Los resultados de las elecciones en Holanda celebradas el pasado 16 de marzo han sido un duro varapalo para la coalición de gobierno entre el derechista Partido Popular (VVD) y el socialdemócrata Partido Laborista (PvdA). Entre ambos partidos han perdido 37 diputados, pasando de 79 a 42 escaños, lejos de los 76 de la mayoría absoluta. De los 37 escaños perdidos, 29 corresponden a la socialdemocracia.
El VVD a pesar de perder 8 parlamentarios sigue siendo el partido más votado con el 21,3% y 33 diputados. Ha conseguido mantenerse gracias a un discurso derechista y xenófobo, copiado literalmente del utilizado por la extrema derecha. Esta copia de argumentos y soflamas reaccionarias se agudizó tras los incidentes con el gobierno turco, después de la prohibición de entrada a Holanda de dos de sus ministros que iban a hacer campaña entre los emigrados tucos para defender el sí en el antidemocrático referéndum constitucional organizado por De esta manera el VVD logró a última hora arrancar votos a la ultraderecha holandesa y azuzar el sentimiento chovinista entre sectores de las capas medias que se han beneficiado de una cierta recuperación económica después de varios años de recesión.
La ultraderecha crece pero no tanto
En segunda posición ha quedado el ultraderechista Partido de la Libertad (PVV) liderado por Geert Wilders, con 20 escaños y 13,1% del voto. A pesar de sacar 5 diputados más que en las anteriores elecciones no se han cumplido las expectativas que tenían de ser el partido más votado. Wilders publicó durante la campaña electoral tweets de odio racista, incluido un vergonzoso llamamiento a “menos marroquíes” en Holanda. Su campaña consistió en visitas relámpago a un par de ciudades y no intentó organizar ni un sólo mitin de masas. Con frecuencia en sus actos había más presencia de personal de seguridad y prensa que seguidores del PVV.
Varios factores han actuado en su contra. En primer lugar la elevada participación, un 82%, 6 puntos más que en las anteriores elecciones y la mayor en 31 años, fruto de una campaña muy polarizada que ha movilizado de manera decisiva a la juventud hacia la izquierda. Otro factor es que en estas elecciones el PVV no era el único con un discurso anti-inmigración y xenófobo, tenía tres competidores más: el propio partido vencedor, los liberales de D66 y los Demócrata Cristianos (CDA).
Después del triunfo de Trump todas las miradas se giraron a Europa donde se esperaba el avance electoral de la ultraderecha en Holanda como antesala del posible triunfo de Le Pen en Francia. Que Wilders haya tenido unos resultados más pobres de los esperados no significa que el avance de la ultraderecha en Europa haya dejado de ser un peligro. La crisis económica persistente, la deslegitimación de las instituciones de la democracia burguesa, la falta de credibilidad de los partidos de la derecha tradicional y de la socialdemocracia, la profundidad de la polarización social y política…son un fenómeno común a todos los países europeos.
Derrumbe de la socialdemocracia
Pero los grandes perdedores de estas elecciones fueron los socios del VVD en el gobierno. La socialdemocracia (Laboristas) ha recibido un tremendo castigo por su coalición con la derecha y los ataques al estado del bienestar que ha aplicado la coalición. El PvdA ha sufrido la peor derrota de su historia, pasando de 38 a 9 diputados, del 24,8% al 5,7% de los votos. Su sumisión a la clase dominante holandesa y europea, y su apoyo entusiasta a las medidas de austeridad, ha supuesto la pérdida del 74,4% de su electorado y ahora es el séptimo partido en el parlamento. Es una prueba más de la bancarrota de la socialdemocracia y forma parte de la crisis general del reformismo que ha arrastrado al PASOK, al PSOE y el PS francés al mismo hoyo.
El ascenso de la Izquierda Verde
En las elecciones había opciones de izquierda con grandes posibilidades de rentabilizar el descontento social acumulado. El ex maoísta Partido Socialista tenía la oportunidad de incrementar su apoyo electoral ante la desilusión del electorado del PvdA. Finalmente no consiguió este objetivo y pasó de 15 a 14 diputados, muy lejos del histórico 16,6% que logró en las elecciones de 2006. En estos años de austeridad y ataques a las condiciones de la clase trabajadora la dirección del partido en lugar de ponerse al frente de la lucha y presentar una auténtica alternativa de izquierdas a los recortes, ha ido suavizando su programa y su mensaje para presentar una cara más respetable ante el electorado, sobre todo entre las clases medias. Además controlan muchos ayuntamientos y no han dudado en pactar con la derecha cuando les ha sido necesario.
El Partido de la Izquierda Verde (GL) ha sido el más beneficiado en estas elecciones, pasando del 2,3% al 8,9%, en total 14 diputados. Sin duda, la popularidad de su líder Jesse Klaver ha beneficiado al partido. En su programa además de defender la mejora del medioambiente ha denunciado la política de austeridad, exigido más dinero para educación y acabar con las desgravaciones fiscales a las empresas. Además ha sido el partido que ha respondido directamente a las propuestas del ultraderechista Wilders. Con esta campaña ha logrado movilizar a los jóvenes que han respondido masivamente al GL y convertirlo en el partido más votado en Ámsterdam.
Aunque el antiguo Partido Comunista fue uno de los cofundadores, el GL no tiene una política de clase y ha renunciado a hablar de socialismo. A los trabajadores no les entusiasma demasiado. Una de las razones es que durante años el GL ha formado parte del establishment político (de hecho sumo sus votos a la derecha en el parlamento para permitir enviar tropas holandesas a Afganistán), y muchos trabajadores holandeses, que han experimentado los efectos de la globalización y el neoliberalismo, les deja indiferentes la noción de “progreso” bajo el capitalismo defendida por el GL.
La nueva formación de gobierno se producirá bajo la dirección del VVD porque a pesar de su pérdida de apoyo sigue siendo el partido más votado. Necesitará del apoyo de las otras formaciones de la derecha, pero va a ser una tarea difícil. Todas las coaliciones posibles tienen la desventaja de que habría que llegar a compromisos muy complicados, por esa razón no se pueden descartar unas nuevas elecciones. Esta posibilidad preocupa al VVD porque podría favorecer a Wilders y crear una nueva crisis.
Los problemas apremiantes a los que se enfrenta la clase obrera y la juventud en Holanda, bajos salarios, falta de seguridad en el empleo, pobres condiciones laborales, altos alquileres, elevados costes sanitarios, un transporte público caro y limitado, problemas medio ambientales, altos costes educativos, etc., no se solucionarán con este resultado electoral. Una nueva etapa de polarización y lucha de clases sacudirá Holanda.