El nuevo año trajo importantes novedades para la lucha que llevamos a cabo los trabajadores de los astilleros ferrolanos en demanda de carga de trabajo. Pero, lamentablemente, esas novedades no son positivas, sino todo lo contrario. Cada vez está más claro que el gobierno del PP está preparando un duro ataque para empeorar drásticamente las condiciones laborales, que incluso podría llegar a los despidos, como se vio en otras empresas públicas. Para todo esto tenemos que prepararnos.

Por un lado, nada más empezar enero, la empresa comunicó que el corte de chapa del barco-hotel para PEMEX (Petróleos Mexicanos), previsto para este primer semestre, se aplazaba indefinidamente. Y el 28 de enero, en una reunión celebrada a las 11 de la mañana dentro de la factoría, la SEPI y la dirección de la empresa comunicaron que la construcción del dique flotante, una reivindicación central para asegurar el futuro a medio plazo, no era posible por, supuestamente, impedimentos de la Unión Europea. Tras comunicárselo a los trabajadores, concentrados desde las 12 en el exterior del edificio, el comité propuso mantener la concentración hasta las 2 de la tarde. Superada esa hora y también la de salida, alrededor de 400 trabajadores seguíamos allí concentrados, esperando a que los directivos abandonasen el edificio, para que por lo menos supiesen de primera mano qué pensábamos de ellos.

Intervención de los antidisturbios

Como ellos no salían, nosotros no nos íbamos. A las diez y media de la noche, cuando todavía nos manteníamos allí alrededor de 150 personas, el portavoz del comité de empresa tomó la palabra para anunciar que daban por desconvocada la movilización y que nos fuésemos a casa, levantando una sonora protesta y la exigencia de que se votase el irnos o no, a lo que no accedió. Aunque unas pocas personas se fueron, la gran mayoría permanecimos allí. No pasaron ni 10 minutos y, una tras otra, empezaron a entrar en la factoría furgonetas cargadas de antidisturbios. Tras desplegarse, empezaron a empujarnos para hacerles un pasillo a los directivos, que salieron bajo protección policial y abandonaron el recinto dentro de los furgones, entre gritos de “Ellos son los delincuentes”.
Todo esto hay que interpretarlo como una manera de trasmitirnos un mensaje de fuerza, de que les da igual lo que hagamos. De hecho, unos días después, en una reunión del consejo de administración, otro mensaje: la situación financiera de Navantia es grave. Es evidente que quieren desmoralizarnos para que nos resignemos a lo que nos tienen preparado.
Después de cerca de dos años de movilización repitiendo una y otra vez lo mismo, no hay ningún resultado. Por lo tanto, hay que hacer cambios en la lucha.
Uno de ellos, y muy evidente, es que el comité de empresa debe mejorar urgentemente la información a los trabajadores. No se puede dirigir sindicalmente una fábrica dando órdenes, como si fuese un destacamento militar. La gente tiene que saber el porqué de las cosas, y el comité tiene la obligación de explicárselas.

Endurecer la respuesta

Pero, sobre todo, la movilización necesita otra estrategia: convertir la lucha de Navantia en una punta de lanza que ayude a levantar una rebelión social contra el PP. Tenemos que convertir la lucha de los astilleros en un símbolo de la lucha contra los ataques que sufre toda la clase obrera. Esto fue precisamente lo que consiguieron los mineros el año pasado.
La política del PP en Navantia no va a ser diferente de la que aplica al resto de los trabajadores: ataques y más ataques. La única manera de hacerle frente es con una lucha unida que supere tres divisiones: la que hay dentro de cada factoría entre los trabajadores de la principal y de las compañías auxiliares; la que hay entre las diferentes factorías de Navantia en la ría de Ferrol, la bahía de Cádiz y Cartagena; y la que hay entre astilleros públicos y privados. Hay que preparar desde ya una huelga general de todo el sector naval estatal como primera medida de un plan de lucha que contemple pasos cada vez más contundentes. Las reivindicaciones tienen que ser claras: ¡Ni un solo despido, ningún retroceso salarial ni en las condiciones de trabajo! ¡Los trabajadores no tenemos la culpa de la crisis!
Pero una sola empresa o incluso un solo sector, por grande que sea y por intensa que sea su lucha, no podrá derrotar al PP. La lucha minera, que fue una lucha ejemplar en la que los trabajadores lo dieron todo, demostró los límites de las luchas parciales. No basta con que haya solidaridad, esa solidaridad hay que convertirla en lucha conjunta, hay que unificar todas las luchas en una sola lucha general contra la política del gobierno del PP, contra el intento de hacernos pagar a los trabajadores la crisis económica del capitalismo.
Las dos huelgas generales y las numerosas protestas contra los recortes en el último año demuestran que la gente quiere luchar. Al enorme malestar social acumulado durante 2012 se suma ahora la indignación por el escándalo Bárcenas. El PP está al borde del precipicio. Tenemos que aprovechar para darle un empujón y despeñarlo.
Es necesaria inmediatamente una nueva huelga general para hacer caer al gobierno. Pero es evidente que los dirigentes de nuestros sindicatos no están por la labor. Por tanto, el impulso tiene que salir de abajo. Nos corresponde a los trabajadores, desde las fábricas, demandar esa huelga general y orientar cada una de las numerosas luchas que se están dando hacia el objetivo de trasmitir la idea de que la única manera de poder frenar los ataques es acabando con el gobierno que los perpetra, dando pasos concretos para unificar las diferentes empresas o sectores en lucha. El PP es una amenaza para la sociedad y tenemos que acabar con él. No hay otra alternativa. Ahora es el momento.

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