El 26 de agosto fue asesinado un hombre de 35 años en la ciudad de Chemnitz, en el estado oriental de Sajonia. Dos hombres, un sirio y un iraquí, fueron detenidos por este crimen, lo que fue aprovechado por nazis y populistas de derecha para instrumentalizarlo. Se dijo que el desencadenante de la pelea fue una agresión contra varias mujeres alemanas. El periódico Bild, en particular, difundió con entusiasmo la historia de un asalto a mujeres, que tres alemanes intentaron evitar. Pero ni siquiera la policía pudo sostener esta versión. Todo fue un bulo para provocar una atmósfera de pogromo. Y así fue.

Connivencia del aparato del Estado con la ultraderecha

Apenas unas horas después del crimen, grupos nazis como Kaotic Chemnitz y NS Boys, y el partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD), llamaron a manifestarse a través de las redes sociales. Alrededor de 1.000 personas asistieron a la protesta, que pronto vio a migrantes y antifascistas agredidos y perseguidos sin que la policía hiciera nada por impedirlo. Al día siguiente más de 5.000 personas, algunas de fuera de la ciudad, se congregaron en Chemnitz. Las imágenes fueron impactantes: agresiones a inmigrantes, ataques a periodistas, lanzamiento de botellas y piedras a quienes fueron a oponerse a dicha protesta... todo ello aderezado con saludos hitlerianos y esvásticas, supuestamente prohibidas por ley, pero que no tuvieron ningún problema en blandir ante la inacción policial.

No se trata de un caso aislado. La simpatía y la connivencia del aparato del Estado y las instituciones alemanas con los fascistas han quedado retratadas. El jefe de los servicios secretos alemanes, Hans-Georg Maassen, puso en duda la veracidad de un vídeo en el que se veía la persecución de neonazis a extranjeros. Tras la polémica fue cesado por Merkel, pero para nombrarlo secretario de Estado de Interior. Por su parte, el primer ministro de Sajonia, miembro de la conservadora CDU, minimizó la violencia ultraderechista y respaldó la actuación policial. Ciudades sajonas como Heidenau, Bautzen, Freital y Colditz son lugares conocidos por ser el escenario de constantes ataques racistas, incluyendo incendios y asaltos a albergues de solicitantes de asilo. En ninguno de estos casos la policía ha actuado. La tolerancia con la extrema derecha contrasta con el masivo despliegue de fuerzas del orden contra las protestas de la izquierda.

Tampoco se actúa contra los miembros de AfD, cuyos representantes en el Bundestag tuitean con total impunidad mensajes del tipo: “¡Hoy es un deber de los ciudadanos detener la letal ‘migración de cuchillo’!”, o “El problema no son las protestas pacíficas de los valientes de Chemnitz contra migrantes musulmanes criminales, ¡son las violaciones y los asesinatos de inmigrantes ilegales, la violencia migratoria!”.

Demagogia contra los inmigrantes

Desde que en octubre de 2014 se fundara en Dresde el movimiento racista y antimusulmán Pegida sus acciones han sido constantes. El posterior éxito electoral de AfD en las legislativas de septiembre de 2017 —convirtiéndose en tercera fuerza parlamentaria, con un 12,6% de los votos, y en el principal grupo de oposición al gobierno CDU-SPD—, junto con sus discursos y declaraciones racistas, ha dado alas y envalentonado a los grupos y activistas de la extrema derecha. Un claro ejemplo han sido las manifestaciones de finales de agosto en Chemnitz, al grito de “Fuera los extranjeros. Alemania para los alemanes”.

Nada de esto es ajeno al descontento social y la polarización política creciente, que arraiga en la crisis económica —que también azota al capitalismo alemán—, en la crisis de los partidos que tradicionalmente han sustentado el sistema y, por supuesto, en la incapacidad de la socialdemocracia y el reformismo de ofrecer una alternativa real a los problemas cotidianos de millones de trabajadores.

El banderín de enganche elegido por AfD para capitalizar todo esto ha sido criminalizar y señalar al extranjero como la fuente de todos los problemas. Esto en un país al que desde 2015 ha llegado un millón y medio de refugiados, y en un contexto en el que la desigualdad y el empobrecimiento de la población alemana se están profundizando: casi tres millones de niños viven gracias a la ayuda social, en la última década se ha consolidado el fenómeno del trabajador pobre, fruto de la precariedad laboral que sufren más de tres millones y medio de alemanes… Una situación aún peor se vive en la antigua Alemania oriental, donde la mitad de los hogares reciben ayudas públicas. Y es aquí donde AfD con su demagogia nacionalista y populista obtiene sus mejores resultados. Según las encuestas, si hubiera elecciones hoy la ultraderecha sería la fuerza más votada en el este, con el 27% de apoyo.

Hay que levantar un amplio movimiento antifascista

La otra cara de esta situación son las decenas de miles de jóvenes y trabajadores alemanes que están movilizándose intensamente contra los fascistas. Desde la primavera, y especialmente este verano, se han sucedido protestas contra las políticas cada vez más restrictivas hacia los refugiados, y contra las acciones de AfD. El 27 de mayo, Alternativa por Alemania fracasó en su intento de reunir a 10.000 personas en una marcha nacional a Berlín, juntando a la mitad. Muy por debajo de sus expectativas y de los más de 70.000 contramanifestantes que salieron a la calles, convocados por distintos movimientos, asociaciones, partidos de izquierda y sindicatos, bajo lemas como “solidaridad en lugar de racismo” o “nunca más”, en alusión al nazismo. El 7 de julio, hubo 12.000 manifestantes en Berlín y miles en otras ciudades contra de la criminalización de las organizaciones que realizan labores de rescate en el Mediterráneo; el 13 de julio otras 8.000 salieron en Colonia; y el 22, alrededor de 50.000 participaron en Múnich en una marcha con la consigna “Basta de instigación”.

El impacto causado por las imágenes de las cacerías en Chemnitz ha vuelto a levantar una gran oleada de indignación y protestas, empezando por importantes contramanifestaciones durante las jornadas de agosto. Los compañeros de SAV [organización hermana de Izquierda Revolucionaria en Alemania] jugamos un papel destacado organizando el 30 de agosto una protesta en Berlín-Neukölln con 10.000 personas. También han sido muy importantes las manifestaciones en Hamburgo, que reunieron el 2 de septiembre a 16.000 personas, y tres días más tarde a 10.000 antifascistas; la de Colonia con 10.000 el 16 de septiembre o la de Frankfurt con 8.000 participantes contra la visita del ministro de Interior, el racista de la CSU Seehofer... Pero, lo más destacado ha sido el gran concierto de solidaridad celebrado el 3 de septiembre en Chemnitz con 65.000 participantes. Y se preparan ya grandes manifestaciones para el 3 de octubre en Múnich —contra la instigación racista y contra la nueva y más represiva ley policial bávara—, y una manifestación nacional el domingo 13 de octubre en Berlín contra la ultraderecha.

Este es el camino. Los sindicatos, Die Linke y los movimientos sociales tienen la responsabilidad de impulsar un amplio movimiento en las calles, en cada centro de trabajo, barrio, escuela y universidad para defendernos de la violencia ultraderechista. No podemos confiar en el Estado capitalista, en la policía y el poder judicial, sino que jóvenes y trabajadores, nativos y extranjeros, debemos basarnos en nuestras propias fuerzas. Hay que vincular la lucha contra el racismo y las deportaciones con la defensa de una sanidad y educación públicas de calidad, viviendas accesibles y trabajo digno para todos, contra las políticas capitalistas responsables del empobrecimiento de la población, del paro y la sobreexplotación y de las guerras imperialistas. Esta es la forma de socavar el apoyo que AfD ha conseguido.

banneringles

banneringles

banner

banner

banner

banneringles

banneringles

bannersindicalistas

bannersindicalistas