La actualidad de los escritos contra el fascismo de León Trotsky
La gran crisis del sistema capitalista que se inició en 1929 abrió un período de intensa lucha de clases y una aguda polarización política que se manifestó en la radicalización de sectores decisivos de la clase obrera, y en una sucesión de bruscos y turbulentos giros en el ánimo político de las clases medias.
La burguesía mundial, integrada por los tiburones de las finanzas, de los grandes consorcios industriales y del comercio internacional, junto a los terratenientes, la alta magistratura del Estado, los militares y la Iglesia Católica, sintieron amenazados sus intereses vitales y volvieron sus ojos hacia soluciones dictatoriales, hacia el fascismo.
En la vorágine de aquella crisis económica y social, la democracia parlamentaria, que había sido la forma de gobierno de la burguesía capitalista en los países más avanzados, se mostraba bastante incapaz para disciplinar a la clase obrera. Obviamente la posibilidad de un triunfo revolucionario en Alemania, Francia y el Estado español estaba muy presente en la situación.
La fuerza del proletariado alemán, del francés o del español estaba fuera de discusión. Disponían de organizaciones socialdemócratas y comunistas poderosas, de sindicatos de masas, cooperativas e, incluso, de milicias armadas decididas a enfrentar el fascismo. Y, sin embargo, los errores políticos de sus direcciones, lastradas por el reformismo y la colaboración de clases, y en otros casos por el ultraizquierdismo, permitieron a los fascistas disponer de un margen formidable.
En enero de 1933 Adolf Hitler llegó al poder en Alemania sin que los dirigentes socialdemócratas y estalinistas (del SPD y del KPD) fueron capaces de movilizar a millones de obreros en una huelga general y organizar ningún tipo de lucha armada. El viejo y conciliador SPD llamó a respetar las decisiones de la jefatura de la República y consideró democrática la entrega del poder a los nazis. La dirección del KPD se consoló en repetir la lamentable frase de Stalin: después de Hitler será nuestro turno.
Apenas un mes después el gobierno liderado por los nazis impuso una legislación de emergencia, ilegalizó al KPD y encarceló a más de 4.000 de sus dirigentes. A lo largo de su primer año de gobierno Hitler ilegalizó también al Partido Socialdemócrata y a los sindicatos, y desencadenó una ola represiva que en unos pocos meses llevó a la cárcel y a los campos de concentración a más de 27.000 sindicalistas y militantes de izquierda.
Cuatro meses después del triunfo de Hitler, León Trotsky, expulsado de la URSS en 1929 y residente hasta ese momento en la isla turca de Prinkipo, llegó a Francia.
Francia, al rojo vivo
Durante más de cuatro años el contacto de Trotsky con el movimiento obrero europeo se había mantenido casi exclusivamente por correspondencia o a través de visitas de militantes de diferentes secciones de la Oposición de Izquierdas. Pero la distancia no fue un obstáculo para que Trotsky demostrase una perspicacia y una capacidad de análisis incomparablemente mayor que sus oponentes políticos. Sus escritos sobre la situación alemana en el período previo al asalto al poder de Hitler dan prueba de ello.
En Francia Trotsky se dio de bruces con una situación prerrevolucionaria. La debacle financiera empobreció a sectores importantes de las capas medias, que empezaban a abandonar al Partido Radical buscando desesperadamente alternativas tanto a la derecha como a la izquierda.
La izquierda francesa, socialista y comunista, está desconcertada ante la profundidad de la crisis. El Partido Socialista, cuyo rimbombante nombre oficial era el de Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), se dividió internamente entre un ala derecha, los neosocialistas, que iniciaron una deriva que les condujo al fascismo y a la colaboración con Hitler, y un ala izquierda, representada principalmente por los jóvenes socialistas, que viró rápidamente hacia posiciones marxistas y revolucionarias.
El Partido Comunista francés, que en su fundación había agrupado a la mayoría de la clase obrera organizada, languidecía y perdía militancia como consecuencia de los bruscos zigzags que Stalin imponía a los partidos de la Internacional Comunista. La teoría ultraizquierdista del “tercer período”, que repudió la política leninista de frente único y consideraba a los partidos socialistas como una variante del fascismo (“socialfascistas”, en el lenguaje de la época) había aislado al PCF y, al igual que había ocurrido con el Partido Comunista Alemán, lo estaba anulado como actor revolucionario.
En esta situación, las organizaciones fascistas francesas, a las que el triunfo de Hitler había infundido una notable osadía, intentaron sacar partido del caos reinante. El 6 de febrero de 1934 asaltaron el parlamento y aunque ni por un momento llegaron a tomar en sus manos las riendas del poder estatal, provocaron un cambio de gobierno y ahondaron la inestabilidad del régimen.
Unos textos para orientarse en tiempos turbulentos
Los textos reunidos en este libro comienzan con un certero análisis de las causas profundas de la intentona fascista y de los procesos sociales que la crisis capitalista había desencadenado. Trotsky no se queda en la superficie de los acontecimientos y es capaz de ver más allá de las apariencias. A lo largo de casi dos años, siguiendo día a día los cambios bruscos de la lucha de clases francesa, Trotsky afronta cuestiones claves que son también de una gran utilidad para el momento actual.
¿Qué define a una situación como revolucionaria? ¿Cómo medir correctamente el estado de ánimo de la clase obrera sin dejarse engañar por las por su aparente apatía? ¿Qué programa es necesario para ganar a las capas medias para la revolución socialista? ¿Cómo construir día a día un frente único de los trabajadores capaz de hacer avanzar el movimiento y de hacer retroceder la amenaza fascista? ¿Qué papel juega en todo esto el armamento de la clase obrera y la constitución de sus propias milicias? ¿Por qué las políticas de colaboración de clases, encarnadas en el caso francés por el Frente Popular, son impotentes para frenar al fascismo y preparan el camino para la derrota del proletariado?
Todas estas cuestiones son respondidas por Trotsky en este libro de lectura obligada para todas las revolucionarias y revolucionarios. Se trata, en definitiva, de un texto imprescindible no solo para conocer mejor lo acontecido en los años treinta del siglo pasado, sino también, y en esto radica seguramente el extraordinario valor de esta obra, para entender la situación actual, la dinámica social que ya está en marcha y los riesgos que entraña para la clase trabajadora de todo el mundo.
Invitamos a todas y todos los militantes que hoy luchan contra las injusticias de una sociedad en descomposición, contra la opresión y la guerra imperialista, que están seriamente preocupados por el auge de la extrema derecha, a leer este libro y a reflexionar sobre las valiosas conclusiones que plantea.
Pero, sobre todo, animamos a todas las lectoras y lectores a que llevemos a la práctica las conclusiones que se desprenden de las ideas plasmadas en las siguientes páginas por León Trotsky: transformar la riqueza de la teoría en el arma de la organización revolucionaria.