La clase dirigente se encuentra profundamente dividida mientras explota la resistencia de masas

Una de las administraciones norteamericanas más reaccionaria, intolerante y depredadora de la historia moderna ha tomado oficialmente el poder. La presidencia entrante de Trump, con sus tuits incendiarios y conferencias de prensa estrafalarias, y con nombramientos de su gabinete y órdenes ejecutivas reaccionarias, comprensiblemente hacen sentir a millones de personas que se encuentran dentro de una pesadilla. Trump ha horrorizado a muchos al proponer un aumento de las deportaciones y ataques a los derechos reproductivos de las mujeres y a los sindicatos, mientras el nuevo congreso con mayoría republicana está ocupado desmantelando el Obamacare. La gente teme a un hombre que ha glorificado el asalto sexual, incitado a la violencia racista y que ha obtenido miles de millones de dólares explotando a gente trabajadora.

Trump ya ha revertido la decisión de Obama y ha dado el visto bueno a los oleoductos “Dakota Access” y “Keystone XL”, con lo que ha dejado claro que las regulaciones medioambientales serán generalmente ignoradas para animar a los industriales a construir fábricas en los EEUU. También ha dado la orden de dar luz verde a la construcción de una “muralla” en la frontera con México y ha preparado el escenario para un número de deportaciones sin precedentes de trabajadores indocumentados: ha añadido 5.000 agentes a la Patrulla Fronteriza y triplicado el número de agentes de ICE (Inmigración y Aduanas) mientras que ha expandido radicalmente lo que puede considerarse “comportamiento criminal” que puede llevar a una persona a ser deportada. Ha amenazado con privar de fondos federales a las “ciudades santuario” (N.T: localidades o estados cuyos gobiernos no informan al gobierno federal sobre inmigrantes indocumentados y donde estos tienen acceso a los mismos servicios públicos que el resto de la población). Y ha prohibido de facto la inmigración de personas musulmanas al paralizar las visas para seis diferentes países de mayoría musulmana.

Sin embargo, el miedo no es la única reacción hacia el “Depredador en Jefe”. A su toma de posesión le siguió el día de mayores protestas en la historia de los EEUU, con una marcha de mujeres el 21 de enero que movilizó a más de 3 millones de personas. Este movimiento debe continuar, profundizarse y escalar para detener la agenda reaccionaria de Trump. Podemos detener sus políticas, pero esto requerirá una resistencia decidida, un masivo movimiento de desobediencia civil y la ruptura con la “normalidad”.

Porque es la normalidad del sistema actual la que ha dado como resultado que ocho personas tengan la misma riqueza que la mitad de la población más pobres (3.600 millones de personas). El mantenimiento de la normalidad bajo los Demócratas y Republicanos ha perpetuado la destrucción del clima, la guerra, la desigualdad salarial, el racismo y el machismo. Y esta normalidad ayudó a abrir la puerta a la demagogia populista de Trump. La mayoría de la clase dirigente americana no ven a Trump como un defensor fiable de sus intereses, pero para la clase trabajadora, Trump y su gabinete de milmillonarios son sus absolutos enemigos, y no podemos depender de las mismas élites que no pudieron detener la elección de Trump para que detengan su agenda.

Una clase dirigente profundamente dividía

Las clase dirigente milmillonaria en EEUU e internacionalmente está dividida en cuanto a cómo lidiar con el ascenso de Trump a la posición de mayor poder en el mundo. Obama y Clinton quieren que demos “una oportunidad a Trump”, pero no podemos esperar a que dejen sin fondos a las organizaciones de planificación familiar, o que expulsen a millones de Medicaid antes de pasar a la acción. Algunos demócratas, como los que rechazaron presenciar la toma de posesión de Trump, dicen que quieren luchar contra su agenda. Si se tomaran esto en serio, podrían poner algunos obstáculos, especialmente teniendo en cuenta la muy estrecha mayoría de los Republicanos en el Senado. Pero desgraciadamente los demócratas no quisieron tomar medidas decisivas en el pasado para detener los ataques de la Administración Bush.

La retórica nacionalista y proteccionista de Trump está creando una profunda ansiedad entre los “aliados” internacionales de los milmillonarios estadounidenses. Trump ha enfadado a la mayoría del “establishment” europeo al declarar que la Unión Europea desaparecerá y que la alianza militar de la OTAN está “obsoleta”. Mientras que las élites estadounidenses continúan paralizadas por su división, los dirigentes rusos, israelíes y turcos han ido completamente a la ofensiva para incrementar su poder e influencia geopolítica.

Las tensiones entre EEUU y China se están incrementado rápidamente. Los líderes chinos han amenazado con “quitarse los guantes” en sus interacciones con Trump. El pasado lunes Trump formalmente retiró a EEUU del Acuerdo Transpacífico (TTP en sus siglas en inglés), el tratado comercial que la administración de Obama construyó para luchar contra el creciente poder económico de China. Desde luego no vamos a lamentar el final de este pacto anti-trabajadores y anti-medioambiente, pero la alternativa de Trump parece ser la amenaza de una guerra comercial contra China. Al contrario de lo que declara el gobierno, unos aranceles más altos no traerán un gran número de empleos industriales de vuelta a EEUU. Es más probable que una guerra comercial empuje la economía mundial a la recesión. Bajo el capitalismo nos enfrentamos a elegir entre estas dos terribles opciones: una globalización corporativa destructiva o guerras de comercio proteccionistas.

Nuestro movimiento no debe responder al nacionalismo de Trump con los ecos anti-rusos de la Guerra Fría. La lucha será mucho más efectiva si nos concentramos en pelear contra el racismo, el sexismo, y las políticas contra la clase trabajadora que proponga la derecha, y no en los intentos de la CIA de promover escándalos de tipo nacionalista. Sin embargo, los ataques de las agencias de inteligencia contra Trump reflejan la ansiedad de la clase dirigente por su obvia admiración a Putin.

Cientos de miles de personas fuera de EEUU se unieron a las protestas contra Trump del 21 de enero, y necesitamos ser solidarios con la gente trabajadora alrededor del mundo que quiere resistir tanto “la normalidad” del sistema como la reacción de la derecha. Los eslóganes y la paranoia nacionalistas por que el gobierno esté controlado por poderes extranjeros como Putin no van a movilizar de forma efectiva a la gente trabajadora, la juventud y los pobres para que se unan a una resistencia decidida que pueda impedir la agenda reaccionaria de Trump.

Para detener los ataques de la derecha, en lugar de confiar en la asesina CIA o en los políticos controlados por el poder económico debemos concentrarnos en movilizar desde abajo una agenda de resistencia de 100 días contra Trump.

Los Demócratas y el movimiento

Necesitamos basar nuestro movimiento en las necesidades de la gente trabajadora y no limitar nuestras demandas a lo que sería aceptable por los líderes del Partido Demócrata. Podemos construir las mayores protestas posibles si demandamos medidas populares como la defensa y la extensión de los derechos reproductivos, el final de la deportación de inmigrantes y el establecimiento de un Medicare mejorado y universal. Necesitamos seguir luchando por un salario mínimo de 15 dólares por hora, formación universitaria gratuita y contra las encarcelaciones masivas.

Necesitamos la unidad y solidaridad de todas las personas que se oponen activamente a Trump para detener sus ataques. Cada persona que esté contra Trump debe apoyar a las mujeres que se enfrentan a los recortes en Planificación Familiar; y lo mismo es cierto para los inmigrantes o para cualquier otro grupo que sufra sus políticas. Los sindicatos, grupos locales, organizaciones feministas, activistas de “Black Lives Matter” (Las Vidas Negras Importan) y los socialistas deben movilizarse juntos con demandas claras y acciones decididas.

Al mismo tiempo, los nuevos movimientos de masas necesitan invitar a la gente que están participando en sus primeras protestas o reuniones organizativas. Esto significa que las nuevas coaliciones contra Trump incluirán a personas que frecuentemente miran al Partido Demócrata en busca de liderazgo. Las coaliciones de resistencia también necesitarán organizaciones con lazos con el Partido Demócrata como sindicatos y grupos feministas. Dentro de estas coaliciones, necesitamos tener debates sobre la mejor estrategia para luchar por nuestras demandas que puedan mejorar las vidas de la gente trabajadora.

Desde Alternativa Socialista proponemos la necesidad de un nuevo partido del 99% que sea una fuerza que luche contra la agenda de Trump sin reservas. La dirección del Partido Demócrata preparó el camino para la victoria de Trump, y sus políticas han estado aplastantemente controladas por las élites corporativas. La tendencia dominante en los Demócratas no detuvo la agenda de Bush, no ha cumplido las promesas de combatir el racismo o el machismo o de mejorar las condiciones de vida de la gente trabajadora. Por eso algunos trabajadores fueron seducidos por la demagogia pro-obrera de Trump, aunque esto se verá minado con la experiencia de sus políticas. Alternativa Socialista trabajará con aquellos Demócratas progresivas alrededor de demandas claras que puedan movilizar a la gente, pero no limitará su programa, estrategia o tácticas a lo que sea aceptable para los Demócratas pro-corporaciones. Por el contrario, nos basaremos en las necesidades de la gente trabajadora para resistir un sistema y un presidente adictos a la destrucción.

Los próximos pasos contra Trump

Necesitamos 100 días de resistencia escalada. Los derechos reproductivos están amenazados. Sin embargo, en Polonia las mujeres fueron a la huelga y detuvieron las leyes de restricción del aborto. Las organizaciones feministas y los sindicatos deben seguir este ejemplo positivo y construir acciones más fuertes y decididas posibles para el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres.

Nuestros 100 días de resistencia deben culminar con marchas masivas, desobediencia civil y huelgas el 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. El 1 de mayo de 2006 los trabajadores inmigrantes fueron a la huelga y protestaron en todo el país contra la racista legislación anti-inmigración. Esta vez no podemos dejar a los inmigrantes solos en la lucha. Los sindicatos deben movilizar a todos sus miembros, inmigrantes o no, para oponerse a las deportaciones de Trump con acciones decisivas, incluyendo paros. No debemos olvidar que el propio movimiento sindical es un objetivo de los apetitos depredadores de Trump.

El 20 y el 21 de enero inauguraron una resistencia de proporciones monumentales. Alternativa Socialista cree que necesitamos convertir ésta en un movimiento que pueda desafiar al sistema que da a ocho hombres blancos más riquezas que 3.600 millones de habitantes de este planeta. Trump es la personificación del capitalismo depredador y la clase trabajadora, mientras lucha con éxito contra su agenda, puede sentar las bases para un mundo sin explotación, pobreza o discriminación. ¡Únete a nosotros en la lucha por el socialismo! ¡Tenemos un mundo que ganar!

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