El pasado 8 de febrero se ponía fin a la huelga de la Empresa Municipal de Limpieza de Sevilla, Lipasam. El comité de empresa llegaba a un acuerdo con la empresa que, como en otras luchas, dista mucho de lo que podrían haber conseguido los cerca de 1.400 trabajadores de la plantilla después de 12 días de lucha, una huelga que ha puesto entre la espada y la pared al ayuntamiento sevillano.

Los trabajadores de Lipasam decidieron iniciar una huelga indefinida el pasado 28 de enero porque no estaban dispuestos a aceptar ni un retroceso más en sus condiciones laborales ni en la calidad del servicio municipal, en un sector azotado desde hace años por la precariedad debido a la subcontratación de estos servicios. Durante los tres últimos años la tasa de la recogida de la basura se ha incrementado un 11%. Ahora, el ayuntamiento del PP, quería aplicar una reducción salarial del 5% e incrementar la jornada laboral a 37,5 horas semanales, de esta manera los trabajadores fijos asumirían el trabajo de los eventuales.
Como está haciendo el PP en el gobierno estatal, la excusa para atacar todas las conquistas sociales y servicios públicos es criminalizar a los trabajadores tachándoles de privilegiados, alegando que el mantenimiento de sus condiciones laborales, así como el carácter público de los servicios municipales, es deficitario para los presupuestos de los ayuntamientos. Tienen la poca vergüenza de señalar con el dedo a los trabajadores de la limpieza, que cobran 900 euros, como los responsables de la deuda del ayuntamiento de Sevilla, omitiendo intencionadamente que si Lipasam tiene deudas es porque las aportaciones del ayuntamiento no cubren todos los gastos de la empresa, obligando a la empresa municipal (el Ayuntamiento) a endeudarse con los bancos. El 75% de la deuda ha sido contraída con once bancos y cajas. Si la Junta de Andalucía y el gobierno aumentaran las transferencias, no sería necesario endeudarse con la banca y gastar de esta manera improductiva millones de euros. Los gastos financieros de Lipasam (intereses sobre la deuda con los bancos) crecen cada año. Sin embargo, los intereses bancarios tienen relación con la gestión de la empresa y no con el sueldo de los trabajadores. La prensa burguesa no dice que los ingresos de la empresa aumentaron un 50% entre 2006 y 2010, mientras que en ese mismo periodo los gastos de personal laboral se incrementaron menos del 30%, es decir, la productividad de la plantilla ha aumentado mucho, incluso más que los costes laborales. Lo que hay detrás es la estrategia de provocar el deterioro del servicio y así justificar su privatización.

El comité de empresa renuncia a seguir con la lucha

Sin embargo, a pesar de la ofensiva constante por parte del gobierno del PP, la disposición a luchar de los trabajadores de Lipasam ha sido clara. Distinta fue la posición del comité de empresa. Mientras los trabajadores durante los 12 días de huelga, con un seguimiento de más del 90% de la plantilla, echaban un pulso al Ayuntamiento decididos a mantener la lucha hasta que no se retiraran todos los ataques, y se enfrentaban a la campaña de criminalización lanzada por la prensa local y provincial afín a la derecha, el comité de empresa mostraba a la empresa su interés en hacer concesiones y desconvocar la huelga. Así, el 6 de febrero, el comité convocó una asamblea en la que presentó un acuerdo al que había llegado con la empresa, en él se recogía una reducción salarial del 3,6%, la jornada de 37,5 horas semanales y, en consecuencia, el despido de 400 eventuales. Los trabajadores dejaron muy clara su posición, rechazando por mayoría abrumadora cualquier tipo de recorte, y decidieron mantener la huelga hasta que la empresa retrocediera en todos sus ataques. Dos días después, el comité convocó una nueva asamblea con la misma propuesta, pero en esta ocasión hicieron votar por separado a los fijos y a los eventuales, insistiendo en que la única alternativa posible era asumir algún tipo de recorte. Finalmente, gracias a esta táctica de dividir y chantajear a los trabajadores, y a que ninguno de los cuatro sindicatos con representación en la plantilla defendió otra alternativa, la asamblea aceptó el acuerdo y se desconvocó la huelga.
Este desenlace de la lucha es producto únicamente de la renuncia expresa de los dirigentes sindicales a aprovechar la disposición a luchar de la plantilla y del conjunto de la clase obrera sevillana. Los dirigentes sindicales, presos de su propia estrategia, no contemplaron en ningún momento la posibilidad de continuar la lucha, su posición siempre fue: nos conformamos con esto o corremos el riesgo de cansarnos, agotar la huelga y después no nos quedará margen para negociar. Esta era la continua letanía que recitaban desde la mesa. Lo cierto es que esta lucha podría haber acabado con una victoria si en cada barrio hubieran organizado comités de apoyo en defensa del servicio municipal de limpieza, explicando las condiciones laborales de los trabajadores, si se hubiera unificado la lucha con otras empresas municipales como Tussam (transporte) o Mercasevilla, que llevan meses en conflicto, si se hubiera exigido al gobierno PSOE-IU de la Junta que aplique una política realmente en beneficio de los trabajadores, exigiendo que asuma la gestión pública de los servicios municipales y que garantice las condiciones laborales de los trabajadores de estos sectores, entre otras cosas. Si se hubieran seguido estos pasos, la lucha podría haber terminado en una victoria que habría servido de punto de referencia para el conjunto de la clase obrera sevillana.

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