La segunda vuelta de las elecciones francesas ha supuesto un vuelco completo respecto a lo que planteaban las encuestas y generado una enorme consternación en los círculos dominantes. El Nuevo Frente Popular, liderado por Jean Luc Mélenchon y su Francia Insumisa, logra una victoria contundente y la extrema derecha sufre una derrota demoledora. La mayoría presidencial macronista sufre también un fuerte retroceso.
Cuando los pupilos de Le Pen se las prometían muy felices y veían ya a Bardella al frente de un Gobierno ultraderechista llevando a cabo ataques salvajes contra la clase obrera y los derechos democráticos y una agenda trufada de racismo supremacista, machismo y chovinismo, se han encontrado con una respuesta contundente. Millones de trabajadores y jóvenes los han golpeado duramente utilizando la papeleta del NFP.
Las caras y las declaraciones de los dirigentes del RN durante la noche electoral lo dicen todo y contrastan mucho con el ambiente de fuerza, combatividad y confianza que se vivía en las concentraciones que surgieron espontáneamente por todo París para celebrar la victoria de la izquierda, destacando la que se celebró en la Place de la République, y que congregó a miles personas, especialmente jóvenes.
Derrota de la ultraderecha y debacle macronista, pero no todo está hecho
Este resultado ha sacado de sus casillas a todos los politólogos de la clase dominante y a los medios capitalistas. Los periodistas del régimen han movilizado su arsenal dialéctico para clamar contra la “ingobernabilidad” que estos resultados parece que implican, y lanzar una andanada de descalificaciones e insultos contra Mélenchon. Es evidente que estarían mucho más contentos con el triunfo de la ultraderecha que daban casi por descontado y por el que han trabajado tan intensamente.
El Nuevo Frente Popular avanza en medio millón de votos respecto a lo que la izquierda obtuvo en 2022, pasando de 6.555.984 a 7.005.499 votos, aunque, debido al aumento en la participación, especialmente en el rural y a la retirada de numerosos candidatos, retroceden 6 puntos porcentuales (de 31,6 a 25,7 %). Esto no ha impedido que haya experimentado una subida espectacular en escaños al concentrar el voto que en la segunda vuelta permite el sistema electoral francés: la izquierda gana 50 diputados, pasando de los 131 con los que contaba la coalición NUPES a los 181 obtenidos ahora. De ellos, 75 corresponderán a La Francia Insumisa, 64 al PS, 33 a Los Verdes y 9 al PCF.
Al igual que en la primera vuelta, el NFP arrasa en las grandes ciudades, los centros clave de la lucha de clases, y que han sido el escenario de las grandes movilizaciones de masas de los últimos años. En París gana en 12 de los 18 distritos electorales, en algunos de ellos imponiéndose con más del 70% de los sufragios. En Lyon, el NFP alcanza el 46,6%, en Toulouse el 56,1%, en Estrasburgo el 58,8 % o en Nantes el 51,7%.
Los candidatos más a la izquierda y más vinculados a los movimientos sociales han obtenido resultados muy potentes, lo que demuestra el carácter clasista del voto al NFP. En la 1ª circunscripción de Isère (ciudad de Grenoble), el dirigente de l’Union Étudiant, Hugo Prévost logra un 42,35% de votos, batiendo a los candidatos del RN y del macronismo. En la 1ª circunscripción de Vaucluse (Avignon), Raphaël Arnault, dirigente de la Joven Guardia Antifascista, derrota al RN con un 55% de los sufragios. Especialmente destacable es el resultado en la ciudad de Lille, donde el insumiso Aurélien Le Coq, dirigente de las juventudes insumisas, obtiene un espectacular 84,25% frente a una candidata ultraderechista.
En Nueva Caledonia, que vivió recientemente una rebelión popular contra Macron[1], el Frente Popular arrasa en las zonas con mayoría kanaka presentado un candidato muy vinculado históricamente al movimiento independentista que logra un 41,4 %.
En Iparralde, el FHB (Fronte Herritar Berria) logra la victoria en las 3 circunscripciones en disputa, y un candidato de EH Bai, la marca de EH Bildu en el Estado francés, obtiene el escaño. Es la primera vez que la Asamblea Nacional contará con un diputado abertzale. En Bayona, la capital de Iparralde, la coalición se alza con una importante victoria, logrando un 67% de los votos. En Maule y Donibane Garazi también vence la coalición izquierdista con contundencia (55,2 y 53,7 % respectivamente).
La movilización masiva de la juventud precarizada, obrera y racializada en las banlieues de las grandes ciudades, y que ha protagonizado importantes rebeliones contra la represión policial y la marginación social en la última década, es otra de las claves para explicar estos resultados. De las 56 circunscripciones que componen la pequeña corona, la banlieue más cercana a París, el NFP gana en 35 de ellas y el RN solamente en 2. En el departamento de Seine-Saint Denis, el más precarizado y sometido al racismo policial e institucional, la izquierda gana en el conjunto de sus 12 circunscripciones.
Con todo, este sonado triunfo no debe ocultar lo que es una seria advertencia para el conjunto de nuestra clase. La extrema derecha, en sus distintas agrupaciones, consigue un avance muy importante respecto a los resultados de 2022.
Hace dos años, las candidaturas de Le Pen consiguieron 3.589.269 sufragios en segunda vuelta, mientras que ahora avanzan hasta los 10.110.088, casi tres veces más. Son la primera fuerza en votos, con el 37,05% (sumando el 32,05 del propio RN y el 4 % de sus aliados, como Ciotti y otros candidatos vinculados a la extrema derecha) cuando en 2022 fueron la tercera, con un 17,30 %. Un avance de casi 20 puntos porcentuales en tan sólo dos años. Esto les hace pasar de los 89 asientos con los que contaban en la Asamblea Nacional a los 126 que tendrán ahora, que ascenderán a 142 teniendo en cuenta los logrados por la plataforma de Éric Ciotti.
Es necesario reflexionar sobre este hecho, que no podemos minimizar, y entender que las concesiones políticas al macronismo, en nombre de un supuesto “Frente Republicano”, no han ayudado ni ayudarán en nada a combatir al RN. Al contrario, como ya hemos visto en el pasado, las políticas procapitalistas que una parte de la izquierda del sistema sigue dispuesta en respaldar, ayudarán a fortalecer y consolidar su avance.
El varapalo para Macron también es tremendo. Pierde un 22 % de sus votos y retrocede de 8.002.407 a 6.314.609, de un 38,57 % a un 23,15 %. En cuanto a diputados electos cae de 246 a 168, perdiendo 76, un tercio de los diputados con los que contaban.
La lucha de clases y la victoria de la izquierda. Continuar la lucha en las calles contra las políticas capitalistas
Al igual que los dirigentes del RN, la burguesía se las prometía muy felices. Entendían que un Gobierno de Bardella significaba una oportunidad de oro para continuar exprimiendo a la clase trabajadora: aumentar la edad de jubilación a los 66 años, privatizar aún más los servicios públicos, dar una nueva vuelta de tuerca a los derechos laborales, sindicales y democráticos y colocar una espada de Damocles sobre las cabezas de nuestros hermanos y hermanas inmigrantes.
Sin embargo han confundido las políticas dóciles y timoratas de los dirigentes sindicales y de la izquierda gubernamental con el estado de ánimo de los trabajadores y la juventud. Y esta es una gran lección. Lo que ocurre en los círculos dirigentes del Partido Socialista y las cúpulas sindicales tiene poco que ver con lo que vive la clase obrera y la juventud.
Y es que la lucha masiva contra la reforma de las pensiones ha dejado un poso evidente. Meses de huelgas, de manifestaciones multitudinarias, de ocupaciones de fábricas, institutos y universidades y de enfrentamientos contra una policía cada día más salvaje y fascista, se han ligado en la conciencia a la necesidad de no dejar pasar a Le Pen. La clase dominante ha cometido un grosero error de cálculo, que ha tenido como resultado una derrota muy importante. Y lo que es aún más preocupante para la burguesía: los trabajadores y la juventud se han llenado de ánimo y confianza nada más conocer los resultados.
La movilización callejera, casi permanente desde que se conocieron los resultados de las europeas, ha elevado la determinación antifascista. Y este impulso desde abajo, esta acción directa de miles de activistas y no las declaraciones desmoralizantes de los líderes del PS o del PCF abriendo la puerta a pactos con Macron, han sido la clave a la hora de frenar a la extrema derecha.
Los ataques y las descalificaciones a Mélenchon y otros dirigentes de la LFI responden precisamente a esa situación. El aparato reformista, prosionista, y estrechamente vinculado al gran capital del PS, y también de Los Verdes, no tiene ningún problema en gobernar con Macron como han dejado claro en numerosas declaraciones.
Pero la movilización del voto juvenil y obrero hacia el NFP está en las antípodas de esa posición. Los millones logrados por la izquierda en las grandes ciudades, los barrios obreros y las banlieues se deben también a la autoridad que una serie de candidatos de la FI han ganado durante estos años de batallas sin cuartel contra Macron y los Gobiernos de la mayoría presidencial.
Para combatir esta estrategia de reeditar un Gobierno que en la práctica haga una política en beneficio de los capitalistas, Mélenchon y los dirigentes de la FI deben llamar a la lucha en las calles, a la movilización obrera y juvenil para combatir el blanqueo del macronismo. El voto al NFP no ha sido para formar un bloque con esa misma derecha macronista que defiende el aumento de la edad de jubilación, la represión contra la movilización social y un discurso racista y xenófobo que se diferencia muy poco del utilizado por Le Pen. Los y las dirigentes insumisas tienen que plantar cara al caballo de Troya que representan el PS y Los Verdes en el grupo del NFP con el arma que se ha demostrado más útil: la movilización social.
Si la Francia Insumisa quiere llevar a la práctica sus propuestas de aumento de salarios y prestaciones, de reducción de la edad de jubilación, de defensa de la educación y la sanidad pública, de ruptura de relaciones con Israel… tendrá que enfrentar los ataques y el boicot salvaje de la derecha y la patronal, pero también de todos aquellos que, dentro del propio FP, defienden posiciones a favor de pactar con el macronismo.
Es imposible cuadrar el círculo. La burguesía no va a realizar concesiones si no es mediante una lucha feroz. La decadencia del capitalismo francés y del imperialismo occidental estrecha el margen para las reformas sociales. Conquistar avances económicos y derechos sociales, en Francia y en cualquier otra nación capitalista, implica defender un programa de transformación de la sociedad, que abogue sin complejos por la expropiación de todos los recursos en manos de los grandes banqueros y empresarios y los ponga bajo el control democrático de los y las trabajadoras.
Se abre un periodo lleno de incertidumbre para la burguesía francesa. Pero una cosa está muy clara, moverá el cielo y la tierra para escamotear está victoria electoral a los trabajadores, y mediante la utilización de los resortes parlamentarios e institucionales, controlar la situación. Podría contar con el apoyo del PS y Los Verdes, e incluso de los dirigentes del PCF, dispuestos a salvar la cara a Macron con los argumentos ya conocidos. Mélenchon y LFI no deben caer en esta trampa, no deben mirar hacia la cúspide de la política podrida del parlamentarismo, sino hacia abajo, hacia la decisión que han mostrado las masas explotadas en Francia.
Estas elecciones han dejado claro que es urgente volver levantar con fuerza la bandera del socialismo y la revolución.
El potencial para tomar el cielo por asalto está ahí. Manos a la obra.
[1] La insurrección popular pone contra las cuerdas al imperialismo francés en Nueva Caledonia