Poco a poco, la carga de trabajo se agota en los astilleros Navantia. El lunes 2 de diciembre, justo al día siguiente de una multitudinaria manifestación en Ferrol en la que participaron decenas de miles de personas, partió, camino de Australia, el Adelaide, el último buque que quedaba en las factorías de la ría. Las gradas están ahora totalmente vacías y los contratos anunciados no sólo no aparecen (como es el caso del flotel para la petrolera mexicana Pemex, cuyo corte de chapa iba a empezar en marzo de este año, según anunció en su momento el inefable ministro Montoro desde la tribuna del Congreso de los Diputados), sino que incluso desaparecen (como los cuatro gaseros para Repsol y Gas Natural, que se harán en Corea y Japón a pesar de las cuantiosas ayudas públicas que ambas empresas reciben con el dinero de todos los españoles). En el resto de las factorías, la situación no es mejor: Puerto Real lleva ya mucho tiempo parada, en Cartagena la construcción de un submarino se ha visto gravemente afectada por la ineptitud de los responsables del proyecto y San Fernando enfila la re
Toda esta situación, sumado al anuncio por parte de la empresa de que el Consejo de Administración aprobaría el 4 de diciembre el Plan Estratégico de Navantia 2014-2018 (en el que uno de los escenarios que se contemplaba era un recorte de costes de más del 50%, lo que sólo podría implicar reducción de plantillas y cierre de centros), está dando lugar a un alto nivel de movilización, especialmente en la comarca ferrolana, donde hasta el PP se nos ha vuelto pancartero. El 28 de noviembre, sus alcaldes y concejales protagonizaron... ¡una concentración ante la sede de Navantia y la SEPI en Madrid al grito de “Si esto no se arregla, leña, leña, leña”!, que de seguro dejó alucinados a los policías nacionales allí destacados. En cualquier caso, esta maniobra de distracción del PP ferrolano no le sirvió de mucho, y de hecho el alcalde de Ferrol no se atrevió a acudir abiertamente a la manifestación del día 1 (se incorporó casi clandestinamente a la cola de la manifestación en medio del itinerario y recorrió un trecho de poco más de cien metros, antes de hacer mutis por el foro sin que casi nadie se enterase de su presencia).
El Plan Estratégico, congelado de momento
Llegado el día 4, la empresa no aprobó ningún plan, ahora convertido en un “documento de trabajo sobre el futuro de Navantia”, según le comunicó al comité intercentros el día 2. La razón de esto es que al PP las cosas no le están saliendo como pensaba. Su estrategia tenía dos fases: la negociación del convenio colectivo (iniciada en abril) y el plan. Su objetivo político en la primera fase era conseguir que los trabajadores de Navantia nos resignásemos a perder derechos, lo cual facilitaría la segunda fase (el plan), donde el empeoramiento de nuestras condiciones laborales se agravaría exponencialmente.
Sin embargo, en la factoría de Ferrol se levantó una gran oposición —impulsada por el Sector crítico de CCOO— a la pérdida de derechos aceptada por los dirigentes sindicales, y además ese ambiente tuvo un efecto en otras factorías. Por eso, a pesar de que el 16 de octubre la comisión negociadora del convenio firmó, por 7 votos contra 5, un preacuerdo que incluía toda una serie de recortes, ese preacuerdo se ha quedado en el limbo.
La no presentación del plan el día 4 es una buena noticia que revela debilidad en el PP, pero que no debe hacernos bajar la guardia porque es evidente que, a un ritmo u otro, el PP intentará aplicar en Navantia la misma política de recortes que está aplicando en todas partes, incluidas otras empresas de la SEPI. El último ejemplo es Tragsa, que el 29 de noviembre despidió a 1.336 trabajadores con 20 días por año y un tope de 12 mensualidades, en aplicación del despido objetivo por previsión de pérdidas introducido con la reforma laboral del año pasado (al que, por cierto, también se acogió la dirección fidalguista de CCOO de Galicia para despedir hace unas semanas a nueve trabajadores del sindicato). En el caso de Navantia es posible que el PP opte ahora por una estrategia de ligar la consecución de nuevos contratos a que los trabajadores aceptemos una reducción salarial brutal y peores condiciones laborales, amparándose en que ésta sería la única manera de mantener abiertos todos los centros y no recurrir a los despidos, y apelando a la responsabilidad de los dirigentes sindicales para “gestionar” la situación. Esto no sería más que un nuevo chantaje al que tenemos que hacer frente con rotundidad. Por tanto, no sólo debemos seguir movilizándonos, sino que además debemos aumentar la presión sobre el gobierno. En este sentido, hay que ser conscientes de una trampa que el PP nos quiere tender.
Maniobras divisionistas del PP
El PP de cada zona geográfica quiere aparecer como el defensor de sus respectivas factorías y culpar de los males de la empresa a los directivos. Hace esto no preocupado por los trabajadores, sino por las próximas elecciones municipales. Con su demagogia, intentan aparecer como los amigos de los trabajadores, desviar la responsabilidad del Gobierno de su partido y, sobre todo, crear divisiones entre los trabajadores que impidan que nos unamos para luchar todos juntos contra el PP. ¿Nos conviene enfrentarnos entre nosotros? Rotundamente NO.
Nuestro objetivo tiene que ser que los trabajadores no suframos recortes ni pérdida de derechos, pero ni en nuestra factoría, ni en el resto ni en ninguna otra empresa. Todos los trabajadores tenemos el mismo interés: que Navantia siga siendo 100% pública, que todas las factorías sigan abiertas, que se mantengan todos los empleos y unas condiciones laborales dignas, y también que las condiciones laborales de las compañías se equiparen a las de la principal porque la otra alternativa es que las condiciones laborales de la plantilla principal se equiparen a la de las compañías. Actuar de otra manera nos convertiría en los tontos útiles del PP.
Un enfoque sindical localista, dirigido a que los ajustes le caigan al vecino, sería un grave error. Cuando Núñez Feijóo pidió los balances de Navantia desglosados por factorías para salvar de la quema a la más eficiente (que en estos últimos años fue la de Ferrol, como él sabe de sobra), lo hizo para intentar que los trabajadores ferrolanos veamos al PP gallego como un aliado en defensa de “lo nuestro” y, llevados por el egoísmo, abandonemos a su suerte a nuestros compañeros del resto de las factorías, evitando así una lucha unificada de toda Navantia a nivel estatal.
Lamentablemente, la cortedad de miras localista no es patrimonio de la derecha. Al día siguiente de las declaraciones de Feijoo, el BNG se apresuró a enviarle los balances desglosados a través del registro oficial del parlamento gallego. También, tras aprobar un Consejo de Ministros en noviembre más de 700 millones de euros para el programa de los submarinos, un diputado autonómico andaluz de IU declaró que “mientras no se encuentran diez millones de euros para los Buques de Acción Marítima [de Cádiz], se destinan más de 700 millones para construir submarinos en Cartagena, lo cual no está justificado desde el punto de visto estratégico ni social”. El portavoz del grupo municipal de IU en el ayuntamiento de Cartagena demostró tener más madurez política cuando le replicó que veía posible destinar 10 de esos más de 700 millones a otras factorías y que del programa de submarinos dependía mucho empleo en Cartagena.
Por una Marcha a Madrid de todas las factorías
El camino de una guerra territorial entre trabajadores conduce al precipicio, por varias razones:
1) Implica aceptar que el gobierno ignore la rentabilidad social de las factorías de Navantia y que el único criterio sea la rentabilidad económica, es decir, implica asumir la ideología neoliberal.
2) Implica asumir que los trabajadores son los responsables de los déficits de su factoría y que, por tanto, tienen que pagar las consecuencias. ¿La situación de la factoría de Puerto Real es responsabilidad de los compañeros de allí? ¿La degradación general que sufre Navantia es responsabilidad de sus trabajadores? ¿La crisis económica es culpa de la clase obrera, que vivía por encima de sus posibilidades?
3) Significa tirar piedras contra nuestro propio tejado porque todos podemos ver cómo el PP provoca deliberadamente situaciones deficitarias para después justificar sus hachazos. ¿O no vemos esto constantemente en la sanidad pública, por ejemplo?
4) Es una declaración de impotencia porque evidencia resignación ante las políticas del PP, evidencia que no se cree en la posibilidad de derrotar al gobierno y que, por tanto, sólo se aspira al mal menor.
No podemos caer en la trampa del PP. Ni tampoco aceptar su discurso de que no hay dinero. Lo hay, y mucho, pero tiene que dejar de ser regalado a espuertas a la banca y las empresas privadas, y destinarse a las empresas y servicios públicos. En este sentido, la estrategia necesaria para que la lucha de Navantia acabe en victoria es unificar las luchas y contribuir a levantar una rebelión social de toda la clase obrera contra los recortes del PP. Lo que hace falta no son alianzas con los PP locales, sino luchar todos juntos para acabar con los recortes y con el propio gobierno.
No necesitamos localismos, sino un plan de movilizaciones estatal contundente que incluya una huelga general conjunta de todas las factorías (ampliada a la localidad allí donde Navantia tiene más peso) y una marcha a Madrid que también sirva para celebrar una asamblea general conjunta de todos los trabajadores de Navantia. La lucha de Navantia tiene que convertirse en un nuevo referente de la lucha contra los recortes del PP. Este es el único camino para vencer.