Desafiando las encuestas, la movilización de millones de jóvenes y trabajadores ha impedido la victoria del ultraderechista Javier Milei en la primera vuelta de las elecciones presidenciales argentinas.

Pero Milei, un fascista identificado con Vox, Trump y Bolsonaro que reivindica la dictadura militar de los años 70 y amenaza con privatizaciones masivas y recortes salvajes, ha llamado a toda la derecha a concentrar el voto en su candidatura para la segunda vuelta.

Esto no es un cheque en blanco para Massa

Con el 98,5% de votos escrutado y una participación del 77,7%, ocho puntos menos que la primera vuelta de 2015 y cuatro menos que en 2019, Sergio Massa, ministro de Economía, ha obtenido la victoria con 9.645.983 votos, el 36,7%. La peronista Unión por la Patria (UP) tendrá 109 de 257 diputados en el Parlamento. Unos resultados que quedan lejos de anteriores registros, pero que reflejan cómo ha percibido la población trabajadora estas elecciones. El voto a Massa no ha sido en apoyo a sus políticas capitalistas, sino para cerrar el paso a la extrema derecha y su furioso programa antiobrero.

Milei consigue 7.884.336 votos, el 30%, y su movimiento, La Libertad Avanza (LLA), pasa de 3 a 38 diputados. Juntos por el Cambio (JxC), coalición de los partidos burgueses de la derecha tradicional, sufre una debacle histórica. Su candidata, Patricia Bullrich, que empezó la carrera presidencial como favorita, se queda en el 23,8% (6.267.152 sufragios). Esto ha hecho que las divisiones que ya arrastraban estallen en una crisis abierta. Es bastante posible que sus 98 diputados se dividan en distintos grupos. Mientras Macri y Bullrich apoyan a Milei, los radicales y otros grupos parecen dispuestos a negociar con Massa.

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Desafiando las encuestas, la movilización de millones de jóvenes y trabajadores ha impedido la victoria del ultraderechista Javier Milei en la primera vuelta de las elecciones presidenciales argentinas. 

Tanto la polarización política que muestran estos resultados como el ascenso de la ultraderecha a expensas de la derecha tradicional, al igual que vemos en otros países, expresan bien la profundidad de la crisis del capitalismo argentino. La pobreza afecta al 40% de la población, 18,6 millones de personas, y de ellos 4 millones (9,3%) viven en la indigencia. En un solo año la inflación ha escalado del 88% en octubre de 2022 al 140% actual. ¡Es la peor situación desde el estallido social del Argentinazo, en 2001!

Milei utiliza demagógicamente consignas como “que se vayan todos” o “echar a la casta” para conectar con la bronca de las capas medias radicalizadas a la derecha, y con la desesperación y desmoralización de un sector de jóvenes, trabajadores y desempleados. Pero hay que ser francos y no taparse los ojos ante la realidad: son las políticas del Gobierno peronista las que han asfaltado el camino a esta opción de ultraderecha. El presidente Alberto Fernández y el propio Massa han aplicado una agenda de recortes y ajustes, haciendo concesión tras concesión a los empresarios, las multinacionales imperialistas y el FMI.

De hecho, la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner (CFK) ha criticado muchas de esas medidas pero, cuando las bases más a la izquierda del peronismo y el kirchnerismo le pidieron que se desmarcase de Massa y Fernández y plantease una alternativa renunció a hacerlo. Este es el sello de una dirigente que no tiene una opción consecuente al desastre económico y social de su país, más allá de la protesta retórica. Muy parecido a lo que ocurre con otras organizaciones de la izquierda parlamentaria europea que pretenden utilizar un discurso más radical en las formas, pero en los asuntos fundamentales se pliegan a la socialdemocracia.

La rabia con las políticas capitalistas del Gobierno y el potencial para levantar una alternativa por la izquierda se reflejaron claramente en las primarias obligatorias de agosto (PASO). Massa apenas sumó 5.277.538 votos frente a los 12.946.037 votantes que dieron la victoria al peronismo en 2019. Más de 7 millones se abstuvieron o apoyaron la candidatura crítica, impulsada por movimientos peronistas de base, de Juan Grabois, y que obtuvo 1,4 millones de papeletas.

Lo único que ha impedido la victoria de Milei en esta primera vuelta ha sido la movilización de millones de oprimidos, especialmente en los barrios obreros y populares del gran Buenos Aires, base histórica del peronismo, que han comprendido lo que está en juego y han votado a la UP no porque confíen en Massa, sino para frenar al facho Milei.  Este 22 de octubre, cuatro de esos siete millones que rechazaron votar por Massa en agosto le han apoyado para golpear en las urnas a los fascistas.   

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El presidente Alberto Fernández y Massa han aplicado recortes y ajustes. Cristina Fernández se ha plegado a la política de la derecha del peronismo. Las masas han votado al ministro de Economía para frenar a Milei no porque apoyen su gestión. 

Divisiones en la clase dominante

Algunos sectores destacados de la burguesía argentina —a medida que Milei superaba a Bullrich en las encuestas— decidieron apostar abiertamente por él.  Es el caso de los terratenientes y la burguesía agraria de la archireaccionaria Sociedad Rural Argentina (SRA). Estos elementos —que están haciendo grandes negocios con las explotaciones de soja y otros alimentos, biocombustibles…, pero todavía quieren más— no ocultan su entusiasmo con Milei cuando escuchan sus propuestas rabiosamente antisindicales y propatronales.

Representantes de un sector del imperialismo, como el exjefe del equipo del FMI que diseñó los ajustes del Gobierno de Macri, Alejandro Werner, también han sido claros: “Suscribo un alto porcentaje del programa de Milei”. Dentro de la Unión Industrial Argentina (UIA) y el capital financiero hay más dudas sobre la viabilidad de la dolarización que plantea Milei y sus efectos económicos, políticos y sociales. Pero finalmente muchos empresarios han optado por meter a sus peones en su candidatura y apostar también por él.

Otro sector de la clase dominante teme que la llegada al poder de este fascista genere un enfrentamiento frontal con el movimiento obrero que desemboque en una explosión social. De momento, y mientras puedan, apuestan porque Massa y la derecha peronista sigan aplicando su agenda y la burocracia sindical de la CGT mantenga bajo control el descontento social. Massa ya ha mostrado su disposición a hacerlo, proponiendo a los radicales, a otros sectores de la derecha y JxC un Gobierno de unidad nacional.

Pero la situación está muy enrevesada, y la última palabra de lo que pueda suceder en la segunda vuelta no está dicha aún. El voto del macrismo a favor de Milei será clave.

La segunda vuelta, el FIT-U y la lucha por una alternativa revolucionaria

Myriam Bregman, la candidata de la principal expresión electoral de la izquierda anticapitalista argentina, el Frente de la Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U), ha obtenido en estas elecciones 709.000 votos (2,7%). Son 70.000 votos más que en las PASO de agosto, pero están muy lejos del mejor resultado del FIT-U, cuando superó 1.200.000 votos. Y eso en un contexto favorable, de polarización a derecha e izquierda, movilización electoral contra Milei y crítica por la izquierda a Massa.

La negativa de los dirigentes del FIT-U a adoptar una política de frente único hacia las bases obreras del kirchnerismo y la izquierda peronista en diferentes luchas; su defensa del voto nulo en las presidenciales de 2015, cuando se impuso Macri; o su rechazo a participar conjuntamente con las bases peronistas en la manifestación contra el atentado fascista a CFK han levantado un muro entre ellos y amplios sectores de los trabajadores. A esto se une la defensa de una consigna como la Asamblea Constituyente libre y soberana, totalmente desconectada de las aspiraciones y el ambiente de rechazo masivo al parlamentarismo y las instituciones que existe entre millones de oprimidos.

Denunciar el capitalismo y plantear consignas correctas como las nacionalizaciones solo puede ganar el apoyo de las masas, si va unido a una política no sectaria de unidad de acción en la lucha y una práctica revolucionaria en el día a día, caracterizando y denunciando a Milei claramente como lo que es, un fascista, y llamando a la movilización masiva en las urnas y la calle para derrotarle.

El FIT no debería tener ningún problema en impulsar manifestaciones, asambleas, comités de acción y autodefensa llamando a las bases de la izquierda peronista y kirchnerista a combatir juntos. Esto es parte de la lucha por aplicar un programa socialista, y debería implicar también abandonar cualquier ilusión en el etapismo, es decir, primero una democracia capitalista de mejor calidad, y luego la lucha por el socialismo, que es lo que representa la consigna de constituyente libre y soberana.

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La izquierda combativa debe abandonar el sectarismo. Ninguna ilusión en las políticas de Massa. Pero en las urnas un voto hipercrítico al peronismo, para derrotar a Milei, lo que no implica apoyar ni el programa ni la estrategia de Massa. 

Argentina se enfrenta a momentos decisivos. La izquierda revolucionaria debe manifestar con claridad una actitud intransigente de lucha contra Milei, y no puede desentenderse del frente electoral. Llamar al voto nulo o la abstención es decir que da igual quién gane, que Milei es lo mismo que el peronismo. Y eso sería un error de calado que pagaría un precio enorme para la izquierda combativa y militante.

Hay que abandonar cualquier posición sectaria. Ninguna ilusión en las políticas de Massa, rechazo total de la unidad nacional con la derecha. Pero en las urnas un voto hipercrítico al peronismo, para derrotar a este fascista, no implica ni apoyar el programa ni la estrategia de Massa. Es el camino para ganar el oído de millones de trabajadores al programa de la revolución socialista y apelar a la lucha de clases para enfrentar una situación calamitosa que nos amenaza directamente.

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