¡Fuera los tories del gobierno!

En la madrugada del 14 de junio, el incendio de una nevera en la cuarta planta de la Torre Grenfell en Kensington, al oeste de Londres, se extendía como la pólvora por todo el edificio. Comenzaba el infierno para las más de cien familias que vivían en estos pisos de protección oficial (en medio de una de las zonas más ricas de Londres), y que se ha saldado con al menos 80 muertos y desaparecidos. Todos ellos atrapados en un edificio que ni siquiera contaba con aspersores de agua y que tenía una sola salida. No sólo eso, sino que se “embelleció” la fachada utilizando materiales baratos e inflamables (600 edificios de viviendas públicas pueden haber sido revestidos con el mismo material). Una masacre de familias pobres, asesinadas por la política de recortes del gobierno tory.

Desprecio del gobierno, solidaridad de la población

El esfuerzo y valentía de los servicios de emergencia, bomberos, ambulancias y de los vecinos tratando de ayudar y salvar todas las vidas posibles contrasta con la actitud de la primera ministra Theresa May y su gobierno. Mientras los primeros arriesgaban sus vidas para poner fin a aquel espanto, May se desplazaba al día siguiente al edificio carbonizado evitando encontrarse con las víctimas.

Desprecio, desprecio y más desprecio, eso es lo único que los portavoces políticos de los ricos ofrecen a las familias pobres. Sus recortes en los últimos años han asfixiado las políticas de vivienda municipal, vendiéndolas o entregando su gestión a manos privadas para hacer grandes negocios a costa de poner en peligro mortal a sus inquilinos. ¿Qué más da la voz de los profesionales que han venido alertando de los peligros existentes, cuando parte importante del gobierno tiene intereses económicos particulares en el sector inmobiliario? ¿Qué más da, si el número dos del ayuntamiento tory de Kensington, miembro del gabinete de vivienda gubernamental, vive en una gran mansión y presume de tener la fuente con el chorro de agua más alto de Gran Bretaña?

Desprecio y miseria de un gobierno que ha recortado 550 bomberos en Londres, con el correspondiente cierre de 10 estaciones, a la vez que ha reducido su equipamiento. Un gobierno, que mantiene el sistema nacional de salud (NHS) al borde del colapso y bajo amenaza constante de nuevos recortes: por ejemplo, pretende reducir en un 13% la capacidad de uno de los hospitales que atendió a las víctimas de Grenfell.

Theresa May contra las cuerdas. ¡Hay que echarles!

Una semana escasa tras las últimas elecciones en Gran Bretaña, la situación se ha puesto muy difícil para el gobierno. Tras el shock inicial, las movilizaciones habidas desde el viernes 16 han vuelto a poner encima de la mesa la rabia, furia e indignación contra el gobierno conservador, que en los últimos años ha llevado a la sociedad británica a soportar la mayor desigualdad en décadas. De hecho, la pírrica victoria de los tories (con apenas dos puntos de diferencia) frente al candidato laborista Jeremy Corbyn, en las elecciones del pasado 8 de junio, refleja que ha sido este último el auténtico ganador moral de la jornada electoral.

No hay que olvidar que la convocatoria de elecciones anticipadas, anunciada por Theresa May el pasado 18 de abril, pretendía aumentar su mayoría parlamentaria y dotarse de una mayor legitimidad social para llevar adelante las negociaciones del Brexit y seguir aplicando sus políticas de austeridad. Lo que ha conseguido es justamente lo contrario: perder la mayoría parlamentaria —pasando de 330 parlamentarios a los 318 actuales— viéndose abocada a negociar con la extrema derecha (el DUP, unionistas norirlandeses) para alcanzar un acuerdo que les permita gobernar en minoría1.

Sin duda será un gobierno débil, que tendrá que enfrentarse al movimiento de los trabajadores y la juventud. El 1 de julio tendrá la primera respuesta contundente en las calles, en la manifestación que hay convocada en Londres contra el gobierno, y que se prevé sea de cientos de miles. Echar a May y a los tories es ahora la prioridad. Hasta cuándo podrá resistir este gobierno está por ver, pero su posición pende de un hilo y el movimiento ya se ha puesto en marcha.

Apoyo de masas al programa antiausteridad de Corbyn. ¡Todos a las calles el 1 de julio!

Las preocupaciones del ejecutivo están más que motivadas. El avance fulgurante de Corbyn en la pasada cita electoral ha supuesto un terremoto, no sólo entre los conservadores sino en el seno del laborismo. El aparato sigue estando en manos de la derecha blairista, la misma que hace sólo un año aprobó con un 70% de los votos una moción de censura contra su ahora secretario general.

La socialdemocracia británica, que apoyó la intervención imperialista de Iraq, que aprobó contrarreformas laborales y giró tanto a la derecha que desencantó a su tradicional base social dándole el gobierno de nuevo a los tories, está en cri­sis total. Algunos destacados miembros del laborismo han llegado a decir durante la campaña que esperaban que ésta fuera el final de Corbyn. Querían que se estrellase, y no contaban con lo verdaderamente importante: el apoyo masivo que ha despertado el programa antiausteridad de Corbyn (el más a la izquierda desde los años 70) entre la juventud y la clase trabajadora, parte importante de la cual había dejado de votar al laborismo en anteriores elecciones, totalmente desen­cantada. Si cuando se anunciaron las elecciones la intención de voto a Corbyn era del 23% y terminó alcanzando el 40% ha sido única y exclusivamente por el efecto electrizante que ha provocado una campaña con cientos de mítines abarrotados en los que ha presentado su Manifiesto2.

Y no es para menos pues, más allá de sus limitaciones, recoge algunas de las demandas esenciales del movimiento que le ha aupado a liderar el Partido Laborista, haciendo frente a la guerra sin cuartel que le ha declarado el aparato blairista. El mismo movimiento que ha llenado las calles de las principales ciudades en defensa de la sanidad pública o contra la subida de las tasas universitarias desde 2010. Ahora es el momento de dar la estocada final a los tories.

La convocatoria para congregar a un millón de personas en Londres el 1 de julio será un nuevo y duro golpe al gobierno May. Pero no puede quedar ahí. Ahora más que nunca es importante mantener y ampliar la movilización e impulsar una gran acción huelguística coordinada que obligue al gobierno a convocar nuevas elecciones inmediatamente.

  1. El 26 de junio se cerraba el acuerdo con el DUP, que recibirá 1.000 millones de libras, en dos años, para Irlanda del Norte.
  2. Entre otros puntos, destaca la defensa de la nacionalización de la industria energética, de varias empresas de agua, de los ferrocarriles y correos, la eliminación de las tasas universitarias, el aumento del gasto público en sanidad, educación y vivienda sufragado con un aumento de los impuestos a las grandes rentas, la subida del salario de los funcionarios y del salario mínimo de 7,5 a 10 libras la hora, y la lucha contra el racismo y las políticas migratorias.

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