El pasado 5 de septiembre juraban el cargo ante el presidente de la República los ministros del nuevo Gobierno formado por el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) de Di Maio y el Partido Democrático (PD) 1. De esta manera, un sector de la burguesía italiana ha tratado de resolver una crisis política profunda, alimentada por la mala situación económica del país y el enfrentamiento con la Unión Europea (UE), y que estalló en agosto con la puesta en marcha de una moción de censura por parte del líder de la Liga, Matteo Salvini. Esta iniciativa provocó la ruptura de la alianza entre el M5S y la Liga tras 14 de meses en el poder y la dimisión del primer ministro Giuseppe Conte.

Cinco días después, como si de una comedia de alcoba se tratase, Giuseppe Conte era investido nuevamente como primer ministro, esta vez con el apoyo de los diputados del PD, y se abortaba la posibilidad de unas elecciones anticipadas. El nuevo gobierno ha contado con el aval entusiasta de la prensa internacional —que ha destacado su “europeísmo”—, de los grandes fondos de inversión que tanto tienen que perder con una nueva recesión en Italia, y de las principales instituciones capitalistas. Pero este nuevo giro en la política del país refleja, ante todo, la profunda crisis institucional, política, social y económica que sufre el decadente capitalismo italiano.

Salvini en ascenso

El objetivo de Salvini impulsando esta moción de censura contra su propio Gobierno era que se convocasen elecciones anticipadas y obtener una contundente victoria, como auguraban todas las encuestas, que le permitiera convertirse en primer ministro. Sin embargo, la maniobra ha derivado en su salida del Gobierno.

La Liga, con su programa ultraderechista y propatronal, y desplegando una campaña antiinmigración y racista muy agresiva basada en el lema “Italia lo primero”, obtuvo más del 17% de los votos en marzo de 2018, los mejores resultados de su historia. Desde entonces, Salvini se ha beneficiado totalmente de la falta de oposición por parte del PD y el principal sindicato obrero italiano, la CGIL.

Como ministro de Interior ha atizado una violenta retórica xenófoba, aplicando una línea dura de represión y cierre de fronteras —como vimos este verano durante la crisis del Open Arms y el Ocean Viking—. Frente al discurso hueco del europeísmo y la defensa de los valores “democráticos” del resto de las organizaciones, justo cuando las dificultades económicas hacen temer a millones de italianos por el empleo y el futuro, ha conseguido con su discurso reaccionario duplicar su apoyo en el último año, hasta alcanzar el 38% según diferentes sondeos.

Cada una de las elecciones regionales o municipales celebradas ha constatado este ascenso. Pero, sin duda, su victoria en las elecciones europeas del pasado 26 de mayo con un 34,3% de respaldo, frente a un M5S en caída libre (17% del voto), ha sido el punto de inflexión en su afianzamiento como hombre fuerte tanto del Gobierno italiano como de la ultraderecha en el parlamento europeo, y en su estrategia de catapultarse como primer ministro.

Tensiones con la UE

Salvini ha recurrido también a un discurso demagógico contra la UE, apelando a la “soberanía” del pueblo frente a los “tecnócratas” de Bruselas y Berlín, y denunciando el euro como “una jaula alemana”. Por supuesto, Salvini no se opone a la lógica de recortes sociales y laborales inherente al propio capitalismo: siendo ministro no cuestionó en ningún momento las grandes contrarreformas realizadas por los anteriores gobiernos (pensiones, laboral, educativa…), y continuó aplicando la agenda de la austeridad en beneficio de la patronal en todos los ámbitos, desde la extensión salvaje de la precariedad hasta medidas de exención de impuestos a los más ricos.

El líder de la Liga echa arena a los ojos de la clase trabajadora y de las capas medias empobrecidas tratando de canalizar hacia el nacionalismo reaccionario y racista el profundo y extendido malestar provocado por la crisis y la política de recortes impulsada por Bruselas con el beneplácito de la burguesía italiana.

Sin embargo, el discurso de Salvini se ha hecho cada vez más osado ante la ausencia de contrincantes de envergadura. Su postura antieuropeísta ha ido cada vez más lejos. Así, durante las tensas negociaciones entre el Gobierno italiano y la UE durante los meses de junio y julio, con Bruselas exigiendo duros recortes para 2019 y 2020 y nuevas “reformas estructurales” a cambio de la retirada de un expediente sancionador por déficit excesivo2, la irrupción del líder de la Liga amenazando con no acatar el techo del 3% de déficit respecto al PIB disparó la prima de riesgo a 300 puntos.

Esa dinámica desembocó en choques cada vez más frecuentes y duros entre Conte y Salvini. Este último, a mediados de julio, y con el fin de reforzar su papel de hombre fuerte del Gobierno, llamó a los representantes de sindicatos y patronal para discutir sobre los Presupuestos Generales 2020, lo que provocó la reprobación pública de Conte en rueda de prensa.

Más allá de los elementos accidentales de todo este proceso, la respuesta a la audacia de Salvini se ha concretado es un movimiento de la burguesía europea y sectores decisivos de la italiana para frenar lo que ellos consideran una política excesiva y que puede convertirse en contraproducente.

Con un Brexit duro en el horizonte inmediato, y cuyos efectos son imprevisibles, que Salvini adoptara desde el Gobierno una línea de enfrentamiento constante con Europa provocaba una situación cada vez más intolerable y peligrosa para la integridad de la Unión. Una eventual victoria de Salvini en unas elecciones anticipadas podría ser el pistoletazo de salida de un “Italexit”, con el telón de fondo de la nueva recesión económica mundial a la vuelta de la esquina podría agravar todavía más la profunda crisis política y económica de la UE. No podemos olvidar que Italia es la tercera economía de la eurozona, y Bruselas quiere evitar a toda costa un escenario de caos absoluto.

La decisión de marginar a Salvini, por lo tanto, no ha tenido nada que ver con la defensa de ningún principio democrático ni de la lucha contra la xenofobia, el racismo o la ultraderecha por parte de la UE o de la burguesía italiana. Esto solo es propaganda que oculta que el nuevo Gobierno Conte tiene en la agenda continuar con las contrarreformas y recortes. Se trataba de propiciar un Gobierno fiable para los intereses de UE, especialmente de Alemania y Francia.

Conte II, la socialdemocracia al rescate

La mayoría del nuevo Ejecutivo (M5S y su primer ministro Conte) es el mismo que ha votado a favor de toda la legislación represiva y racista impulsada por Salvini. El último ejemplo lo tuvimos el 5 agosto, pocos días antes de la ruptura del gobierno, cuando gracias a los votos del M5S se aprobó un Decreto de Seguridad cuyo objetivo era endurecer las medidas antiinmigración, aprobándose penas de cárcel y multas de hasta un millón de euros para los barcos que entren sin permiso en aguas italianas, así como facilitar la incautación de las embarcaciones.

Más allá de las bonitas palabras, este Gobierno no tiene entre sus objetivos derogar estas leyes reaccionarias sino “revisarlas”. Así es el Gobierno “europeísta” y “democrático” avalado por la burguesía europea.

La inclusión de ministros clave del PD, entre ellos el de Economía, no cambia para nada la naturaleza del mismo. Es una prueba más de la disposición de la socialdemocracia a hacer el trabajo sucio a la burguesía en momentos críticos. Son precisamente las políticas de ajuste y recortes, los discursos racistas de la mayoría de las burguesías “democráticas” europeas unido a la total sumisión de la socialdemocracia lo que ha propiciado el caldo gordo a la ultraderecha. Y eso va a seguir siendo así con Salvini en la oposición. La lucha contra la ultraderecha y el fascismo jamás avanzará de la mano de los que lo alimentan directa o indirectamente.

¿“Frente democrático” contra el fascismo?

Salvini, lejos de haberse quedado “fuera de juego” tendrá más margen para fortalecerse. Una encuesta publicada el 15 septiembre en el diario Il Sole-24 Ore daba a la Liga un 34% de apoyo, consolidándose como el partido más fuerte del país. Quedando al margen del desgaste de un Gobierno que tiene que aprobar unos presupuestos para 2020 con ajustes y recortes, tiene vía libre para continuar con su demagogia antieuropea, apelando a la “soberanía del pueblo”.

La vuelta del PD permitirá a Salvini retomar su discurso contra el establishment político, y también sacará rédito de un M5S divido y desprestigiado y cuya imagen “anticasta”, que permitió su ascenso en el pasado, está absolutamente destruida. Esta formación es un sustento más del sistema y ninguna solución para los trabajadores.

Además, la Liga ya ha pasado a la ofensiva con planes para mantener agrupada y movilizada a su base social. El mismo día que Conte presentaba su programa en el parlamento, Salvini y otras organizaciones de ultraderecha convocaron una concentración a las puertas “contra el Gobierno de las poltronas”. Fue el primer paso de una campaña de mítines y acciones en todo el país que culminará el 19 de octubre en un Marcha a Roma contra el Gobierno y por la celebración de elecciones. Entre tanto, el encuentro anual de la Liga reunió alrededor de 80.000 personas, y el mensaje de su líder fue claro: “Os invito a ser determinados y valientes, pero pacientes, porque estos pueden escapar del voto durante algún tiempo, pero no para siempre”.

Toda esto pone en evidencia la farsa del supuesto “frente democrático” contra el fascismo. Ni la burguesía europea, ni la italiana, ni los partidos que sostienen el sistema se plantean una lucha seria contra esta amenaza. En primer lugar, porque son sus políticas las que crean las condiciones sociales y políticas para la expansión de la extrema derecha. En segundo lugar, porque la clase dominante y el aparato estatal burgués tienen numerosos vínculos con la ultraderecha y los necesita como elemento, de momento auxiliar, para hacer frente a la protesta social e introducir la máxima cantidad de veneno y división en la clase obrera.

La gran ventaja que tiene la ultraderecha, y el factor que más contribuye a magnificar su influencia, es la ausencia de un referente de izquierdas combativo y que saque las conclusiones pertinentes de lo que está ocurriendo, cuyos antecedentes en la historia italiana son más que evidentes.

En medio de toda esta crisis, la CGIL en lugar de organizar la movilización más contundente, incluida la huelga general, para frenar a Salvini y tumbar las políticas de recortes sociales que todos los partidos de la burguesía aceptan, incluido del PD, se ha limitado a solicitar una reunión con el nuevo gobierno para negociar el pacto estabilidad con Europa. ¡Un nuevo pacto social para avalar las mismas políticas que han impulsado a la ultraderecha durante estos años! Esta es la trágica consecuencia de la política de colaboración de clases en un momento de máxima ofensiva de la reacción.

La única manera de frenar la amenaza de la ultraderecha es la acción masiva, organizada y consciente de la clase obrera y de la juventud. Eso pone sobre la mesa la urgencia de construir un partido de izquierdas de masas, con una política revolucionaria y anticapitalista. Hay que combatir al fascismo en la calle mediante la autodefensa organizada de la población y la clase obrera, en las fábricas defendiendo un sindicalismo de clase, en el terreno político e ideológico denunciando la catástrofe de esta política de colaboración con la burguesía. y poner en marcha el enorme potencial de los trabajadores y la juventud para transformar la sociedad. Es el único camino.

NOTAS

1 Al que se ha sumado Libres e Iguales con una cartera, escisión del PD encabezada por varios diputados críticos con Renzi, en 2017, y que obtuvo un escaso 3,4% del voto en las elecciones de 2018.

2 Italia negoció a principios de julio con Bruselas la retirada de un expediente sancionador por déficit excesivo a cambio de medidas de ajuste en 2019 por valor de 7.600 millones de euros y cumplir con el objetivo de déficit del 2,04% del PIB. Además de un compromiso de nuevos recortes en 2020.

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