Engels explicaba que hay épocas en las que veinte años pasan como un solo día y que existen otros momentos en los que veinte años se concentran en un día. En apenas 48 horas los acontecimientos en Venezuela han sacado a la luz los profundos procesos que está viviendo la sociedad venezolana en este periodo.

Desde su llegada a la presidencia de Venezuela, el movimiento encabezado por Chávez fue visto como un peligro para los intereses de la burguesía y el imperialismo que durante décadas habían esquilmado los recursos económicos de este país, sumiendo a la inmensa mayoría de la población en la pobreza. Pero fue a partir de noviembre, con la aprobación de la Habilitante (una batería de leyes que incluía la Ley de Tierras, la Ley de Hidrocarburos y otras que atacaban los privilegios de la oligarquía venezolana y los intereses de las multinacionales), cuando la campaña de acoso y derribo al Gobierno tomó un cariz violento e imparable, con el apoyo activo de la burguesía internacional como se ha puesto de manifiesto en la postura pro golpista de todos los Gobiernos y medios de comunicación del mundo “civilizado”.

La verdad es concreta y la historia se repite. Los hechos demuestran que la burguesía y el imperialismo no tienen ningún escrúpulo a la hora de defender sus intereses y privilegios de clase, aunque para ello tengan que mancharse las manos de sangre.

Las primeras noticias del golpe de Estado sumían a la burguesía internacional en una bacanal de delirio entusiasta donde todos sus medios de comunicación, analistas políticos y “tertulianos” sin excepción, felicitaban a los golpistas por acabar con “el caos y la falta de democracia del Gobierno de Hugo Chávez”. Esta euforia se trasladaba a los Gobiernos “democráticos” que se apresuraban a reconocer la nueva junta militar, ofreciendo su colaboración. “La Unión Europea expresó su apoyo y solidaridad al pueblo de Venezuela, al tiempo que confía en que el Gobierno de transición respete los valores y las instituciones democráticas”.

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Los hechos demuestran que la burguesía y el imperialismo no tienen ningún escrúpulo a la hora de defender sus intereses y privilegios de clase, aunque para ello tengan que mancharse las manos de sangre. 


Los jefes de Estado latinoamericanos —reunidos en Río de Janeiro durante los acontecimientos— no se quedaron atrás. Simplemente se limitaron a hacer un llamamiento sobre el “respeto a la democracia y derechos humanos”. Algunos como el presidente de Chile, Ricardo Lagos, corrieron a expresar su apoyo y colaboración... ¡a los golpistas! “...lamento que la conducción del Gobierno venezolano haya llevado a la alteración de la institucionalidad democrática con un alto costo de vidas humanas y de heridos, violentando la Carta Democrática Interamericana a través de esta crisis de gobernabilidad” (El Mercurio, sábado 13/4/2002). No solo eso, sino que el Gobierno chileno, para legitimar a los golpistas, y en voz del propio Lagos señaló su voluntad de “colaborar con las nuevas autoridades”. Y más escandalosas resultaron las declaraciones del embajador chileno en Caracas, Marcos Álvarez, quien entregó, en declaraciones a la prensa chilena, “su respaldo a la nueva administración, destacando las cualidades de Carmona” (Política Cono Sur, 18/4/2002). Parece que Ricardo Lagos, a pesar de pertenecer al Partido Socialista Chileno ha olvidado los muertos provocados por la dictadura militar, muchos de ellos militantes de su partido.

¡Poco les duró la alegría! Las masas venezolanas salieron a la calle, a pesar de la brutal represión que provocó más de 40 muertos y centenares de heridos, para acabar en cuestión de horas con los golpistas que se vieron impotentes ante la reacción de los trabajadores y oprimidos de Venezuela. ¡Más de un millón y medio de personas, según la CNN en español, tomaron las calles de Caracas y las principales ciudades de Venezuela acabando con la incipiente dictadura!

¿Quién derrotó el golpe?

Como siempre ocurre en acontecimientos extraordinarios, cuando las masas entran en acción ponen al descubierto la auténtica cara de los capitalistas y las mentiras de su sistema.

La burguesía se dota de enormes poderes para controlar a los trabajadores y la juventud. Entre ellos no es baladí la importancia de los medios de comunicación, especialmente en los países con democracia formal. La rapidez con la que se han sucedido los acontecimientos en Venezuela ha puesto de manifiesto la auténtica “independencia” y “objetividad” de toda la prensa, las emisoras de radio y televisión, así como la “imparcialidad” de sus plumíferos a sueldos.

Estos “demócratas” y “progresistas” de pacotilla, que se llenan la boca de palabras como democracia, justicia y progreso, no tienen ningún empacho en mentir y falsear la verdad si con ello garantizan sus intereses. A la hora de la verdad demuestran en qué lado de la barricada están y dan su apoyo sin fisuras a la reacción.

Lo hicieron en el primer momento del golpe cuando hablaban de un “levantamiento popular” contra Chávez y anunciaban la “formación de un Gobierno cívico-militar en defensa de las libertades y la democracia” y lo siguen haciendo ahora para justificar el fracaso del mismo.

Según los más reputados analistas, politólogos, editorialistas... el golpe fracasó porque se llevó a cabo de una forma chapucera y precipitada, especialmente por parte del sector más “duro”, que tomaba las riendas y cometía errores “fatales” como el nombramiento del jefe de la patronal, Pedro Carmona, como nuevo presidente, la disolución de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo, y el inicio de una ola de detenciones y represión que provocó divisiones en el ejército y rompió la Junta Militar. En algunos medios de comunicación se ha llegado a plantear que en realidad todo ha sido una maniobra ¡del propio Chávez! que se dio un “autogolpe” para consolidar su posición... Otros titulares, mayoritarios en este caso, dejan clara una cosa: “fueron los militares los que devolvieron el poder a Chávez”. Las mentiras, la manipulación, la tergiversación... todo vale con tal de desviar la atención de las masas de la verdadera fuerza que acabó con los golpistas: la fuerza de la clase obrera y los oprimidos de Venezuela. El ejemplo revolucionario de las masas evitando la instauración de una dictadura, tomando las principales ciudades y rodeando el Palacio de Miraflores, es demasiado peligroso para la burguesía internacional y el imperialismo USA.

Orígenes del golpe

Venezuela es el cuarto productor mundial de petróleo y el sexto país en reservas de crudo, además de poseer importantes yacimientos de gas y otros minerales. Sin embargo, el 70% de su población vive por debajo del umbral de pobreza y eso a pesar de que según el propio Chávez, en una entrevista concedida a Le Monde Diplomatique, desde 1960 a 1998 Venezuela ingresó en divisas por la venta de petróleo el equivalente a quince planes Marshall. Así, la oligarquía y la corrupta clase política, con el inestimable apoyo de la corrupta burocracia sindical de la Central Venezolana de Trabajadores (CTV), veían engordar sus ya repletas arcas, mientras la inmensa mayoría de la población se debatía en la miseria y la desesperación.

El triunfo de Chávez, por una aplastante mayoría del 60% de los votos, devolvió las esperanzas a los desheredados y oprimidos que vieron en el movimiento que él encabezaba la posibilidad de acabar con décadas de explotación y sufrimiento.

Chávez confiaba en que la aplastante mayoría en las urnas le daría el margen suficiente como para aplicar toda una serie de reformas que acabasen con la brutal desigualdad de la sociedad venezolana. Al fin y al cabo las divisas generadas por el petróleo “bien administradas” podrían ir conformando una sociedad donde los pobres fueran menos pobres y los ricos aceptaran ganar un poco menos de lo que ganaban. En realidad su objetivo era instalar un capitalismo de “rostro humano” y “política social”.

No obstante, algo que no ha entendido Chávez es que los problemas que padece la inmensa mayoría de la sociedad, tienen su origen precisamente en el sistema capitalista, un sistema que se basa en la explotación de la inmensa mayoría de la sociedad por una pequeña minoría. Por eso la solución a la miseria que padece el 70% de la población venezolana solo es posible expropiando a la burguesía y poniendo los ingentes recursos económicos generados por la clase obrera al servicio de la mayoría de la sociedad, bajo el control y gestión de los trabajadores. Intentar conciliar lo irreconciliable —esto es, los intereses antagónicos de la burguesía y la clase obrera— lleva a situaciones extremas como las vividas en Venezuela, ya que ni soluciona los problemas de los oprimidos ni contenta a la burguesía.

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El triunfo de Chávez, por una aplastante mayoría del 60% de los votos, devolvió las esperanzas a los desheredados y oprimidos que vieron en el movimiento que él encabezaba la posibilidad de acabar con décadas de explotación y sufrimiento. 


A pesar de sus vacilaciones, Chávez, para mantener su base de apoyo entre los pobres y los trabajadores, ha tenido que tomar medidas que atentaban contra los intereses de la burguesía. Ha intentado, de forma honesta, ir acabando con las desigualdades sociales. Durante sus tres años de mandato, el paro ha disminuido del 18 al 13%; más de un millón y medio de niños han sido escolarizados y reciben ropa y tres comidas diarias; la inversión pública se ha triplicado y se han iniciado diversos planes de construcción de viviendas baratas, además de no haber pedido ningún crédito ni llegado a ningún acuerdo con el FMI.

Para llevar a cabo esos planes, recortó las escandalosas subvenciones educativas de la Iglesia Católica, a la vez que presentaba un proyecto de ley para revisar el dinero que esta recibe del estado; para evitar la caída de los precios del petróleo —la mayor fuente de ingresos del Estado venezolano— se tuvo que enfrentar a los intereses del imperialismo norteamericano, defendiendo la reducción de producción de crudo en la OPEP además de chocar directamente con la política USA con relación a Cuba, llegando a acuerdos económicos con este país y oponiéndose a los bombardeos de Irak y Afganistán.

Aunque las medidas económicas tomadas por Chávez han sido totalmente insuficientes para acabar con la miseria y ofrecer una vida digna a la mayoría de la población, todo este proceso era seguido con creciente inquietud por el imperialismo norteamericano, la burguesía internacional y la oligarquía venezolana.

Por supuesto que durante todo este tiempo, la burguesía no estuvo con los brazos cruzados. Primero rompió el Polo Patriótico, la coalición electoral de Chávez, manteniendo una actitud hostil y de boicot económico frente al Gobierno (baste recordar que solo entre julio y agosto del 2001 la evasión de capital ascendió a más de 3.000 millones de dólares), a la vez que aumentaba el tono agresivo e insultante hacia el chavismo y su revolución bolivariana.

Pero fue la aprobación de la Habilitante lo que decidió a la burguesía y al imperialismo a poner fin al proceso en Venezuela, de una vez por todas. La situación en América Latina es altamente explosiva. El proceso revolucionario abierto en Argentina, el posible triunfo electoral de Lula en Brasil, la situación en Colombia, las movilizaciones en Ecuador, Guatemala y otros países preocupan hondamente a los imperialistas norteamericanos, que son conscientes del polvorín acumulado, además de tener una importante minoría hispana en su propia casa. Necesitaban dejar claro a las masas latinoamericanas que no iban a permitir ningún movimiento que pusiese en peligro sus intereses, empezando en Venezuela. Necesitaban un “escarmiento”. Había que actuar.

La preparación del golpe

La historia demuestra, de una manera tenaz y obstinada que la burguesía y el imperialismo son mucho más consecuentes a la hora de defender su sistema que los dirigentes que intentan reformarlo.

Una vez que tomaron la decisión la llevaron a cabo sin ninguna vacilación. Pasaron a la ofensiva planificando de manera meticulosa los pasos a dar, que se iniciaron con el cierre patronal del pasado 10 de diciembre, cierre que fue presentado como una huelga general contra el Gobierno gracias a la inestimable colaboración de los corruptos dirigentes de la CTV. Organizaron una “oposición” que aglutinaba desde los desertores del Polo Patriótico, que se pasaron con armas y bagajes al campo de la reacción, hasta la santa madre Iglesia, sin olvidar a los dirigentes de la CTV, Acción Democrática, el COPEI y, por supuesto, la patronal dirigida por Pedro Carmona que se erigió en el representante más destacado, junto a Carlos Ortega, presidente de la CTV, de dicha oposición.

Desataron una campaña histérica en los medios de comunicación, acusando a Chávez de dictador y de no respetar la libertad de prensa, mientras sin ningún pudor los periódicos mentían y tergiversaban la situación en Venezuela. Acusaron a los Círculos Bolivarianos de lanzar amenazas y llevar a cabo agresiones contra miembros de la oposición. La Iglesia acusó al Gobierno de querer acabar con la religión, la educación y la familia, exacerbando a una clase media histérica y asustada por la inestabilidad social. Utilizaron el descontento en la cúpula militar para “informar” a los venezolanos que la mayoría del ejército había dejado de apoyar al presidente. Y, en fin, movieron todos sus recursos para organizar manifestaciones contra el Gobierno, que eran magnificadas y exageradas con toda la desfachatez del mundo sin ningún tipo de empacho, de tal manera que las manifestaciones antichavistas, con una participación de 30 ó 50.000 personas, se convertían en los medios de comunicación en “un clamor popular de 300.000 o medio millón contra Chávez”. El último ejemplo fueron los datos que se dieron de la manifestación del 11 de abril; mientras la agencia Reuters cifraba la asistencia en unas 50.000 personas, todos los medios —incluidos por supuesto los internacionales— aumentaban la cifra desde 700.000 a 1.000.000 de participantes. Ahora se ha sabido que, efectivamente, no había más de 50.000 personas en la misma.

El acoso al Gobierno fue creciendo de manera inexorable culminando en el conflicto desatado por los altos ejecutivos y mandos intermedios de Petróleos de Venezuela que ante el miedo a perder sus prebendas y posiciones, no dudaron en boicotear la producción, presentándola como una “huelga de los trabajadores”, cuando en realidad la mayoría de los mismos seguían acudiendo a sus puestos de trabajo.

De esta manera Chávez había perdido la iniciativa que pasó a manos de la reacción. A pesar de seguir contando con un enorme apoyo entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad, en lugar de plantarles cara desarrollando las leyes aprobadas de manera inmediata y decidida, expropiando la tierra y generalizando el reparto de la misma entre los campesinos pobres —el 1% de los latifundistas detenta el 60% de la propiedad— nacionalizando la banca para dotar de recursos financieros el desarrollo de esas leyes y expropiando a los empresarios que boicoteaban la economía, se limitó a tomar una actitud defensiva. En lugar de hacer un llamamiento a la clase obrera para organizarse y tomar en sus manos el control de la economía, parando a la reacción, optó por convocar a sus seguidores en apoyo al Gobierno como contrapeso a las movilizaciones de la reacción.

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El acoso al Gobierno fue creciendo de manera inexorable culminando en el conflicto desatado por los altos ejecutivos y mandos intermedios de Petróleos de Venezuela que ante el miedo a perder sus prebendas. 


Un golpe clásico

El punto detonante para dar el golpe fue la organización de una manifestación el 11 de abril, con francotiradores apostados para provocar a los seguidores de Chávez que habían acudido al Palacio de Miraflores en defensa del Gobierno, asesinando a sangre fría a 6 manifestantes pro chavistas, mientras todos los medios de comunicación mentían conscientemente cuando informaban que los Círculos Bolivarianos habían tiroteado la manifestación de la oposición. Ese fue el pistoletazo de salida.

Por supuesto que en la preparación y ejecución de un golpe se cometen errores y siempre hay distintos sectores que vacilan a la hora de llevarlo a cabo. Pero no fue eso lo determinante para que el golpe fracasara.

Dicen que si Carmona se excedió y que tomó medidas “anticonstitucionales”. ¿Acaso alguien puede creer que la intención de los golpistas era respetar la Asamblea Nacional cuando el movimiento chavista seguía siendo mayoría en la misma? Si hubieran podido hacer dimitir a Chávez a través del parlamento, ¿para qué dar un golpe?

En cuanto a las detenciones de alcaldes, concejales y activistas, ¿hay alguien que no sepa que el triunfo de un golpe de estado se basa en la más brutal represión porque de no ser así la gente no aceptaría tranquilamente la imposición de una dictadura?

Por otro lado, la designación del jefe de la patronal Pedro Carmona como nuevo presidente tiene su explicación en que ha sido él la cabeza más señalada y conocida de la oposición. Querían un “civil” para justificar que no era un golpe clásico y ¿quién mejor que él para defender los intereses que perseguía el golpe?

Cierto es que la mayoría de la base del ejército y muchos oficiales y suboficiales no apoyaban el golpe, pero tampoco tomaron una actitud activa contra el mismo, salvo excepciones aisladas, como el general paracaidista del estado de Maracay que se declaró en rebeldía y algunos oficiales. No sabemos cómo hubieran actuado. Probablemente hubiera habido una escisión en la medida en que los generales golpistas tendrían que haber depurado a los oficiales pro chavistas y hubieran querido utilizar a los soldados para reprimir al pueblo venezolano. Lo que sí es seguro es que el día 13, la mayoría de los soldados y suboficiales estaban a la expectativa y que la Junta Militar se encontraba en el Palacio de Miraflores, incluyendo a los burócratas de la CTV, para tomar juramento al nuevo Gobierno.

¿Quién evitó la formación de este Gobierno golpista y la marcha atrás de los generales? La respuesta está, pese a quien pese, grabada y escrita: “La muchedumbre bajó de los cerros (barrios pobres) tomando el centro de Caracas y rodeando el Palacio de Miraflores”. ¡Fue la acción de esa “muchedumbre” lo que dividió a los golpistas y evitó una auténtica masacre! ¡Fue la acción de las masas lo que determinó que los sectores indecisos de soldados y suboficiales decidieran apoyar sin reservas a las masas en la calle!

Es precisamente esa acción, la fuerza que representa, lo que hace temblar el sistema. Es lo suficientemente peligrosa y ejemplar para los trabajadores de todo el mundo, como para que ahora la burguesía internacional tenga que hacer un esfuerzo desesperado para minimizarla, aunque al hacerlo queden en evidencia.

¿Qué va a pasar ahora?

En primer lugar el efecto que ha tenido el triunfo de las masas ha puesto las cosas más difíciles para la burguesía y el imperialismo. De querer dar un escarmiento a las masas oprimidas del mundo, se encuentran ahora con que la acción de los trabajadores en la calle ha puesto de manifiesto la enorme fortaleza que tiene la clase obrera y su capacidad de respuesta, siendo un ejemplo a seguir para esas mismas masas a las que querían escarmentar.

Es verdad, que en su primera alocución después de su restitución, Chávez ha hecho constantes llamamientos a la calma y a la tranquilidad, a la reconciliación y al diálogo.

La pregunta ahora es si la clase obrera va a aceptar que la burguesía siga imponiendo su ley sin lucha y, por otra parte si, a su vez, la oligarquía venezolana puede llegar a algún tipo de acuerdo con Chávez.

La primera pregunta se responde en la declaración del Bloque Clasista y Democrático de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores que agrupa a más del 40% de la clase obrera venezolana.

“Todavía está latente la conspiración de los golpistas (...) Compañeros, no nos dejemos engañar. Mantengamos la calma y la tranquilidad. Sin embargo estemos pendientes para salir de inmediato a la calle si hay cualquier acción de los contras o la reacción (...) Proponemos la cárcel inmediata a los golpistas y su sometimiento a juicio (...) estatalizar los medios de comunicación que contribuyan a favor de los golpistas y ponerlos bajo las organizaciones de los periodistas y trabajadores; (...) expropiar a las empresas que se sigan prestando para la huelga patronal y ponerlas bajo el control de los trabajadores (...) extender el aumento de salario a todos los trabajadores y que este cubra la cesta básica (...) Llamamos a todos los trabajadores para que estemos alerta ante cualquier nuevo intento desesperado de los aventureros fascistas” Valencia, Venezuela, 16 de abril 2002.

En cuanto a la burguesía, esta ya ha dejado claro que “sigue exigiendo las mismas reivindicaciones que antes”. De hecho plantean que la mejor muestra de la “sinceridad” de Chávez sería... ¡dimitir y convocar nuevas elecciones!

Los artículos aparecidos en las revistas especializadas y en la prensa, no dejan lugar a dudas de que aunque, por el momento han perdido, siguen dispuestos a volver a intentarlo como reflejaba extraordinariamente bien uno de los titulares de Venezuela Analítica “Chávez ha vuelto... por ahora”.

Si nos atenemos a las declaraciones de Chávez parece que este está dispuesto a dar marcha atrás. Pero aún en el caso de que efectivamente esa fuera su intención, se encontraría con el “pequeño” problema de la gente que le apoya. Si Chávez, efectivamente, hubiera decidido dejar las manos libres a la burguesía y el imperialismo, se encontraría con una fuerte oposición dentro de su mismo movimiento.

Por otro lado, es evidente que la burguesía y el imperialismo volverán a intentar un nuevo golpe, como ocurrió en Chile después del tancazo.

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Es necesario organizarse para defender los logros conseguidos y repeler a la reacción. Es fundamental organizar e impulsar comités de apoyo a la revolución en todas las fábricas, barrios, cuarteles, universidades, institutos... 


Como explica el marxismo, el capitalismo tiene su propia dinámica interna y en época de crisis incluso los derechos democráticos más elementales son un estorbo para los planes del imperialismo y los empresarios.

Así pues, solo queda una alternativa. Es necesario organizarse para defender los logros conseguidos. Es fundamental organizar e impulsar comités de apoyo a la revolución en todas las fábricas, barrios, cuarteles, universidades, institutos... con representantes directos, elegibles y revocables en todo momento, que se coordinen entre sí a nivel local, provincial y estatal para organizar la defensa frente a la reacción asumiendo la responsabilidad de garantizar el funcionamiento económico del país, así como los planes necesarios para cubrir las necesidades de la inmensa mayoría de la población venezolana, expropiando a la burguesía. Solo la participación organizada, activa y consciente de la clase obrera y los sectores oprimidos garantizará una auténtica democracia, esto es la democracia obrera, y una vida digna para la mayoría de la población.

Un movimiento así contaría con el apoyo incondicional de los trabajadores de Argentina y el resto de Latinoamérica, que seguirían el ejemplo marcado por los trabajadores y oprimidos de Venezuela en su lucha contra la opresión, la explotación y la injusticia dando el primer paso para la construcción de la Federación Socialista de los Pueblos de América Latina.

 

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Este artículo ha sido publicado en la revista Marxismo Hoy número 10. Puedes acceder aquí a todo el contenido de esta revista. 

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