EEUU es ese país que durante tanto tiempo intentaron vendernos como paradigma del capitalismo más avanzado, donde todo el mundo vivía bien y la lucha de clases no existía. Sin embargo, esta crisis ha vapuleado todos esos preceptos y un “fantasma” ha empezado a recorrer, también, este país.

Además de todas las movilizaciones sociales contra la violencia policial y el racismo, hace unos meses asistíamos a una huelga ejemplar de los trabajadores de la comida rápida que luchaban por subir el salario mínimo de 7 a 15 dólares hora, mejorar sus condiciones de trabajo y el derecho a libertad sindical. Los trabajadores de Walmart se movilizaron por primera vez a nivel nacional con unas reivindicaciones similares. Y durante nueve meses hubo huelgas y movilizaciones en los puertos de la Costa Oeste, por donde entra la mayor parte del comercio con China. En febrero los estibadores han conseguido firmar un nuevo convenio después de que las movilizaciones forzaran a intervenir al gobierno de Obama.

En este momento, el conflicto laboral de más importancia es la huelga de los trabajadores de las refinerías, que afecta a un quinto de la capacidad de producción del país. La huelga dura ya más de cuatro semanas y sigue extendiéndose por varios Estados: Luisiana, Texas, California Kentucky, Washington, Indiana, Ohio..., afectando entre otras plantas a Port Arthur, la mayor del país, con capacidad de refinado superior a los 600.000 barriles diarios.
El convenio de este sector terminó a finales de enero de 2015. El sindicato United Steel Workers (USW), que representa a más de 30.000 trabajadores, comenzó a movilizarse para conseguir mejoras laborales y en la seguridad del trabajo. Los trabajadores piden un convenio más justo, ya que en los últimos años se han deteriorado notablemente las condiciones laborales en las plantas químicas y en las refinerías: la jornada laboral es excesiva y afecta a la salud y a la seguridad; son normales incendios, emisiones, fugas y explosiones que las empresas no reconocen y, además de haber provocado accidentes con muertos, ponen en riesgo a las comunidades locales. A esto hay que añadir el gran deterioro de la calidad de los centros de trabajo, y que cuando se jubilan trabajadores sindicalizados cualificados, son reemplazados por personal subcontratado sin la cualificación. También piden una subida salarial del 6%.

La mayor huelga desde los años ochenta

Esta huelga tiene un carácter histórico. Hacía más de 35 años que los trabajadores de este sector no iban a la huelga. Entonces, después de tres meses en huelga, consiguieron una victoria que mejoró enormemente las condiciones de trabajo y estas se mantuvieron durante algún tiempo, hasta que comenzó el deterioro actual.

Los medios de comunicación y voceros del capitalismo intentan aislar el conflicto y han lanzado una campaña de miedo destinada a que la población crea que esta huelga repercutirá en sus bolsillos por la subida del precio de la gasolina. Sin embargo, los trabajadores están recibiendo apoyos de otros sectores de trabajadores, de diferentes colectivos y la lucha sigue extendiéndose.

Hasta ahora hemos visto la movilización de los trabajadores en los sectores más desprotegidos (la comida rápida, el comercio al por menor…), un sector formado principalmente por jóvenes e inmigrantes que han dicho basta ya a la sobreexplotación; pero ahora ha entrado en acción uno de los batallones pesados del proletariado industrial norteamericano que, sin duda, presagia las luchas que veremos en el próximo periodo en el corazón del capitalismo mundial.

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