El 12 de junio la ciudad de Orlando sufría una de las peores masacres de la historia de EEUU, 49 personas morían asesinadas a tiros y 53 resultaban heridas mientras disfrutaban de la noche en un conocido local gay. El ataque fue obra de un ciudadano norteamericano que asesinó a personas inocentes a causa de su orientación sexual. La fe musulmana del asesino y la supuesta reivindicación del Estado Islámico fue aprovechada por Obama y Clinton para justificar las guerras en Oriente Medio, y por Trump para lanzar su habitual discurso xenófobo. Ninguno mencionó cómo era posible que este tipo de atrocidades, vinculadas o no al fundamentalismo islámico, sean algo habitual en el país. Cómo cada dos semanas se produce un crimen masivo y cada año mueren en incidentes armados 12.500 personas y otras 25.000 resultan heridas. Y cómo es posible que, a pesar de estas terribles cifras, siga habiendo 270 millones de armas legales en manos de particulares, y no se haya hecho nada para solucionarlo.

Es indignante escuchar los lamentos de quienes sólo pretenden explotar la tragedia de Orlando para justificar sus guerras, que nada tienen que ver con la defensa de los derechos humanos y todo con los intereses de las grandes multinacionales. Una prueba más de cómo el capitalismo utiliza para su propio beneficio el sufrimiento y la muerte de seres humanos inocentes.

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