La intención es apoyarse mutuamente, participar en las movilizaciones de forma conjunta y, en definitiva, “ponerle cara y cuerpo a los conflictos y recabar el apoyo social  ante un momento tan grave, con una reforma laboral que favorece el expolio y perjudica a los trabajadores”. El 31 de enero tuvo lugar su primera movilización, una concentración de apoyo a los trabajadores de Tenneco en el juicio contra el ERE, donde hubo representantes de todas estas empresas.
Desde El Militante saludamos con enorme simpatía este importantísimo paso adelante, y esperamos contribuir, con nuestras posibilidades, a que el mismo continúe fortaleciéndose y desarrollándose.
Precisamente en estos días hemos de lamentar el cierre de Duro Felguera, en la cuenca del Nalón, que empleaba a más de un centenar de trabajadores. Si bien en esta ocasión no se han producido despidos “traumáticos” (lo que no quiere decir que no se hayan destruido puestos de trabajo) la liquidación de esta empresa centenaria supone otro clavo más en el ataúd de las comarcas mineras. Pese a la gravedad del ataque, y a la tremenda implantación de esta empresa (que incluso da nombre a una población: la Felguera) el cierre se ha producido con relativa facilidad, sin que en ningún momento se haya planteado un plan de lucha ambicioso, apelando a la solidaridad de la población, y mucho menos a la unificación de este conflicto con los ya existentes.
Desde nuestro punto de vista, esto ha sido determinante para que finalmente los trabajadores aceptaran el acuerdo que les ofrecía la empresa. Esto no quiere decir, por supuesto, que hagamos recaer ningún tipo de responsabilidad por dicho cierre sobre la plantilla. Al contrario, en nuestra opinión, el cierre de Duro Felguera podemos cargarlo, junto con el de Suzuki y tantos otros, a la cuenta de resultados de las actuales direcciones sindicales de CCOO y UGT, que durante los últimos años se empeñan en practicar una política sindical absolutamente catastrófica, basada en el total aislamiento de las luchas obreras, en la negativa consciente a hacer coincidir los distintos sectores en lucha y en la negociación a toda costa del mal menor, que pasa siempre por aceptar resignadamente los argumentos de la patronal, sin oponer a los mismos ninguna alternativa consecuente. Esto no hace sino desmoralizar y debilitar a los trabajadores, desorientándolos e impidiéndoles oponer ningún tipo de resistencia efectiva.
Las consecuencias de esta política saltan a la vista. A finales de enero, en declaraciones a la prensa, el propio secretario general de CCOO de Asturias reconocía que sólo en el 2013 se han destruido en Asturias más de 4.500 empleos en el sector público. A su vez, Rodríguez Braga, secretario general de UGT, señalaba que en 2013 hubo 2.068 empresas menos que en 2012. Y esto ha sucedido sin que desde los sindicatos se haya impulsado ningún tipo de movilización seria para oponerse a esta sangría.
Así las cosas, no es de extrañar que los trabajadores de Coca Cola se hayan integrado en el Frente de Empresas en lucha inmediatamente después de conocer las intenciones de la empresa de cerrar la planta de Colloto. 
La experiencia nos ha enseñado que la unificación de los conflictos es un  primer paso importantísimo para abordar una lucha en la actualidad, porque multiplica la fuerza de los trabajadores y aumenta las posibilidades de éxito. Los trabajadores de Tenneco, además, han dado otro paso más, ocupando durante varias semanas las instalaciones para evitar su desmantelamiento y el traslado de la maquinaria a Polonia. Sin duda esto obstaculizará temporalmente los planes de la multinacional, aunque la amenaza del cierre sigue totalmente presente.
En ese sentido, hasta la fecha, el comité de empresa de Tenneco ha puesto toda su confianza en un posible apoyo de la Comisión de Industria de la Unión Europea, que en su día se mostró muy crítica con el cierre. Pero no debemos olvidar que por mucho que el comisario de Industria y Empleo, Antonio Tajani, derrame lágrimas de cocodrilo por los trabajadores de Tenneco, su cometido no es otro que el de velar por los intereses empresariales. Para luchar efectivamente contra la deslocalización, es imprescindible dar un paso más y reclamar la nacionalización de la empresa bajo control de los trabajadores.

Por la unificación de las luchas y un programa de clase

Los trabajadores de Tenneco, como los de Coca Cola, u otros, solo pueden confiar en sus propias fuerzas y en la solidaridad del resto de la clase obrera. Esta es, desde nuestro punto de vista, la próxima tarea del Frente de Empresas: recuperar las reivindicaciones históricas del movimiento obrero y armarse con un programa de clase con el que defender los puestos de trabajo. Los ataques que hay encima de la mesa son durísimos y precisamente por eso, la respuesta debe estar a la altura.
¿Cómo podemos enfrentarnos a una multinacional que decide echar el cierre y deslocalizar la producción? En nuestra opinión sólo hay una forma: ocupar las instalaciones y exigir la nacionalización de la misma bajo control de los trabajadores.
¿Cómo podemos echar atrás la privatización de un servicio público, como la lavandería del hospital de Cabueñes? Sumando su lucha a la del resto de sectores públicos que actualmente están siendo atacados, tanto por el gobierno central como por el autonómico, e involucrando a toda la población en la defensa de los servicios públicos.
¿Cómo podemos evitar que una mala gestión, o directamente el robo descarado, se lleven por delante empresas como Benito Sistemas o Ros Casares? Implantando el control de los trabajadores en todas las esferas de la producción para evitar los desmanes de los gerentes y directivos.
¿Cómo resarcir a los intoxicados de AZSA, y garantizarles en adelante una vida digna, sin echar abajo todo el entramado de intereses económicos que existen entre las mutuas, las empresas y los propios organismos del gobierno?
El surgimiento del Frente de Empresas, armado además con un programa de clase, puede ser el punto de inflexión que permita al movimiento obrero comenzar a responder con éxito a los ataques del gobierno y la patronal. En ese camino, el papel que deben jugar los sindicatos de clase es también esencial, y lejos de oponerse a la organización de las empresas en crisis (como oficiosamente están haciendo determinados dirigentes de CCOO y UGT) lo que deben hacer es tomar nota de las verdaderas necesidades del movimiento obrero, apoyar las plataformas que creen los propios trabajadores y poner al servicio de la lucha toda su capacidad de movilización, organizando una huelga general que pueda unir a los sectores público y privado y que sea el principio de un verdadero proceso de movilizaciones que no se detenga hasta parar los gravísimos ataques que estamos padeciendo.

* Ver El Militante nº 268, de febrero de 2013.

banneringles

banneringles

banner

banner

banner

banneringles

banneringles

bannersindicalistas

bannersindicalistas