El voto masivo a favor del Brexit ha provocado una crisis devastadora en la clase dominante británica que no deja de agudizarse. Los dos principales partidos están profundamente divididos y la posibilidad de que se escidan es muy real. A su vez, esta crisis también está azuzando la cuestión nacional en Escocia e Irlanda, socavando los fundamentos, y hasta las fronteras, del “Reino Unido”. Se trata de la crisis más explosiva del capitalismo británico en décadas.
La pugna por el Brexit “suave”
La inmensa mayoría de la clase dominante británica se opuso enérgicamente al voto a favor de la salida de la Unión Europea. Mientras para la clase trabajadora, la UE ha sido una herramienta clave en la ofensiva neoliberal contra el empleo, los derechos laborales y las condiciones de vida, para la clase dominante ha sido y es un instrumento útil e importante para acceder a mercados claves y para imponer la legislación antiobrera comunitaria.
Por esta razón, la posición de los capitalistas británicos es la de concretar un Brexit lo más parecido posible a la permanencia en la UE, el llamado Brexit “suave”. Eso implicaría una salida formal, pero la permanencia en la Unión Aduanera y la aceptación de que las reglas neoliberales de la Unión Europea se seguirán aplicando en el Reino Unido.
Pero los representantes políticos de la clase dominante están muy divididos. En el Partido Conservador, mientras la primera ministra, Theresa May, se ha posicionado claramente a favor del Brexit “suave”, la derecha dura del partido, con Boris Johnson como figura más destacada, defiende un Brexit “duro”, en sintonía con las bases del partido, y se han plantado frontalmente. De hecho, en julio, Johnson encabezó una cadena de dimisiones del gabinete de May.
En este contexto, el problema fundamental de la clase dominante ni siquiera es conseguir un acuerdo con la Unión Europea que les satisfaga, sino que su propio Gobierno lo apruebe, algo que parece cada vez más difícil.
Por otra parte, las potencias europeas tampoco parecen apoyar un Brexit “suave”. Con la sombra de una nueva crisis en el horizonte, sobre todo con la llegada al poder del Gobierno populista de derechas en Italia y las brechas abiertas por su incapacidad de dar respuesta a la terrible crisis humanitaria de los refugiados, cualquier acuerdo con el Reino Unido que no penalice visiblemente su decisión de salir de la UE genera un gran temor ante un posible contagio, que podría acelerar la fragmentación de la eurozona.
Nuevo movimiento ‘blairista’ contra Corbyn
Desde hace tiempo la primera ministra ha sido considerada una “muerta viviente”, sobre todo tras fracasar en su intento de convocar elecciones generales anticipadas en 2017. Los únicos motivos por los que sigue en el cargo son: la ausencia de un dirigente alternativo con la autoridad suficiente para mantener unido al Partido Conservador en el proceso de salida de la UE y, por otro lado, que el otro partido en el que la clase dominante se ha basado, el Partido Laborista, no les ofrece actualmente las suficientes garantías. La idea de tener a Jeremy Corbyn conduciendo el barco del capitalismo británico en un momento tan tormentoso es su peor pesadilla.
Este es el contexto y el motivo fundamental de la nueva ofensiva burguesa contra Corbyn. Las asociaciones ultraderechistas de la comunidad judía en el Reino Unido, los medios de comunicación y el ala blairista del laborismo están acusando a Corbyn de antisemita por “atreverse” a criticar el terrorismo de Estado practicado por el Estado de Israel. Esta maniobra refleja el carácter totalmente reaccionario de los blairistas y su negativa a aceptar la consolidación de Corbyn como dirigente del partido, así como la desesperación de la clase dominante por eliminarle y retomar el control total del Partido Laborista.
Corbyn cometió un grave error durante el referéndum del Brexit en 2016. Cedió a la presión de los blairistas y abandonó su postura de izquierdas histórica de oponerse al club neoliberal de la Unión Europea. Sin embargo, desde entonces ha defendido la necesidad de ejecutar la voluntad expresada por el pueblo de salir de la UE, oponiendo al Brexit tory (sea “duro” o “suave”) un Brexit en el que se defiendan los intereses de la mayoría y la conquista de nuevos derechos sociales.
Por su parte, los blairistas están mucho más en la línea del Brexit “suave”, y son fieles aliados de May y la rama más proeuropea de los tories. De hecho, está implícita la posibilidad de un realineamiento político: los blairistas convergiendo con el ala pro UE de los tories, en un intento de salvar la posición del capitalismo británico. Este desarrollo dinamitaría totalmente los cimientos ya débiles del bipartidismo tradicional británico.
¿Un segundo referéndum?
Destacados dirigentes blairistas, como Chuka Ummuna y otros, están promoviendo una campaña a favor de un nuevo referéndum, que va ganando cada vez más adeptos tanto en los medios de comunicación como entre los tories. No se puede descartar que, si continúa la situación de impás actual, esta posición acabe imponiéndose como la apuesta de la clase dominante y sus representantes en ambos partidos. Es una propuesta que recuerda el ejemplo de Irlanda, cuando el pueblo trabajador votó en dos ocasiones contra los tratados de la UE capitalista, y simplemente fue obligado a votar otra vez hasta conseguir el resultado deseado por el gran capital.
El Socialist Party, tanto en Inglaterra y Gales como en Escocia, defendemos que el “voto popular” que hace falta no es un segundo referéndum sobre el Brexit, sino unas elecciones generales que podrían servir para echar de una vez al Gobierno podrido y antiobrero de los tories. En unas elecciones generales, un Partido Laborista dirigido por Corbyn y con un programa que defienda un Brexit basado en la defensa de los derechos sociales, unas condiciones de trabajo dignas, en definitiva un Brexit socialista e internacionalista, podría ganar y cambiar totalmente el rumbo de la situación.
Para llevar a cabo esta política los corbynistas deben abandonar la línea de pasividad y rendición ante los constantes ataques del blairismo, y basarse en el apoyo, combatividad y movilización de su base, centenares de miles de jóvenes y trabajadores, para transformar el Partido Laborista en un partido democrático de los trabajadores, echando a los blairistas a través de la selección democrática asamblearia de candidatos, y abriendo el partido de nuevo a todos los individuos y organizaciones expulsados por defender una política socialista consecuente, incluyendo al Socialist Party.