En una reciente visita de Estado a China el ministro de Economía portugués apeló a la inversión de los empresarios de aquel país con el argumento de que Portugal contaba con el atractivo de… ¡tener los salarios más bajos de la zona euro! No se trató de un lapso, equívoco o error de ningún tipo. Al contrario, por la boca del ministro la burguesía no sólo confesaba su incapacidad para desarrollar el país, sino que anunciaba todo lo que podía ofrecer a la clase obrera: continua y creciente explotación.

Huelga general el 30 de mayo

En una reciente visita de Estado a China el ministro de Economía portugués apeló a la inversión de los empresarios de aquel país con el argumento de que Portugal contaba con el atractivo de… ¡tener los salarios más bajos de la zona euro! No se trató de un lapso, equívoco o error de ningún tipo. Al contrario, por la boca del ministro la burguesía no sólo confesaba su incapacidad para desarrollar el país, sino que anunciaba todo lo que podía ofrecer a la clase obrera: continua y creciente explotación.

La crisis

Portugal atraviesa tiempos difíciles. A pesar del ciclo económico de crecimiento mundial capitalista en los últimos seis años, la economía del país ha crecido de un modo raquítico, siempre por debajo del crecimiento medio del PIB europeo, con valores que no llegaban —o apenas superaban— el 1% anual.

Esta situación se ha reflejado en un crecimiento gradual, año tras año, del desempleo, que alcanza el 8,2% (datos oficiales), mitad del cual es de larga duración, con la precarización del empleo (alcanza ya una tercera parte de los trabajadores, valor que sube a un 50% entre los jóvenes). Se refleja, igualmente, en el congelamiento de los salarios y la consecuente pérdida de poder adquisitivo de la clase obrera, registrándose en 2006 la mayor caída de los últimos veinte años.

De igual manera, se ha sometido el Estado de bienestar a un ataque cerrado: aumentó la edad de jubilación (¡qué sociedad tan estúpida e irracional ésta en que vivimos, en la cual se obliga a los viejos a trabajar cuando los jóvenes no encuentran empleo!), se limitó el alcance del subsidio de desempleo al mismo tiempo que nuevas leyes han facilitado los despidos; por otro lado la elitización de la enseñanza superior provocó un incremento de 8.000% de las tasas en 10 años; se introdujeron también tasas en el Sistema Nacional de Salut (que se ha ido privatizando), se dejaron de subvencionar medicamentos, se cerraron decenas de clínicas y servicios de urgencias por todo el país… A donde quiera que miremos sólo veremos ataques, ataques y más ataques a los derechos y conquistas históricas por las cuales la clase trabajadora portuguesa mucho luchó. Casi uno de cada cuatro portugueses viven por debajo del límite de la pobreza, destacando los pensionistas y las personas mayores.

¿Pagan los ricos la crisis?

Aun siendo dura la crisis no afecta a todos. A la par que los sacrificios asistimos a la orgía de beneficios y rendimientos de los grandes capitalistas. Destaca el sector financiero (Banca, seguros, Bolsa…) cuyos beneficios aumentaron un 37% en el último año, revelando todo el carácter parasitario de la burguesía portuguesa, que hace fortunas en base a la pura especulación, sin crear un puesto de trabajo o producir un bien o servicio.

Subordinado al capital financiero, los 4 grandes grupos económicos (EDP, electricidad; GALP, petróleo; PT, telecomunicaciones y SONAE) vieron sus beneficios crecer 14,4% en 2006, equivalente a más de 5.300 millones de euros en relación al año anterior y a más de 10.000 euros por minuto. Paralelamente, la remuneración media de los administradores de las empresas cotizadas en Bolsa se triplicó en los últimos cinco años.

Portugal es hoy, tristemente, el país de la Unión Europea con más asimetrías sociales, donde la diferencia entre ricos y pobres es mayor.

La bancarrota histórica

de la burguesía portuguesa

Históricamente, la burguesía portuguesa siempre se basó en la explotación de la mano de obra barata, subvenciones estatales y en los mercados protegidos (donde se incluían las colonias) para obtener sus márgenes de beneficios: ¡no fue por casualidad que tuvimos la más larga dictadura fascista del mundo! Nunca sintió gran interés o estímulo para invertir en la modernización de la economía y detentará para siempre de un negro récord: ¡haber sido la clase dominante del último país de Europa Occidental en iniciar la industrialización!

Portugal entró en la entonces CEE, en 1986. Durante años la economía creció y con ella, aunque en menor grado, el poder adquisitivo de la clase obrera. Fueron años en que la entrada de más de cinco millones de euros todos los días procedentes de los fondos comunitarios, los bajos tipo de interés, políticas cambiarias favorables, petróleo y dólar en sus mínimos históricos o de fuerte inversión del Estado en la economía, crearon un sentimiento de optimismo en que "hoy es mejor que ayer, mañana será mejor que hoy". ¡Pero no fue así! El atraso histórico de Portugal emergió otra vez cuando la coyuntura internacional dejó de ser tan favorable. Estamos, nosotros los trabajadores, a pagar por la factura de la incompetencia de la clase dominante, hace ya seis años.

Balance de la huelga,

primera aproximación

Tuvimos un gobierno de derechas (PSD aliado al PP) y tenemos ahora un gobierno del PS con mayoría absoluta, la primera de su historia. Cambian los gobiernos, pero no cambian las políticas ni se sale de la crisis.

Durante año y medio los trabajadores, que habían dado una contundente victoria a los socialistas, esperaron, aceptaron sacrificios, ¡pero ya han dicho basta! En octubre y noviembre del año pasado asistimos a las mayores manifestaciones y huelgas de la Función Pública, de los profesores, de los trabajadores de diversos sectores. Hace dos meses tuvimos una manifestación obrera con una participación sin precedentes: 150.000 trabajando sobre Lisboa contra las políticas del gobierno.

Y a pesar de que el origen de la huelga fue un tanto titubeante por parte de la dirección de la Intersindical/CGTP, al convocar inicialmente una gran manifestación para otoño, finalmente la presión de la base la obligó a convocar una huelga general.

La UGT no convocó, pero esto no es novedad. Creada por Mário Soares (dirigente del PS) y Sá Carneiro en 1977 (fundador del PSD, partido de derechas) la UGT, sin las tradiciones históricas de la UGT española, fue un instrumento de división del movimiento sindical y no ha cambiado en nada en estos últimos años.

A pesar de la precariedad, que ya afecta a casi un millón de trabajadores, a pesar del "sindicalismo" amarillo, de las amenazas, de la opresión de las empresas, de los "servicios mínimos" que el gobierno ha impuesto, la huelga general fue hacia delante, paralizando numerosas empresas y servicios del Estado.

No obstante, no se paralizó completamente el país. La huelga tuvo medio gas y fue una media victoria: mostró, sobre todo, el profundo descontento que planea en la clase obrera portuguesa, pero no la unificó en una gran jornada de lucha que mostrase a todos, sobre todo a sí misma, toda su fuerza potencial.

Las razones de eso están ligadas a la propia convocatoria de huelga general: no se apelaba a la participación de los trabajadores con un plan concreto de reivindicaciones, sino con una vaga apelación a un "cambio de rumbo" en la política del gobierno. Una exigencia de este tipo requería la presentación de una alternativa concreta, una explicación más de fondo de las causas de la crisis y la defensa decidida de una perspectiva más amplia de lucha contra el sistema capitalista y por una transformación social profunda. Al no hacerse eso por parte la dirección del movimiento muchos trabajadores vieron la huelga general como una acción contra el gobierno socialista, restando fuerza a una lucha que tiene una potencialidad mucho mayor de la que se expresó.

Lo importante es que la clase obrera portuguesa ha empezado a ejercitar sus músculos en los últimos meses, de un modo inequívoco. Este factor favorecerá, sin duda, el debate en el movimiento sobre la necesidad de oponer una alternativa programática que sea capaz de ser un referente que canalice con eficacia todo el descontento derivado de la crisis económica y social existente, una alternativa socialista.

 

 

 

 

 

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