Desde hace más de un mes, el 17 de noviembre, Francia vive una rebelión que parece imparable. Una oleada masiva de protestas muy visibles ha recorrido el país, al principio, contra el aumento del impuesto al diesel, pero rápidamente se convirtió en una rebelión de los oprimidos contra ‘el presidente de los ricos’, Emmanuel Macron.

La noche del 10 de diciembre, después de un día de conversaciones entre los líderes sindicales, empresariales y el gobierno, el presidente más impopular rompió su silencio para dirigirse a la nación y aceptó que había ‘molestado’ a la población. Confirmó la retirada del aumento del impuesto al combustible, anunció un paquete de 10.000 millones de euros que incluía un aumento del salario mínimo de 100 euros, la revisión de los gravámenes a las pensiones, disminución del pago de impuestos por las horas extras y animó a los empresarios que están en mejores condiciones a pagar un pequeño bono navideño a sus trabajadores ¡si podían pagarlo!

El cocodrilo superior, Macron, derramó algunas lágrimas, pero no habló de revertir los masivos recortes de impuestos que ha regalado a los super-ricos desde los primeros días de su corto ‘reinado’. Una representante de los chalecos amarillos, Laetitia Dewalle, invitada como comentarista al principal canal público de televisión, France 2, exclamó: “¡Por supuesto que no es suficiente!” Y añadió, “Si ha estado desaparecido durante diez días obviamente fue para tomar lecciones de interpretación”. “¿Por qué debería escucharle?” dijo alguien que miraba la transmisión “¡Él no nos escucha!”

Al día siguiente, el martes 11 de diciembre, hubo una nueva oleada de protestas, incluidas duras batallas entre los policías y los manifestantes, con la movilización de un gran número de estudiantes. A partir de ahora se pueden abrir varios escenarios.

¡Macron dimisión!

Macron y su partido La Republique en Marche sólo llevan en el poder dieciocho meses. Con variadas formas, caracterizado como Júpiter o Napoleón, cada manifestación ha exigido su renuncia. Algunos manifestantes más veteranos que vivieron la revolución de 1968 recordaban el momento en que el destino del General de Gaulle pendía de un hilo. Otros tranquilamente hacían referencia a ¡cómo acabó Luis XVI en la revolución de 1789!

Esto no es todavía una revolución, sino un levantamiento muy decidido de los sectores más necesitados y privados de la población, especialmente del medio rural. Aunque cada vez ha encontrado un eco más grande entre capas de la heroica clase obrera de Francia.

Los ‘invisibles’ se han vuelto visibles con los chalecos amarillos, el uniforme del movimiento. Sus tranquilos bloqueos de carreteras y peajes en todo el país se han convertido en la característica novedosa, bien afianzada, de esta revuelta.

El aumento del impuesto al diesel, una forma barata de recoger dinero por parte del gobierno y al mismo tiempo aparentar que cuida el medioambiente, fue la gota que colmó el vaso en la sociedad francesa, que ha visto cómo sus niveles de vida se han ido reduciendo hasta niveles de pobreza. A  medida que crecían las protestas, que incluyen personas de todas las tendencias políticas y de ninguna, también lo hacían sus demandas. En la cuarta semana informaron que tenían un escrito con “sugerencias para acabar con esta crisis”.

Bajo el título de ‘Economía/Trabajo’ habla de aumentar un 40% el salario mínimo, las pensiones y los beneficios, de ‘contrataciones masivas’ en el sector público, de 5 millones de nuevas viviendas.

Bajo el título de ‘Política’, Francia debería abandonar la UE, revertir todas las privatizaciones, quitar todos los radares ‘inútiles’ (!), reforma educativa. Bajo ‘Salud/Medioambiente’ exige una garantía de 10 años para acabar con la obsoleta planificación, prohibir alimentos transgénicos, pesticidas cancerígenos, el monocultivo y reindustrializar Francia para reducir la contaminación.

Bajo ‘Geopolítica’ quieren sacar a Francia de la OTAN y terminar con las guerras en el extranjero, detener el saqueo del África francófona… ¡en general tienen propuestas que cubren a todos y todo!

¿Quién está involucrado?

A las protestas se unieron trabajadores, también en los bloqueos y en las manifestaciones de París y el resto del país. Han inspirado a los jóvenes y trabajadores al otro lado de la frontera en Bélgica y en otras partes, que han tenido ya suficiente austeridad y gobiernos de los ricos. El movimiento, especialmente si consigue una victoria importante, podría extenderse a Europa y más allá. ¡Muchos trabajadores y jóvenes sienten envidia de la inclinación del pueblo francés a ejercer su derecho constitucional a la revuelta! El dictador egipcio, el general Sisi, ha prohibido la venta de chalecos amarillos e incluso en la ciudad iraquí de Mosul parece que tienen su propia  protesta de chalecos amarillos.

Los jóvenes entran en la lucha

El 10 de diciembre el ‘levantamiento’ cobró un nuevo impulso cuando estudiantes de ciento institutos organizaron bloqueos y se unieron a la lucha. Los estudiantes están furiosos ante las llamadas ‘reformas’ que les niegan el derecho a entrar la universidad sin restricciones. Su entrada en la escena sin duda fue un factor de peso para las concesiones anunciadas el 11 de diciembre por el primer ministro Phillippe.

Luego llegaron las impactantes escenas que se convirtieron en virales de estudiantes de secundaria de rodillas, con las manos atadas detrás de la cabeza y policías completamente armados vigilándolos. Esta imagen provocó una ola de furia que llegó más allá de las fronteras de Francia. En muchas de las manifestaciones del sábado pasado se recreó la escena de policías armados frente a niños en las plazas de ciudades y pueblos del país.

Al principio, los chalecos amarillos eran mayoritariamente clase media empobrecida y capas pobres de la población, alejada y alienada de lo que veían como la burguesía mimada de la capital. Cuando las manifestaciones del sábado en París terminaron con violentos enfrentamientos y la quema de algunos símbolos de la vida lujosa, los manifestantes comentaban a los medios de comunicación: “¡Nosotros no realizaríamos una acción de este tipo pero nos gustan los resultados!”

La naturaleza plebeya de las capas originalmente implicadas en este movimiento encuentra su expresión en la hostilidad a los complacientemente ricos, los ‘BoBo’ o ‘bohemios burgueses’ de París, y de otras partes, de los que ellos están alejados. El presidente, que es visto como un representante de esta gente y no de la mayoría de la población, se ha hundido en las encuestas más que cualquier otro presiente anterior. Tiene un apoyo del electorado inferior al 24% de los que le votaron en la primera ronda de las elecciones presidenciales de 2017.

Su partido está fracturado, su gobierno ha ‘perdido’ ya seis ministros. Podría sacrificar a su primer ministro, como han hecho otros presidentes cuando se han enfrentado a una revuelta contra su gobierno. Macron está desesperado y su cabeza vale muy poco.

Características de una revolución

El brutal uso de la fuerza del Estado en muchos lugares contra los manifestantes, sólo ha aumentado la determinación de los manifestantes a luchar hasta el final. La capa dirigente de la sociedad está confusa sobre cómo proceder. Las capas media ya están involucradas. Las fuerzas del estado están sobrecargadas y están listas para la deserción.

Lo que falta es una movilización de masas de la fuerza más poderosa de la sociedad, la clase obrera en las fábricas, los almacenes, las gasolineras, las oficinas, las escuelas y los hospitales. Todos estos trabajadores ya han expresado sus agravios contra sus empresarios o el gobierno, o contra ambos. Muchos han estado involucrados en huelgas y luchas decididas y dispersas.

El Comité por una Internacional de Trabajadores se basa en el principio de que la única fuerza que puede llevar a una victoria decisiva y duradera sobre el sistema capitalista es la clase trabajadora con una dirección clara y revolucionaria. Todavía estos factores están ausentes.

La federación sindical más grande en Francia, la CGT, este viernes convocó tardíamente huelgas y manifestaciones y existen las condiciones para la convocatoria de una huelga general, incluso sin un llamamiento desde arriba, como sucedió en 1968. Otra alternativa podría ser una acción limitada pero exitosa como fue la movilización de dos millones de trabajadores del sector público en huelga que tomaron la calles en 1995 que derrotaron las “reformas” de las pensiones de Jacques Chirac (y provocó la dimisión del primer ministro Alain Juppe). Ahora la estrategia (por ambos lados) podría ser dar un margen de respiro en el período navideño antes de otra ronda de luchas en el Año Nuevo.

Ocurra lo que ocurra está claro que esta batalla contra Macron y sus ricos seguidores no ha terminado.

Jean-Luc Melenchon, líder de Francia Insumisa y el candidato de izquierdas que logró 7 millones de votos en la primera ronda de las últimas elecciones presidenciales, convocó protestas para converger en Paris y otras ciudades con las manifestaciones del sábado. Habla de continuar con la revolución ciudadana pero no hace propuestas concretas para organizar el movimiento.

Programa y dirección

Las fuerzas del CIT en Francia, Gauche Revolutionnaire, están participando activamente en el movimiento, en los bloqueos, en los liceos y en las protestas de masas. Han editado un número especial de su periódico ‘Egalite’ que llama a la huelga general de 24 horas como el paso siguiente para una movilización que pueda derribar a este odiado gobierno.

Alimentado por un movimiento inspirador sin duda el apetito ha aumentado. Es difuso, pero la naturaleza de las reivindicaciones claramente reflejan el peligro que existe en una sociedad con unos niveles abruptos de desigualdad, con el aumento de la vasta riqueza en la parte superior y sacrificios cada vez más grandes de la clase obrera y los pobres.

Una característica de este movimiento han sido los comentarios generalizados de capas previamente cómodas de la clase media que ahora se encuentran en las filas de la clase trabajadora. Marx y Engels explicaron exactamente el desarrollo de este proceso durante las crisis del capitalismo en El Manifiesto Comunista  publicado hace ciento setenta años. Estados de ánimo y sentimientos similares se encuentran en gran parte detrás del crecimiento del populismo tanto en su variedad de derechas como de izquierdas en otros países, junto con la hostilidad post-estalinista que aún sobrevive hacia la organización de partidos o las preocupaciones de hacer política de arriba hacia abajo. Eso significa que el movimiento es difuso. Estar sin líder es una ventaja, en algunos aspectos, pero un obstáculo para la toma de decisiones democráticas y el desarrollo de cuadros y una dirección.

La dirigente de extrema derecha, Marine le Pen, culpó a la globalización y la inmigración de la crisis en la sociedad francesa. Algunas de las protestas originalmente podían expresar estos sentimientos, pero estas ideas fueron desplazadas por el estado de ánimo de la lucha en común contra el gobierno.

Ahora los chalecos amarillos son verdaderamente un movimiento de ‘tous ensemble’ (todos juntos). El elemento crucial que puede convertir este masivo grito de rabia en una fuerza transformadora de la sociedad, en líneas socialistas, es un partido que tenga esta idea y un objetivo claro, no sólo de nombre y desprovisto de todo significado, como el desacreditado Partido Socialista en Francia. El Partido Comunista francés no tiene el apoyo del pasado, cuando era un partido de masas de la clase obrera. Pero eso también significa que no puede jugar el papel de 1968 de un enorme freno del movimiento obrero cuando éste estaba a punto de tomar el poder.

Lucha socialista

Una de las características del movimiento actual es que parece no tener líderes y, por lo tanto, nadie a quien el gobierno pueda convencer de que desconvoque la acción. Tiene portavoces, como Benjamin Cuachy, quien declara que el movimiento no quedará satisfecho con las migajas y que quiere la baguette entera.

Como socialistas diríamos, ¿Por qué no la panadería? Macron puede “sacrificar” a su primer ministro. Puede incluso verse obligado a dimitir. Se  pueden convocar nuevas elecciones. Pero cualquier gobierno que se mantenga a cargo de una economía donde los altos mandos de control están en gran parte en manos de propietarios privados volverá, una y otra vez, a hacer que los trabajadores y los pobres paguen sus crisis recurrentes.

Nosotros diríamos ‘Ahora que sentís vuestro poder. ¿Por qué no vincular comités representativos elegidos a nivel local, regional y nacional para deshacerse del gobierno?’ Jean-Luc Melenchon defiende una Asamblea Constituyente. ¿Por qué no una asamblea revolucionaria, con representantes elegidos democráticamente, a todos los niveles, incluidos de asambleas en centros de trabajo, oficinas, escuelas, barrios y fábricas?

Tales comités de lucha de masas podrían convertirse en un gobierno de trabajadores y pobres. Pueden tener como programa todas las demandas del movimiento y tomar la propiedad pública de los grandes bancos y principales empresas, el ‘CAC 40’, que forman la base del capitalismo francés (y donde los amigos de Macron obtienen con facilidad su riqueza. Las consignas de la revolución de 1789, ‘Igualdad, libertad y fraternidad” sólo pueden asegurarse sobre la base del socialismo.

Como dice la edición especial del periódico de Gauche Revolutionnarire, el movimiento francés necesita vincular la lucha inmediata por el salario mínimo, la recuperación de los impuestos a los super-ricos, una inyección de miles de millones en educación, sanidad y medio ambiente con la lucha por el socialismo. Esto significa luchar por una sociedad que es “planificada de modo democrático y ecológicamente para satisfacer las necesidades de todos y no los beneficios de un puñado de super-ricos… una sociedad verdaderamente democrática, fraternal y tolerante, libre de guerras, pobreza racismo y sexismo”.

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