Los directivos de Ditecsa nos impusieron un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) rotativo por el cual sólo se mantendrían 28 puestos de trabajo y tendríamos que trabajar un mes sí y uno no, agotando así poco a poco nuestras prestaciones por desempleo. El ERTE, que iba a durar tan solo un año, lleva ya, tras varias prórrogas, más de año y medio. Los directivos de Ditecsa y de Navantia nos decían que no podían asegurar por cuánto tiempo se extendería esta situación y que el mal menor era que los trabajadores continuáramos inmersos en el ERTE, sin darnos ninguna garantía laboral. Finalmente, los verdaderos planes de Ditecsa se revelaron cuando pusieron un ERE sobre la mesa, con el que pretendían despedir a más de la mitad de la plantilla y sin descartar la posibilidad de que en un futuro próximo hubiese otro nuevo ERE.
Extendiendo la lucha a otras empresas
Frente a esta declaración de guerra, durante los dos meses que la amenaza del ERE estuvo sobre nosotros, nos movilizados llamando a la solidaridad con otras auxiliares y sectores en lucha en la Bahía de Cádiz para dejar claro a la empresa que íbamos a defender hasta el final nuestros puestos de trabajo. Cuando el ataque del ERE se materializó, los trabajadores respondimos a la altura del ataque: con la huelga indefinida. Para que una plantilla de apenas 100 trabajadores pudiéramos doblegar los planes de dos empresas como Navantia y Ditecsa teníamos que recurrir al arma más poderosa que tenemos los trabajadores: la unidad y la solidaridad del resto de nuestra clase. Por eso el 27 de marzo, cuando comenzó la huelga indefinida, lo primero que hicimos fue ir a la manifestación convocada por el Sindicato de Estudiantes en Cádiz y compartir la cabecera con ellos. También durante los días de huelga estuvimos yendo a Navantia y al resto de auxiliares a repartir panfletos explicando nuestro conflicto y llamando a los trabajadores a defendernos todos juntos frente a los ataques de la patronal, así como otras empresas que no eran del sector pero estaban en conflicto. Ante esa demostración de fuerza la empresa decidió sentarse a negociar.
Lamentablemente la posición de los dirigentes de nuestros sindicatos fue la de abandonar cuanto antes la movilización para optar por el camino de una negociación en la que aceptáramos retrocesos en nuestras condiciones laborales. Es decir, continuar el ERTE hasta mediados de noviembre a cambio de la pérdida del plus de retén hasta finalizar el mismo y la pérdida del complemento salarial individual hasta pagar el 50% del coste del ERTE. Los compañeros de El Militante defendimos mantener la huelga hasta el final y dar la batalla no sólo contra el ERE sino también contra el ERTE y exigiendo la absorción por parte de Navantia de nuestra plantilla, para asegurar empleo estable y de calidad.
Hay que fortalecer el sindicalismo combativo
Esto era algo que se podría haber conseguido si los dirigentes de las federaciones y del conjunto del sindicato hubieran estado a la altura de la lucha. Si se hubiera extendido la huelga a otras auxiliares y a Navantia explicando, como estábamos haciendo los trabajadores, que no era un ataque aislado sino que formaba parte de los planes de la patronal para ganar más a costa de despidos y precarizar nuestras condiciones de trabajo,
En una provincia como Cádiz, donde el sector naval es el pulmón industrial y donde el paro alcanza casi el 40%, se podría haber organizado una respuesta con un impacto social similar al logrado por la Marea Blanca o el barrio de Gamonal, que hubiese dejado al alcance de la mano una victoria completa. Sin embargo los dirigentes sindicales se negaban en banda ante esta posibilidad y planteaban ante la plantilla todo tipo de argumentos para hacernos desconfiar de nuestras fuerzas. Aún así, gracias a la lucha decidida de los trabajadores conseguimos echar para atrás los primeros planes de la empresa: el ERE, así como evitar despidos. Si no hubiese comenzado la huelga indefinida ni hubiéramos apelado a la solidaridad de los trabajadores de otras empresas, hoy el ERE sería una realidad. Una vez más la prueba de la práctica pone sobre la mesa que sólo con un sindicalismo de clase, democrático y combativo los trabajadores podemos ganar.