Cualquier persona sensible, y todavía más un revolucionario consciente, sentirá una honda impresión al leer esta obra de Kautsky. Muy probablemente establecerá un antes y un después en su pugna ardua y particular -que los marxistas debemos imponernos-, por conquistar la teoría, la compresión del desarrollo de la humanidad y de la lucha histórica de los oprimidos por su emancipación.
El texto adentra al lector en el mundo Antiguo pero de un modo completamente opuesto a la monotonía y superficialidad dominante en los manuales académicos sobre historia de Roma. Antes de explicar el origen y la evolución del movimiento cristiano el libro hace un profundo repaso sobre las bases sociales y económicas del Imperio Romano. Al tratar la sociedad romana de un modo vivo, con sus contradicciones, en su origen y en su decadencia, inevitablemente el lector encontrará paralalelismos sorprendentes con la actual situación del capitalismo y en particular del imperialismo estadounidense. Es interesante como Kautsky señala que, mucho antes de que las contradicciones económicas hicieran insostenible el sistema de dominación esclavista, el ambiente de decadencia y desmoralización había arraigado profundamente en la clase dominante, afectando a sus decisiones y comportamiento. En su conjunto esta obra es una profunda aplicación del materialismo histórico. Algunos pasajes incluso evocan la idea de la revolución permanente.
Antigüedad, cristianismo y lucha de clases
El libro sumerge el lector a la Antigüedad y también a la lucha de clases. Al final de la República la sociedad romana presenta "inmensas oposiciones sociales, muchos odios de clase y mucha lucha de clases, insurrecciones y guerras civiles, un deseo ilimitado de una vida diferente y mejor, así como la abolición del orden social existente". Ésta fue la atmósfera en la que se generó el cristianismo, el mayor movimiento de los oprimidos de la historia de la humanidad.
El cristianismo, en sus orígenes, era un movimiento comunista y predicaba un odio salvaje contra el rico. Es interesante remarcar, a modo de ejemplo, el evangelio de Lucas en el que el rico va el infierno y el pobre al seno de Abraham, "no porque el primero sea un pecador y el último un justo (...). El rico es condenado por la simple razón de que es rico". Kautsky hace numerosas e interesantísimas citas de textos cristianos en este sentido. En algunos de ellos Cristo aparece como una figura bastante alejada del personaje sumiso siempre dispuesto a ofrecer la otra mejilla: "Fuego vine a traer a la tierra: ¡y qué quiero, si ya está encendido! (...) ¿Pensáis que he venido a la tierra a dar paz? No; sino disensión (...) No he venido a traer paz, sino espadas". Sin comentarios.
El libro establece un punto de inflexión en el amplio movimiento de lucha contra la opresión romana: la destrucción de Jerusalén, el foco de resistencia más activo, en el año 69 d.C. Los dos siglos anteriores fueron de grandes y crecientes esperanzas en la revolución, mientras el Estado romano, inestable y desgarrado por conflictos internos, parecía que iba a derrumbarse en cualquier momento. La destrucción de Jerusalén destruyó también las expectativas de cambios profundos y abrió un periodo de estabilización del Imperio Romano, hechos que tuvieron un efecto en la comunidad cristiana. El cristianismo fue perdiendo su carácter rebelde hasta convertirse en una religión que predicaba la resignación y la creencia en un mundo mejor... en los cielos. Dice Kautsky: "...sería difícil encontrar alguna otra religión tan rica en contradicciones y en suposiciones irrazonables como la cristiana porque difícilmente otra religión surgió de elementos tan asombrosamente diferentes: el cristianismo fue transmitido por el judaísmo a los romanos; por los proletarios a los gobernante del mundo; por una organización comunista a una organización formada para la explotación de todas las clases".
Efectivamente, la religión cristiana acabó siendo un instrumento en manos de los opresores. Es muy interesante la descripción detallada que hace el libro del proceso interno de degeneración del movimiento cristiano, donde el control de las finanzas y de un aparato cada vez más desarrollado acaba en manos de una casta privilegiada y totalmente divorciada de los principios que dieron origen al movimiento.
Como ya es conocido, Kautsky también acabó traicionando al marxismo y al movimiento obrero de la forma más vergonzosa. Lenin y Trotsky se emplearon a fondo en rebatir sus sofisticadas y perniciosas manipulaciones. Eso no quita para nada el valor del libro.
El cristianismo debe su grandeza al poderoso impulso de las masas oprimidas contra la división de la sociedad entre ricos y pobres, pero se desarrolló en una fase de la humanidad en la que no había condiciones materiales para el igualitarismo. El movimiento fue usurpado por la clase dominante, que hasta hoy utiliza la religión como un modo de castrar y hacer inocuas las aspiraciones de las masas de un mundo mejor. Queremos un mundo mejor en la tierra, no en los cielos. Este texto es imprescindible para elevar la crítica a la religión al nivel que merece.