“15.000 gracias Madrid, qué bien resistes. Tremendamente agradecido por una noche de aquelarre antifascista que durará años”. Así agradecía en redes sociales Fermín Muguruza el histórico concierto que dio en Madrid la noche del 15 de febrero. Porque hay conciertos que son mucho más que la calidad de la música que se escucha, y en este hubo mucha calidad. Pero esta noche fue aún más que eso. Lo que iban a ser dos conciertos en Bilbo el pasado diciembre celebrando 40 años de carrera de Fermín se transformaron —tras agotarse las entradas en escasos minutos— en una gira por todo el mundo.
La expectación que levantó el concierto en Madrid era máxima, las primeras 10.000 entradas se agotaron el pasado octubre y la sala abrió la capacidad total del recinto: 15.000 personas. La misma celebración del concierto se convirtió en la primera victoria. Una victoria contra la censura y la represión que ha sufrido Muguruza durante más de veinte años, con la derecha y sus medios de comunicación atacándole y prohibiéndole tocar en Madrid, en “el corazón de la bestia”, como se repitió varias veces a lo largo de la noche. Y el concierto se celebraba en el recinto cubierto más grande de Madrid, en pleno barrio de Salamanca, el más franquista de la capital.
El ambiente que se respiraba fuera ya apuntaba que íbamos a vivir una experiencia muy especial. Camisetas reivindicativas, de grupos musicales de izquierda y antifascistas abarrotaban los bares y las plazas de los alrededores del antiguo Palacio de los Deportes.
Dentro, con “puntualidad revolucionaria”, las madrileñas Tremenda Jauría iniciaban el aquelarre. Sus mezcla de reggaeton, cumbia, rock y punk conectó con una sala que empezaba a llenarse.
Con la misma puntualidad salió la banda de Fermín Muguruza. Sus casi tres horas sobre el escenario fueron un homenaje a la banda sonora de las vidas de muchos de nosotros. Y a los combates en los que hemos participado o con los que nos hemos solidarizado: en las pantallas gigantes se sucedían imágenes de denuncia, de lucha y de organización de estas últimas cuatro décadas.
Igual que a lo largo de su carrera, el concierto fue un paseo por ritmos jamaicanos, por el ska marca de la casa, hasta por otros más hardcore, pero siempre con su estilo combativo y con su punto festivo, patxanga eta borroka.
Muguruza comenzó su actuación con Urrun, mientras aparecían imágenes de Iñigo Cabacas, seguidor del Athletic que murió por una pelota de goma de la Ertzaintza en Bilbao, y de Aitor Zabaleta, aficionado de la Real Sociedad asesinado en Madrid por fascistas del grupo Bastión, del Frente Atlético.
Poco después dedicaba Hay algo aquí que va mal a Carlos Palomino, el joven antifascista madrileño de 16 años asesinado por un militar nazi cuando se dirigía a una concentración de protesta contra una manifestación racista de la organización fascista Democracia Nacional.
Los clásicos de las diferentes épocas se sucedían: La línea del frente, A la calle, After-boltxebike, B.S.O., Kolore bizia, Newroz (dedicada a la lucha del pueblo kurdo), In-komunikazioa o Black is Beltza. Mientras, Fermín lanzaba críticas a Ayuso, a la situación de la vivienda, mostraba su solidaridad con Las 6 de La Suiza o recordaba con unas palabras en catalán a las víctimas de la dana y denunciaba a la derecha valenciana.
Es imposible mencionar todos los momentos álgidos de la noche. Desde el principio, la fusión de la banda con el público fue total, y solo iría a más. Cada uno de los que estuvimos podría señalar unos u otros, en función de su propia relación con cuarenta años de música. Para el que escribe podrían ser, entre muchos: el espacio dedicado a Iñigo (hermano de Fermín, fallecido hace cinco años); la colaboración de Karlos, de los Mostoleños Non Servium, interpretando Zu atrapatu arte; o la siempre brutal Itzoiten (dedicada al movimiento feminista), con toda su emoción contenida.
No podemos dejar de señalar un momento mágico de la noche: cuando Fermín presentó al bertsolari y letrista Jon Maia, contando cómo se gestó la colaboración de esa noche. Participó en el concierto de Bilbo que abrió la gira pero en este se presentaba una dificultad evidente: sus bertsos en euskera no serían comprendidos por la mayoría de los asistentes. No hay problema, dijo Jon, iré a Madrid y por primera vez haré unos bertsos en castellano.
Así dieron comienzo cuatro impactantes minutos en los que Jon desgranó la relación Madrid - Euskal Herria. Los años 30, el Madrid del “No pasarán”, la solidaridad madrileña en los momentos de más ataques a Fermín, la actualidad —“somos hachas vascas contra el fascismo, somos hachas vascas contra el sionismo”—, la emigración desde distintas regiones españolas que nutrió a la clase obrera vasca —“nietas de castellanas, madrileñas, andaluzas, extremeñas, ahora son el pueblo vasco, abuela, abuelo, ¡eskerrik asko!”—…, y finalizó con una renovada llamada a continuar la lucha.
La parte final del concierto iría in crescendo hasta un final apoteósico. Radio Rahim sirvió para denunciar la situación del Congo, donde el Gobierno reaccionario ruandés, con el imperialismo occidental detrás, está perpetrando una masacre para garantizar el suministro de metales preciosos. Yalah, yalah, Ramallah! fue el momento de recordar la solidaridad con los pueblos palestino y libanés y denunciar el genocidio sionista.
El último ska fue el vehículo para presentar la pedazo de banda que se ha unido para esta gira. Un colectivo vasco-catalán-cubano, con una destacada presencia femenina, de una calidad y una profesionalidad impresionantes.
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El último momento mágico llegaría al final, cuando le llegó el turno a Sarri, Sarri, posiblemente su canción más perseguida por la reacción y el aparato del Estado. Una persecución que no hay ido a menos, sino a más, desde que vio la luz en 1985. Era el mejor colofón al akelarre que se celebró esa noche. La canción más emblemática atronaba en el barrio más franquista de Madrid. La victoria había sido total.
Precisamente con esta canción vino la última colaboración de la noche, la de la actriz Itziar Ituño, al igual que ya hiciera en el concierto de Bilbo. Itziar fue duramente atacada por la derecha por participar en la pancarta de cabecera de la manifestación por los presos vascos de enero de 2024. Ella tampoco ha dudado en dar la cara en muchos momentos, como hizo en marzo del año pasado al cantar Sarri, Sarri en una entrega de premios para solidarizarse con Fermín, como hizo con la lucha de los trabajadores de Tubacex o como ha hecho con otros colectivos.
Te puede gustar o no la música de Fermín Muguruza, pero hay una cosa que, si no había quedado suficientemente clara en estos 40 años, se está encargando de recordarla: desde el mundo de la cultura se puede estar en el lado de la barricada de la política revolucionaria, de las luchas sociales, enfrentar la represión del Estado o la amenaza del fascismo. Fermín lleva haciéndolo 40 años, y esta gira indica que lo seguirá haciendo, con el mismo empeño y la misma dignidad, sino más, que al principio del camino.
En esa barricada, en ese frente de lucha, precisamente en este momento en que es más necesario desde los años negros de la Transición, siempre nos encontraremos.
Hay algo aquí que va mal. Egin ezazu behar duzuna. Organízate y lucha.
Fotos de Daniel Gómez, publicadas en el Facebook de Fermín Muguruza