La liberación del pueblo palestino y la lucha por el socialismo son inseparables

Tras casi un año y medio de genocidio en Gaza finalmente se ha alcanzado un alto el fuego entre Israel y Hamás. La barbarie desatada por el sionismo, con el pleno apoyo de EEUU y la UE, resulta absolutamente indescriptible: 70.000 muertos, sumando a los que yacen bajo los escombros, y que podrían llegar hasta los 186.000 si incluimos a los fallecidos por hambre, frío, infecciones y heridas según The Lancet. ¡Un 16% de la población!

El horror de este holocausto se completa con decenas de miles de heridos y mutilados, muchos de ellos niñas y niños; 100.000 toneladas de bombas que han destruido el 90% de las infraestructuras y edificios de Gaza, contaminado masivamente la tierra y el agua; y la utilización del hambre como arma de guerra, siguiendo el ejemplo de los nazis.

Tras una hecatombe de tal magnitud es natural que la población gazatí respire aliviada con el alto el fuego, y que celebre la liberación de cientos de presos palestinos de las terroríficas prisiones israelíes donde han sido torturados salvajemente durante años, y con más saña aún si cabe tras el 7 de octubre de 2023.

El pueblo palestino ha demostrado y sigue demostrando una dignidad y una capacidad de resistencia sin parangón. A pesar de haber reducido a cenizas y escombros el norte de Gaza, y a pesar de las provocaciones de los sionistas para que no regresen a sus hogares, cientos de miles están decididos a vivir en las que siempre han sido sus tierras.

Pero como explicaremos, sería un error llevarse a engaño y considerar que esta terrible barbarie está cerca de finalizar. A pesar de la heroica resistencia del pueblo palestino, que ha combatido durante décadas al ocupante colonialista y a sus cómplices occidentales, y que ha sido una auténtica referencia para los pueblos oprimidos de todo el mundo, es necesario hacer un análisis serio de los trascendentales acontecimientos de este último año. Lo peor que podemos hacer es ponernos una venda en los ojos y negar los hechos.

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La barbarie desatada por el sionismo, con el apoyo de EEUU y la UE, es indescriptible: 70.000 muertos, y que podrían llegar hasta los 186.000 si incluimos a los fallecidos por hambre, frío, infecciones y heridas. ¡Un 16% de la población! 

¿Victoria o derrota?

Plantear la idea de que la tregua significa que Israel ha sido derrotado, que Netanyahu no ha conseguido ninguno de sus objetivos, o que nos encontramos ante una victoria de Hamás como han escrito diferentes organizaciones y grupos, puede sonar muy bien, pero ni se corresponde con la realidad, ni ayudará a la lucha por la liberación del pueblo palestino.

Muchos de estos análisis recuerdan a otros que se hicieron en coyunturas históricas muy críticas, y que llevaron a estas mismas organizaciones a afirmar que Margaret Thatcher había fracasado frente a los mineros británicos en su huelga de 1984/85, que el desmoronamiento de la URSS con Gorbachov no suponía el fin del Estado obrero ni la restauración capitalista, o que en Sudáfrica jamás se podría estabilizar un régimen capitalista con una burguesía negra. Este tipo de enfoques son la negación del marxismo, y siempre conducen al mismo desastre: confundir los avances de la contrarrevolución con la revolución o algún sucedáneo tragable para una militancia a la que se cree estúpida y poco formada. Idealismo ramplón en lugar de dialéctica materialista.

Ciertamente, el Estado de Israel, racista y colonialista y que emula a la Alemania nazi o a la Sudáfrica del apartheid, no ha sido capaz ahora, como no lo fue en el pasado, de exterminar al pueblo palestino o expulsarlo fuera de sus fronteras y con su crueldad no ha hecho más que sembrar la semilla de nuevas rebeliones y más resistencia.

Sin embargo, aunque esto es cierto y evidente, el régimen sionista, de la mano del imperialismo norteamericano, ha asestado un duro golpe en Gaza y Cisjordania, en el Líbano y Siria, alcanzando, a corto plazo, algunos de sus objetivos estratégicos. Tan es así que Trump, ya como inquilino de la Casa Blanca, henchido de soberbia por este avance se ha alineado con los ministros sionistas más supremacistas proponiendo abiertamente una limpieza étnica completa, y expulsar a 1,5 millones de gazatíes a Egipto y Jordania.

Gaza ha quedado completamente devastada, y a pesar de la tregua, seguirá siendo el mayor campo de concentración del mundo, con la complicidad del imperialismo occidental y la pasividad de la llamada comunidad internacional. Cisjordania vive un recrudecimiento de la violencia sionista, tanto del ejército israelí como de las falanges fascistas de colonos, que han sembrado el terror avanzando en su anexión de territorio palestino.

Hezbolá ha sido duramente golpeada en el Líbano, perdiendo cientos de cuadros de su cadena de mando, obligada a retirarse al norte del río Litani en favor del ejército libanés, y aceptando un nuevo presidente para el país, el general Michel Aoun, que actuará como un procónsul del imperialismo norteamericano.

Y por último la Siria de Al-Assad, supuesto bastión del llamado Eje de la Resistencia, se ha desmoronado en días. Ahora el control está en manos de las milicias yihadistas de HTS financiadas por Turquía, las monarquías del Golfo y el imperialismo estadounidense, y las tropas israelíes ocupan territorio sirio más allá de los altos del Golán, después de destruir sus defensas militares.

Pensar que estos hechos no concuerdan con objetivos acariciados por Tel Aviv y sus patrocinadores occidentales desde hace años es, simplemente, esconder la cabeza debajo de la tierra.

Es necesario entender la interconexión de todos estos acontecimientos y la magnitud de los cambios operados, si queremos sacar las lecciones necesarias para continuar la batalla por la completa liberación del pueblo palestino y la lucha por una Federación Socialista de Oriente Medio. Nuestra tarea no es deformar la realidad, sino mirarla de frente para transformarla. Esa ha sido siempre la actitud del marxismo revolucionario.

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El régimen sionista, de la mano del imperialismo norteamericano, ha asestado un duro golpe en Gaza y Cisjordania, en el Líbano y Siria, alcanzando, a corto plazo, algunos de sus objetivos estratégicos. 

Una tregua a la medida de Netanyahu y del imperialismo norteamericano

En política raramente existen las casualidades. Como señalamos en nuestra primera declaración tras el 7 de octubre, el ataque de Hamás era plenamente conocido por el Mossad y la CIA. Una frontera como la de Gaza, de las más militarizadas de todo el planeta, con tecnología punta que detecta cualquier tipo de movimiento, no podía ser asaltada sin que la inteligencia israelí y norteamericana estuvieran alertadas previamente. El plan de Hamás fue preparado durante más de un año y, tal y como desveló el New York Times y medios israelíes, era plenamente conocido por Washington y Tel Aviv. Lo sabían y dejaron hacer, de cara tener la justificación política para asestar una respuesta brutal y tratar de rediseñar el mapa de Oriente Medio.

El imperialismo norteamericano, tras constantes derrotas y retrocesos en Iraq y Afganistán, frente a un humillante fracaso en Ucrania a pesar de toda la algarabía arrogante de Joe Biden contra Rusia, necesitaba actuar. ¡Y lo ha hecho! Hoy, tras 15 meses de genocidio, resulta evidente que existía una hoja de ruta que se ha ido completando en función de la coyuntura, los progresos de la ofensiva militar israelí, y la falta de una respuesta contundente desde Irán, China o Rusia. Y esta es la razón por la que la Administración demócrata, con el apoyo de Trump, no ha dejado de prestar un apoyo incondicional a su “portaviones” sionista.

La tregua firmada por Israel y Hamás que, como dicen numerosos analistas, es prácticamente igual a la que se negoció hace ocho meses, se ha materializado justo ahora por razones muy poderosas. Hace ocho meses el conflicto no se había extendido al Líbano, y Hezbolá conservaba intactas sus capacidades operativas y militares; hace ocho meses el régimen de Al-Assad todavía seguía manteniendo, aunque ahora sabemos que muy superficialmente, el control de Siria. Ocho meses después el cambio es trascendental para Siria y el Líbano, y el régimen de los mulás en Irán, el principal enemigo de Israel y EEUU en la región, y aliado estratégico del bloque liderado por China y Rusia, ha sufrido un golpe muy serio. Sin duda estos hechos explican por qué Netanyahu, Biden y Trump han decidido cerrar la tregua justo en este momento.

Trump quería un acuerdo antes de tomar posesión como presidente. No solo para poner aún más en evidencia a Biden y a los demócratas, sino también por motivos geoestratégicos, de cara a continuar con la senda que él mismo abrió con los Acuerdos de Abraham, y que supusieron el restablecimiento de relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Ahora trata de profundizar por este camino, pero con Arabia Saudí, la monarquía petrolera clave en la región, tratando de recuperar la influencia perdida frente a la poderosa penetración de China. De ahí que uno de los incentivos de cara a la tregua —extraoficialmente— sea el futuro establecimiento de relaciones entre Israel y Arabia Saudí. Aunque esto pueda ayudar al imperialismo norteamericano, no resolverá fácilmente sus problemas en la región, dada la poderosa relación comercial levantada entre Riad y Beijing.

Trump y el imperialismo norteamericano querían esta tregua, y Netanyahu también era de la misma opinión.[1] Tras más de un año de masacre en Gaza, de intervención en el Líbano, y tras incursionar exitosamente en Siria, es también evidente que la economía israelí enfrenta serias dificultades, con un gasto público y un déficit disparado, con numerosas quiebras de empresas fruto del reclutamiento de sus trabajadores, y con el hundimiento de sectores como el turismo, la construcción y la agricultura, por la falta de mano de obra tras las restricciones a los trabajadores palestinos.

Al mismo tiempo, y a pesar del giro hacia la extrema derecha de la sociedad israelí, que apoya mayoritariamente el genocidio en Gaza, las tasas de reclutamiento del ejército estaban cayendo y la opinión pública, como han señalado diversas encuestas, era enormemente favorable a una tregua que permitiera traer a los rehenes de vuelta. Aunque la propaganda sionista ha funcionado y la oposición interna a la masacre palestina ha sido pequeña, no es fácil mantener en esta tensión a una sociedad indefinidamente.

Netanyahu, que ha demostrado una gran capacidad de supervivencia política, también la necesitaba. Sus asesores en el Gobierno, y también en Washington, piensan que la tregua puede suponerle, en el caso de tener que adelantar las elecciones, buenos resultados si aparece como el artífice de la vuelta de los rehenes tras haber golpeado tan duramente a Hamás y Hezbolá. Que sus ministros filonazis alcen la voz e incluso salgan del Ejecutivo, como ha hecho el fascista Ben Gvir, que ya ha señalado no obstante que seguirá prestándole su apoyo parlamentario, no preocupa mucho a un Netanyahu que en un año de genocidio ha paralizado completamente a la oposición, militarizado la sociedad y ahora vuelve a retomar con más fuerza su autoritaria reforma judicial.[2]

Dicho esto, lo fundamental es que cuando el imperialismo norteamericano ha decidido que tocaba parar, el Estado sionista no ha podido negarse. Una demostración palpable de cómo esta barbarie habría sido imposible, como no hemos dejado de señalar, sin el pleno concurso militar, financiero y diplomático de los EEUU, de Biden y los demócratas, que tiene su manos manchadas de sangre palestina al mismo nivel que los criminales sionistas. Y lo mismo podemos decir de la UE.

Respecto a la tregua, el propio Estado sionista, con el beneplácito de EEUU, ya ha señalado que se reserva el derecho de reiniciar la agresión contra Gaza cuando lo considere oportuno. Igual que está haciendo con el alto el fuego en el Líbano.

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Este alto el fuego está hecho a medida de los sionistas, como demuestra la brutal intervención en Cisjordania de los militares israelíes asaltando a sangre y fuego el campo de refugiados de Yenín. 

En cuanto a la segunda fase del acuerdo, que comenzaría a partir del 2 de marzo, aún debe ser negociada y ratificada por el Gabinete de Netanyahu,[3] incluyendo el establecimiento de una zona de seguridad en la frontera. Una área de contención que Israel ha ido diseñando con la completa destrucción de pueblos y barrios fronterizos para que no vuelvan a ser reconstruidos, y que podría abarcar hasta el 30% del territorio de Gaza.

Al mismo tiempo se tendrá que negociar la retirada de las Fuerzas de Defensa de Israel de los corredores Philadelphia (frontera egipcio-gazatí) y Netzarim (que parte el norte y el sur de la Franja), planteándose en este último caso el despliegue de contratistas privados norteamericanos. Y todo ello mientras asistimos a una política de tierra quemada en el norte de Gaza, donde las milicias fascistas de los colonos quieren establecer asentamientos y no paran en sus provocaciones y asesinatos contra la población palestina que intenta regresar.[4]

Otro dato que revela como este alto el fuego está hecho a medida de los sionistas, es la brutal intervención en Cisjordania por parte de los militares israelíes, que entre otros actos criminales han asaltado a sangre y fuego al campo de refugiados de Yenín, contando además con la repugnante colaboración de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y sus fuerzas policiales, en la represión de combatientes y luchadores palestinos.[5] Trump, en su entusiasmo nada disimulado por lo que considera un triunfo de su principal aliado, ya ha prometido a Netanyahu el reconocimiento de los asentamientos ilegales de colonos en Cisjordania

La ANP, los Gobiernos árabes y el negocio de la reconstrucción

La otra cara de este terrible genocidio, y de esta tregua, es el papel de los corruptos Gobiernos árabes, tanto de las monarquías del Golfo, como Arabia Saudí o Qatar, como las dictaduras egipcia y jordana. Todos ellos han sido participes de estas negociaciones, y todos ellos están poniendo sus ojos en el negocio que les puede brindar la limpieza y reconstrucción de la Franja de Gaza, que también llenará los bolsillos de los burócratas de la corrupta ANP.

La apertura del paso de Rafah, y el restablecimiento de la ayuda internacional y del comercio privado, se hará bajo supervisión de Egipto, pero con la participación de la ANP. El viceministro de Asuntos Civiles de la Autoridad Palestina, Ayman Qandil, ya se ha desplazado a la zona para la supervisión. Como señala el diario israelí Haaretz: “Las empresas egipcias asociadas con la inteligencia militar o que están bajo su propiedad operarán la ruta de ayuda y emprenderán las primeras tareas de reconstrucción, incluida la limpieza de escombros de guerra, la reparación de carreteras dañadas, la construcción de viviendas temporales y la restauración de infraestructura esencial como el agua y la electricidad”.[6]

Un negocio financiado por las monarquías del Golfo, la UE y el imperialismo norteamericano, y del que participarán también la ANP y las elites comerciales gazatíes vinculadas a Hamás. Como el artículo citado señala: “La empresa Hijos del Sinaí, propiedad del empresario beduino Ibrahim al-Arjani, que posee una concesión de la inteligencia militar de Egipto, fue responsable de operar y coordinar la transferencia de ayuda, así como la entrada y salida de los habitantes de Gaza antes y durante la guerra, hasta el cruce de Rafah. La empresa se enfrentó a duras críticas de los habitantes de Gaza, a quienes se les exigió pagar miles de dólares a cambio de que se les permitiera viajar y salir de la Franja. Sin embargo, el viernes, los jefes de las grandes familias y tribus de Gaza emitieron una carta en defensa de la empresa, expresando su apoyo a cualquier esfuerzo egipcio para reconstruir Gaza. También expresaron su profundo agradecimiento por el papel de Egipto desde el comienzo del asalto a Gaza, incluida la operación de la empresa Sons of Sinai”.[7]

El otro actor central será Qatar, donde se encuentra exiliada una gran parte de la cúpula de Hamás, y que ha sido un financiador principal de la organización y de su Gobierno en Gaza. Qatar ya está organizando una conferencia de donantes de cara a pilotar también la reconstrucción y los lucrativos beneficios que conllevará para una minoría bien colocada en las posiciones adecuadas.

El siguiente aspecto a discutir y resolver será quién gobernará Gaza a partir de ahora. Por supuesto, la ANP ya ha manifestado estar preparada para reasumir el Gobierno civil en Gaza, donde actuará, como ya hace en Cisjordania, como un disciplinado agente policial al servicio del Estado sionista y un amigo del imperialismo norteamericano y de la UE. La cúpula corrupta de la ANP y la burguesía palestina no dudarán en seguir haciendo jugosos negocios con los capitalistas israelíes, que necesitarán abundante mano de obra barata palestina, entre otras cosas, para la construcción de las colonias ilegales. También volverá a recibir una inyección importante de recursos desde Washington y Bruselas, que comprará su voluntad política y su sumisión.

La atroz destrucción de Gaza y el debilitamiento real de Hamás, que ha perdido una parte muy importante de sus fuerzas milicianas y de su influencia política por más que algunos piensen que ha salido reforzada, facilitan a corto plazo este proceso a pesar del descredito entre la población palestina de la ANP. También se han dado pasos decisivos en esta dirección bajo el patrocinio de China con la firma en Beijing, el pasado mes de julio, de un acuerdo de unidad nacional suscrito por Al Fatah, Hamás y el resto de facciones palestinas, incluido el FPLP. Según el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, el pacto prevé la creación de un “Gobierno interino de reconciliación nacional”.[8]

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La otra cara de este genocidio, y de esta tregua, es el papel de los corruptos Gobiernos árabes. Todos ellos están poniendo sus ojos en el negocio de la reconstrucción de la Franja de Gaza, que también llenará los bolsillos de los burócratas de la corrupta ANP. 

Hamás y la lucha de liberación del pueblo palestino. ¡Por una alternativa internacionalista y socialista!

En algunos sectores de la izquierda se sigue insistiendo en negar el carácter imperialista del bloque liderado por China, al tiempo que se depositan todas las esperanzas de la liberación palestina en los movimientos diplomáticos de Beijing, Moscú o Teherán. En definitiva, se sustituye la lucha de clases y una política revolucionaria por la ilusión de que potencias capitalistas, enfrentadas al imperialismo norteamericano en la batalla por la supremacía mundial, se conviertan en aliados activos de la causa.

Pero hay que ser concretos y no dejarse deslumbrar por un espejismo. El régimen de capitalismo de Estado que gobierna China, o el de Putin en Rusia, o el de los mulás en Teherán, no tienen nada que ver con el socialismo ni con el comunismo. No llevan a cabo una acción exterior revolucionaria, ni alientan la solidaridad internacionalista. Se guían por la defensa de los intereses de sus monopolios y actúan de acuerdo a los objetivos que les marcan sus clases dominantes. En los hechos solo han pronunciado bonitas palabras y presentado mociones en la ONU. Pero China no ha roto relaciones comerciales ni diplomáticas con el Estado sionista, del que es su segundo socio comercial tras EEUU,[9] y ha mantenido sus importantes inversiones en los puertos de Haifa o Ashdod, además de sus amplias colaboraciones empresariales especialmente en el ámbito tecnológico y de la ciberseguridad.[10] 

Como comunistas revolucionarios tenemos que decir con claridad que estas potencias no son la solución para la opresión del pueblo palestino, y lo han dejado claro en estos meses de genocidio. Los auténticos y únicos aliados de la causa palestina son los millones de trabajadores y jóvenes que han levantado un movimiento de solidaridad internacionalista que ha sacudido el mundo.

El pueblo palestino, martirizado hasta límites inaguantables, cuenta con unas arraigadas tradiciones revolucionarias y una capacidad de resistencia impresionantes. Hoy padecen muy duramente la barbarie del colonialismo sionista y del imperialismo norteamericano, la complicidad de las “democráticas” potencias europeas y de toda la socialdemocracia con esta masacre, además del completo abandono de los corruptos y degenerados Gobiernos árabes y de la llamada justicia internacional.

Ha habido resistencia y habrá resistencia, y miles de jóvenes palestinos han tomado y tomarán legítimamente las armas ahora y en el futuro para enfrentar a sus opresores. Pero la lucha de liberación nacional requiere no solo de armas, necesita por encima de todo de una genuina política revolucionaria que unifique a los oprimidos en su batalla por transformar radicalmente sus condiciones de vida, y en consecuencia, la sociedad.

La barbarie que hemos visto en Gaza no es nueva. Es la misma barbarie que arrasó Europa durante la Segunda Guerra Mundial, con matanzas indescriptibles en todos los países ocupados por los nazis. Es la que padecieron en carne propia los pueblos de China, Corea, Argelia, o Vietnam. Pero en estos casos, la fuerza revolucionaria de la clase obrera y los oprimidos, levantando la bandera del internacionalismo y del socialismo, y a pesar de todas las distorsiones que supuso el estalinismo en la URSS, permitió vencer a las fuerzas criminales de la Alemania nazi o del imperialismo francés y estadounidense.

Es necesario extraer lecciones de todo lo ocurrido. A pesar de contar en sus filas con genuinos luchadores, tanto Hamás como Hezbolá son fuerzas dirigidas por fundamentalistas reaccionarios, vinculadas a un régimen corrupto y tiránico como el de los mulás de Irán, que no ha dudado en reprimir con saña los levantamientos de su propia clase obrera, de las mujeres por sus derechos democráticos fundamentales, o de minorías nacionales como los kurdos. De ahí el escaso eco que han tenido las manifestaciones de solidaridad con Palestina dentro de Irán, vistas con desconfianza por sectores de las masas que padecen día a día la tiranía capitalista de clérigos, empresarios y militares.

La contención del régimen iraní frente al genocidio sionista en Gaza es otro buen reflejo de su paripé antiimperialista, y de cómo, por encima de todo, están los negocios de su élite dirigente. Es evidente que China, que se ha convertido en un socio comercial decisivo para Irán, ha determinado esta moderación. Pero los capitalistas iraníes y la mafia clerical temen una guerra con Israel como a la peste, conscientes de que provocaría una desestabilización extraordinaria teniendo en cuenta la creciente pobreza y desigualdad que atraviesa la sociedad. La caída del régimen de Al-Assad ha sido una seria advertencia al respecto.

La causa palestina ha sido un faro revolucionario en el mundo árabe. Así fue en los años 50, 60, 70 y en los 80 del siglo pasado, especialmente con el estallido de la Primera Intifada. Esa potencia revolucionaria puso contra las cuerdas a muchos de los Gobiernos árabes de la zona, y colocó la tarea de la revolución socialista al orden del día. Sin embargo, todo ese potencial para derrotar al sionismo fue echado a perder por la dirección de la OLP con los acuerdos de Oslo y la idea utópica, y reaccionaria, de un Estado palestino capitalista que conviviría en armonía junto al Estado de Israel. Hoy esa vía “realista”, que muchos apoyaron y apoyan desde la izquierda, se ha convertido en un evidente callejón sin salida de consecuencias monstruosas.

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Los auténticos y únicos aliados de la causa palestina son los millones de trabajadores y jóvenes que han levantado un movimiento de solidaridad internacionalista que ha sacudido el mundo. 

Los terribles acontecimientos de estos meses en Gaza, Cisjordania, Líbano y Oriente Próximo puede que llenen de confianza a los imperialistas y a sus peones sionistas. Pero es imposible que puedan acabar con la lucha palestina. Al contrario. Con su intervención criminal han sacudido la conciencia de millones de jóvenes que están buscando respuestas radicales a esta barbarie.

Por más que hayan arrasado con Gaza, es imposible que eviten nuevas crisis revolucionarias en Palestina y Oriente Medio. Prepararse para las mismas, extrayendo las lecciones adecuadas, es la tarea que tenemos por delante. La experiencia demuestra que no hay soluciones intermedias. O el dominio del sionismo y del colonialismo, o la revolución socialista acabando con el Estado de Israel -es decir, expropiando a su burguesía-, y planteando el derrocamiento de los Gobiernos capitalistas árabes y de la burguesía palestina, ligados por miles de negocios al sionismo y el imperialismo occidental.

Esta es la llave para poner fin a la opresión nacional, de clase y de género, y construir una Federación Socialista de Oriente Próximo donde todos los pueblos puedan vivir en paz, igualdad y libres de la barbarie imperialista.

 

Notas:

[1]Olvídese de Trump — aceptar un alto el fuego fue el propio cálculo de Netanyahu

[2]As Israelis Celebrate the Hostage Deal, Netanyahu's Government Is Overthrowing the Courts

[3]Interpretación de la tregua israelo-palestina

[4]Un alto el fuego no detendrá la agenda genocida de los israelíes

[5]Israel traslada a Yenín las prácticas genocidas que aplicó en Gaza

[6]En una carrera contra la reanudación de la guerra: por qué Qatar y Egipto quieren empezar a reconstruir Gaza ya

[7] Ibid

[8] Hamás y Fatah firman en Pekín un acuerdo para crear un "Gobierno de unidad nacional"

[9]En 2024 las importaciones israelíes de China alcanzaron los 13.530 millones de dólares, un 19,8% más que en 2023, siendo por quinto año consecutivo la principal fuente de importaciones de Israel. China sigue siendo la principal fuente de importaciones de los israelíes en 2024

[10]China-Israel innovation park marks 10th anniversary in Tel Aviv

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