París, Marsella, Lyon, Toulouse, Lille, Nantes, Burdeos, Estrasburgo… Millones de trabajadores y jóvenes franceses han inundado las calles de cientos de ciudades y pueblos este jueves 23 de marzo. Ha sido la 9ª jornada de huelga general desde que comenzó esta batalla. Una jornada histórica, sin precedentes desde Mayo del 68, que pone en evidencia que la aprobación por decreto de la reforma de las pensiones y la brutal represión desatada por Macron y su Gobierno están resultando impotentes frente a la determinación de la clase obrera. La lucha ha dado un nuevo salto y se profundiza amenazando no solo a Macron, sino a toda la institucionalidad burguesa.

Los rasgos característicos de una crisis revolucionaria se están desarrollando. Los choques con la policía se han generalizado, las barricadas, las ocupaciones de facultades y liceos, el bloqueo de la economía por la acción directa de los trabajadores, la masividad de las movilizaciones, que van a más, la crisis y aislamiento del Gobierno y la completa parálisis de la ultraderecha, el desbordamiento de las direcciones sindicales, obligadas a convocar una nueva huelga general el próximo martes 28, y la confianza de la clase obrera y la juventud en sus propias fuerzas, decididas a llegar hasta el final, y avanzando en su conciencia anticapitalista con botas de siete leguas.

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La huelga general del 23 de marzo ha sido una jornada histórica, sin precedentes desde Mayo del 68. La lucha ha dado un nuevo salto y se profundiza amenazando no solo a Macron, sino a toda la institucionalidad burguesa. 


Tras la aprobación antidemocrática de la reforma de las pensiones hace una semana, pasándose por el arco del triunfo el Parlamento donde supuestamente reside la sacrosanta “soberanía popular”, las movilizaciones, acciones y manifestaciones se han vuelto permanentes. No hay descanso en las calles. Las huelgas se extienden y radicalizan. El movimiento estudiantil y juvenil se amplia. Las masas en acción resisten la brutal represión de la policía, que actúa como un auténtico ejército de ocupación, enfrentándola en las calles y frente a las comisarías. El desafío al Estado capitalista señala claramente lo que está en juego, y lo que vive Francia hoy se podría replicar en otros países de Europa, como Grecia, Gran Bretaña, Alemania… ¡De ahí el muro de silencio que intentan levantar frente a lo que está ocurriendo!

El poder de la clase obrera. Ocupar las fábricas y centros de trabajo

Ya son semanas con numerosos sectores en huelga indefinida como los barrenderos, las refinerías, las empresas energéticas de gas y electricidad, los transportes o la educación. Huelgas que el Gobierno trata desesperadamente de suprimir por la fuerza, anulando en la práctica este derecho y pretendiendo obligar a las y los trabajadores a volver a sus puestos bajo penas de multa o prisión.

Pero esta ofensiva autoritaria no esta quebrando la voluntad de los obreros franceses. Así sucede con los barrenderos, que se resisten a las puertas de sus centros de trabajo, o ahora en las refinerías, con piquetes masivos que enfrentan a los antidisturbios. Así es como se defienden los derechos democráticos  y no mediante recursos impotentes ante los tribunales burgueses, tal y como plantean muchos dirigentes sindicales acobardados.

La clase trabajadora francesa está tomando el cielo por asalto, lo que contrasta llamativamente con esos silencios clamorosos  y las tibias declaraciones de los dirigentes de la Intersindical. El caso más relevante es el de Laurent Berger, secretario general de la CFDT, que ha llegado a condenar la violencia de los manifestantes, apoyando sin escrúpulos la propaganda gubernamental y blanqueando la brutal violencia policía, y que pide a Macron “pausar” la reforma de las pensiones: “un tiempo de escucha, de diálogo, en que dejemos en suspenso la reforma de pensiones”. Declaraciones que retratan a un burucrata asustado, que corre a las faldas de los neoliberales para que le ayuden a cubrirse de la indignación obrera. Que traición en medio de la batalla.

Lo que necesitamos ahora no es ni una pausa, ni un tiempo de escucha, sino profundizar la movilización hasta tumbar la reforma de las pensiones y al Gobierno de Macron. Lo que está en cuestión es el sistema capitalista, un orden ilegitimo que se ha desnudado como una brutal dictadura en defensa de los banqueros y los grandes empresarios. Solo ellos y su Gobierno, encabezado por Macron, defienden la reforma, frente al rechazo del 93% de las y los trabajadores.

En este momento decisivo es necesario redoblar la organización del movimiento obrero y estudiantil. Hay que generalizar las asambleas permanentes y comités de acción en los centros de trabajo y de estudio. Hay que ocupar las fábricas, las empresas, las universidades y los liceos  como en Mayo del 68, para convertirlos en centros de acción revolucionaria y de la democracia participativa. Y hay que coordinar estatalmente estos órganos de poder popular y obrero para luchar abiertamente por la transformación socialista de Francia.

Esta es la tarea central en la que se tiene que volcar los activistas sindicales y estudiantiles, los militantes de la Francia Insumisa, los colectivos y movimientos sociales, y las organizaciones que nos reivindicamos revolucionarias.

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Lo que está en cuestión es el sistema capitalista, un orden ilegitimo que se ha desnudado como una brutal dictadura en defensa de los banqueros y los grandes empresarios. 


El Gobierno recurre a la represión más salvaje. ¡Construir la autodefensa obrera!

La tarea de repeler la brutal actuación de la policía y defender los derechos democráticos es central para el movimiento. A medida que avanza el levantamiento, también se endurece la actuación de las fuerzas represivas y de las bandas fascistas, que actúan como auxiliares de la policía atacando a huelguistas, estudiantes y manifestantes. Ha ocurrido en las manifestaciones de París, Lille, Nantes o Burdeos, con casi 500 detenidos. Tratan de quebrar la moral de los trabajadores y de la juventud, pero no lo están consiguiendo.

¡Al revés! Las imágenes de los cordones en las manifestaciones resistiendo las embestidas de los antidisturbios, sin retroceder, o de cientos de trabajadores y estudiantes rodeando comisarias, exigiendo la liberación de los detenidos y enfrentando sin miedo a la policía, están poniendo en evidencia la enormes limitaciones de la represión y están generando un temor creciente entre la clase dominante y el aparato del Estado.

Es el momento de dar un paso adelante y tomarse la autodefensa obrera muy en serio. En todas las fábricas, empresas y centros de estudios se deben crear brigadas de autodefensa para proteger las manifestaciones y las huelgas. Y tienen que estar nutridas por miles de jóvenes y trabajadores. A la violencia policial y de los fascistas hay que responder con el puño de hierro de la clase obrera organizada.

El Gobierno Macron está aislado y pende de un hilo. Sus patéticas declaraciones en televisión el día previo a la huelga general, tras semanas de silencio, insultando a millones de huelguistas, afirmando arrogantemente que “las manadas no prevalecen sobre los representantes del pueblo”, o intentando comparar este levantamiento con los intentos de golpe de Estado de la extrema derecha en EEUU y Brasil, han incrementado la rabia y la indignación. Quien pacta y se apoya en la extrema derecha es precisamente Macron. Le Pen exige que se levanten las huelgas y Zemmour manda a sus grupos fascistas a colaborar con la policía. Todos están unidos en defensa del orden y de la propiedad capitalista.

¡Levantar un programa comunista!

En este contexto, Melenchon y los diputados de la Francia Insumisa siguen animando las movilizaciones, los bloqueos y las huelgas. De ahí la campaña furibunda contra los mismos acusándoles de incendiar las calles y de generar el caos. Es evidente que la Francia Insumisa se ha convertido en un problema para la clase dominante, y que miles de sus militantes están participando en primera línea de esta batalla. ¡Hay que seguir profundizando está estrategia y desenmascarar a todos aquellos que buscan traicionar la lucha y volver a las tranquilas aguas de la institucionalidad burguesa!

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Es necesario levantar y fortalecer el frente único que debe dotarse de un programa que ponga en cuestión la propiedad de los capitalistas, de los bancos y los grandes monopolios que acaparan los inmensos recursos que generamos las y los trabajadores. 


Es necesario levantar y fortalecer el frente único con todos aquellos, desde la Francia Insumisa a los miles de activistas y delegados combativos de la CGT y otros sindicatos, que están jugando un papel relevante en esta batalla. Los comunistas revolucionarios no somos sectarios. Precisamente este siempre  fue el método de Lenin y los bolcheviques.

Un frente único que debe dotarse de un programa que, en nuestra opinión, no pasa ni por la Asamblea Constituyente ni por constituir una nueva República burguesa, la VI República, tal y como señala Melenchon. Lo que necesitamos es un programa que ponga en cuestión la propiedad de los capitalistas, de los bancos y los grandes monopolios, de esa ínfima minoría que acapara los inmensos recursos que generamos las y los trabajadores.

Se trata de la lucha por el poder, por determinar quien manda en esta sociedad, si una minoría de financieros y plutócratas o la inmensa mayoría, la clase obrera. Solo así, expropiando a los banqueros y a las grandes empresas que cotizan en la Bolsa de París, podremos resolver las graves lacras sociales que padecemos y conquistar una autentica democracia de los trabajadores.

Los acontecimientos de Francia están siendo una fuente de inspiración. La toma del poder por parte de la clase obrera francesa, con un programa socialista e internacionalista, se convertiría en una fuerza arrolladora para  trabajadores y oprimidos de toda Europa y el mundo.

¡Abajo Macron, abajo la represión! ¡Viva el levantamiento revolucionario francés!

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