¡Hay que tumbarlo! ¡El TUC tiene que convocar ya huelga general!
El nuevo Gobierno conservador de la reaccionaria Liz Truss, que venía a poner orden tras la caída de Boris Johnson, ha sido capaz de superar en ineptitud a su antecesor y empujar a la economía británica al borde del caos.
Después de días de un vomitivo circo en torno a la muerte de Isabel II, la crisis social y política vuelve a golpear Reino Unido mientras las huelgas obreras no paran de crecer y endurecerse.
El capitalismo británico ante el abismo
Esta realidad es consecuencia de la profunda e irreversible decadencia del imperialismo británico. Una decadencia que ha llevado a Gran Bretaña a ser desbancada como la quinta economía del planeta por la India; a alcanzar un déficit comercial récord en 2021 de 150.000 millones de libras (el 7,1% del PIB), y a que sus exportaciones supongan tan solo el 2% de las exportaciones mundiales frente al 9% en 1950[1].
Una situación agravada por el Brexit, que ha hecho retroceder aún más a Gran Bretaña en el mercado mundial, dificultando su comercio con su principal mercado, la UE y demostrando que no es posible una salida a la crisis capitalista a través del nacionalismo económico.
Con estos precarios mimbres y con una deuda pública que ya supone el 100% del PIB, Liz Trust se lanzó a una estrategia tan delirante que ha puesto la economía británica al borde del abismo. Después de anunciar un paquete de rescate para “hogares y empresas” por valor de 150.000 millones de libras, dio un nuevo paso anunciando una rebaja de impuestos de 50.000 millones de libras. Es decir, un nuevo boquete en las cuentas públicas de 200.000 millones de libras, que supondría un endeudamiento crítico, casi insostenible, para una economía renqueante al borde de la recesión.
En su plan había una medida estrella: la mayor rebaja fiscal desde 1972 en favor de las rentas más altas, concretamente reducir el impuesto para las grandes fortunas del 45% al 40%, lo que iba a suponer un regalo de al menos 10.000 libras para cada una de las 660.000 personas más ricas de Gran Bretaña[2].
Inmediatamente la libra esterlina se hundió bruscamente, llegando a perder hasta el 20% de su valor y alcanzando su nivel más bajo desde 1971. Una situación crítica al encarecer bruscamente las importaciones en un país cada vez más dependiente de las mismas, tal y como refleja su abultado déficit comercial.
Este descalabro obligó al Banco de Inglaterra a intervenir comprando deuda por valor de 65.000 millones de libras, tanto para salvar a la libra como para evitar un colapso de los planes privados de pensiones, de los que dependen gran parte de los jubilados británicos. La situación llegó a un punto tan crítico que se ha puesto en cuestión la sostenibilidad de la deuda británica, elevándose sus costes de financiación en los mercados internacionales por encima de Italia y Grecia.[3] Incluso se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de tener que solicitar un préstamo o “rescate” al FMI.
Obviamente las críticas del Banco de Inglaterra y del gran capital financiero y su exigencia de que se controle el déficit, pretenden impulsar nuevas políticas de austeridad contra los servicios públicos y la clase trabajadora. De ahí que no mencionen el brutal incremento del presupuesto militar, que se doblará pasando de 48.000 millones de libras a 100.000 millones. ¡¡Para la guerra imperialista en Ucrania sí que hay dinero!!
Esta crítica situación, y el miedo a un estallido fruto del enorme malestar social acumulado, es lo que ha llevado de nuevo a una rebelión de los diputados conservadores contra su propio Gobierno, forzando a Truss a dar marcha atrás en parte de sus medidas, ya que se han mantenido otras como la retirada del límite establecido respecto a los dividendos que pueden cobrar los banqueros. El Partido Conservador continúa sumido en la peor crisis de su historia, una crisis que no parece tener fin ni solución.
Starmer y el Partido Laborista se erigen en garantes del capitalismo
A pesar de la completa bancarrota de los conservadores y sus sucesivos Gobiernos, Starmer y la actual dirección del Partido Laborista ni siquiera están pidiendo la dimisión de Truss.
De hecho, más allá de la escandalosa rebaja del impuesto de la renta a los más ricos, el resto de medidas planteadas han sido apoyadas activa o pasivamente por la actual dirección laborista. Medidas que no resuelven el acelerado empobrecimiento de la clase trabajadora y que suponen un nuevo chorro de dinero público para garantizar los beneficios de las grandes empresas.
Así ocurre, por ejemplo, con el tope impuesto a las facturas energéticas, que no podrán sobrepasar las 2.500 libras al año frente a la previsión de que pudieran dispararse hasta las 6.000 libras. ¿Pero cómo se pagará la diferencia? Muy sencillo, la pagará el Gobierno, es decir, la clase trabajadora británica, previéndose un desembolso solo en los seis primeros meses de 60.000 millones de libras del presupuesto público. Un tope que además supone más del doble de lo que se pagaba hace un año (1.200 libras). Por otro lado, una parte de las ayudas, 40.000 millones, serán para rescatar empresas energéticas que puedan enfrentar problemas financieros. Estas son las medidas que sí apoya la dirección laborista.
Starmer, en el reciente Congreso del Partido Laborista, se ha erigido como el campeón de la responsabilidad fiscal, señalando que con los laboristas en el Gobierno se harán presupuestos equilibrados: “Estoy decidido a reducir la deuda. Cada una de mis medidas vendrán acompañadas de gastos detallados y justificados”. Ya sabemos lo que esto significa para los trabajadores.
Tanto Starmer como la actual dirección laborista no quieren saber nada de las movilizaciones y de las huelgas, de la rebelión social que día a día crece por todo el país. Se quieren preparar para gobernar de manera responsable. Sin duda, la clase dominante tiene un recambio fiable con este Partido Laborista dirigido por Starmer.
El levantamiento de la clase obrera británica continúa ¡Por la Huelga general!
A pesar de todo esto, a pesar de la ola de chovinismo nacional tras la muerte de Isabel II, la clase obrera británica continúa impulsando, desde abajo, un auténtico levantamiento social contra los tories, sus políticas en favor de los multimillonarios y en definitiva, contra el sistema capitalista.
El sábado 1 de octubre decenas de miles de británicos salieron a la calle en más de 50 ciudades, convocados por el movimiento Enought is enought, por sindicatos como United o el sindicato ferroviario RMT, o por movimientos de desobediencia civil como Don’t Pay, que plantea organizar un impago masivo de las facturas energéticas.
Unas movilizaciones que han coincidido con una nueva jornada de huelga de los ferrocarriles británicos, la más contundente de las celebradas hasta ahora, que ha vuelto a paralizar completamente el país. Y que no será la última, ya que hay previstos nuevos paros el 5 y el 8 de octubre. Semanas antes, los estibadores de Liverpool comenzaban una huelga de 14 días que ha terminado coincidiendo con una nueva huelga de los estibadores del puerto de Felixtowe, el mayor de Gran Bretaña y por donde transitan el 48% de los contenedores del país.
La oleada huelguística que comenzó durante el verano continúa extendiéndose y sumando a nuevos sectores, radicalizándose e imponiendo los métodos militantes de lucha de la clase obrera. De ahí que el nuevo Gobierno siga adelante con sus planes para golpear el derecho de huelga, planteándose legislar para permitir a las empresas de trabajo temporal poder contratar esquiroles cuando una empresa o sector esté en lucha.
El motor de esta rebelión es la profunda degradación social que padece Gran Bretaña, ahora agravada al extremo por la guerra imperialista y la profunda crisis económica que ha hundido a millones de familias en la miseria: 7,3 millones de adultos y 2,6 millones de niños padecen inseguridad alimentaria; los salarios desde el año 2012 han retrocedido en algunos sectores hasta en un 25%, y servicios públicos como el NHS, están al borde del colapso. Una situación que empeora día a día con una inflación desbocada que podría acercarse en 2023 al 20%.
La situación está completamente madura para la convocatoria de una Huelga General, que sin duda acabaría de un plumazo con el Gobierno de Truss y con los tories. Los dirigentes del TUC y de los principales sindicatos en su seno, como United o Unison, no pueden mirar a otro lado. En el próximo Congreso del TUC, que se pospuso por la muerte de Isabel II, se iban a presentar resoluciones planteando la necesidad de coordinar las huelgas. ¡Pero eso es lo que ya está ocurriendo!
Las huelgas se están comenzando a coordinar desde abajo gracias a la audacia, impulso y acción directa de los propios trabajadores. Lo que se necesita es que dicha coordinación se transforme ya en una Huelga General. Y si el TUC no lo hace, United, Unison o sindicatos combativos como el de ferroviarios, RMT, deben plantearlo con contundencia.
Los mítines masivos del movimiento Enought is enought, impulsado por dirigentes sindicales más a la izquierda como los del sindicato RMT, por activistas sociales y sectores de la izquierda laborista y por muchos de los activistas y militantes que en su día apoyaron a Corbyn, demuestran que existe un enorme fermento. Pero hay que convertir esa fuerza en acción en las calles, en movilización, impulsando una amplia y contundente campaña por la Huelga General y denunciando tanto la pasividad de Starmer como de la burocracia de la TUC. ¡Basta ya de excusas!
Una lucha que necesita de un programa político que vaya a la raíz del problema, que enfrente a los capitalistas, que reivindique la expropiación de las grandes empresas energéticas y los bancos sin indemnización y bajo control obrero, y ponerlos al servicio de los intereses y las necesidades de la mayoría trabajadora.
Necesitamos construir un partido de masas de la clase obrera en Inglaterra, en Gales y Escocia, con el programa del marxismo revolucionario, del socialismo internacionalista, para conquistar una sociedad justa, sin miseria y sin opresión. No hay otro camino.
Notas:
[1] De potencia industrial a centro financiero: cómo ha cambiado la economía británica con Isabel II
[2] Entre ellas 41 diputados del Parlamento británico.
[3] UK’s cost of borrowing on international markets overtakes Greece and Italy El bono británico a 5 años se elevó hasta el 4,5%, por encima del 4% del de Italia y del 4,1% de Grecia.