auxiliares, pues estamos convencidos que ellos serán los siguientes que sufrirán un ataque similar. También hay que vincular a los compañeros de Alcoa, que tienen el futuro de sus puestos de trabajo pendiente de un hilo, y a otras empresas actualmente en conflicto. En la actual situación, la lucha de Arcelor puede convertirse con rapidez en un punto de referencia para miles de trabajadores si hay voluntad sindical para impulsarla. No hay otro camino para vencer. Además, cada día se hace más necesario un plan de lucha a nivel europeo, los ataques y la destrucción de empleo se han hecho cotidianos. Por ejemplo, uniéndonos a los compañeros franceses de Florange, donde el futuro de los dos hornos altos está en entredicho y poniéndose en peligro 629 de los 2.700 puestos de trabajo que hay en la planta. Una movilización unificada de las factorías europeas de Arcelor-Mittal le cerraría la puerta a la empresa para poder desviar la producción a otras plantas del grupo y supondría una presión muy difícil de soportar.
En manos de la empresa privada las condiciones laborales y el futuro de los puestos de trabajo están siempre en entredicho. Cada vez más, la reivindicación de la renacionalización de la empresa y su control por parte de los trabajadores, lejos de ser una quimera, se hace una necesidad para mantener miles de empleos.