Cuando el pasado 24 de septiembre se disolvió el parlamento y se convocaron nuevas elecciones para el 10 de noviembre, el panorama político quedó despejado. Pedro Sánchez y el PSOE han girado su discurso completamente hacia la derecha, han dado un portazo a la farsa de las negociaciones con Podemos y, envueltos en la bandera rojigualda, ahora se presentan como el gran partido del orden establecido y la unidad de la patria.

Para un amplio sector de la clase dominante, el partido de Pedro Sánchez es el único que, en teoría, podría ejecutar nuevas medidas de recorte y ataques a los derechos de la clase trabajadora sin provocar una explosión social. Obviamente esto es la teoría, la realidad de la lucha de clases no tiene por qué confirmar esta hipótesis teniendo en cuenta las graves contradicciones en que se desenvuelve el capitalismo español y mundial.

Para favorecer este planteamiento, el aparato del PSOE también maniobra en otras direcciones. La decisión de Íñigo Errejón de saltar a la política estatal con la candidatura de Más País solo puede entenderse como una operación de auxilio al PSOE. En origen se trataba de erosionar a Podemos y transferir el mayor volumen posible de sus votos a una fuerza política completamente artificial e institucionalizada, que no es más que una copia teenager de la socialdemocracia tradicional, y cuya única finalidad es presentar una gestión “eficaz” del orden capitalista con un barniz “progresista y de diseño”.

De esos polvos estos lodos

El objetivo de debilitar a Podemos, y de romperlo si fuese factible, viene de lejos y tuvo su punto más crítico en las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Ahora se ha dado una vuelta de tuerca. Errejón ha luchado por atraer a su partido al mayor número posible de dirigentes territoriales de la formación morada. Durante semanas se desarrollaron negociaciones secretas con buena parte del aparato del partido de Pablo Iglesias para, en el momento oportuno, volcar a la prensa la noticia de las deserciones. Inmediatamente después del anuncio del lanzamiento de Más País, grupos enteros de dirigentes de Podemos, empezando por los de la Región de Murcia, anunciaban a bombo y platillo, en una campaña de marketing perfectamente coordinada, que abandonaban Podemos para apoyar la iniciativa de Errejón.

Por supuesto, el hecho de que una parte muy importante del aparato de Podemos se una a la operación de apuntalar un gobierno del PSOE con políticas reaccionarias, dice mucho acerca de las consecuencias de los errores de Pablo Iglesias y de su círculo de confianza. Al renegar de los ejes políticos más avanzados de su programa electoral inicial, al girar incesantemente hacia la derecha y replegarse hacia la política puramente institucional, abandonando la calle y la participación activa en las movilizaciones populares, Pablo Iglesias abonó el terreno al despreciable oportunismo de Errejón y sus colaboradores. La triste realidad es que, a pesar de que Pablo Iglesias derrotó por amplísima mayoría en la segunda asamblea de Vista Alegre las propuestas de Errejón, en la práctica las hizo suyas y las llevó adelante. Los resultados de esta deriva están a la vista.

Un programa maravilloso… de confianza ilimitada en la buena voluntad de los capitalistas

Errejón ha lanzado un programa electoral lleno de medidas que, a primera vista, podrían ser atractivas para muchos electores. Cuestiones polémicas, como la regulación de los vientres de alquiler, que Errejón defendía con entusiasmo en los medios de comunicación, se han ocultado conscientemente.

Su propuesta de reducir la jornada laboral a 32 horas, sin reducción de salario, es sin duda una medida cuya aplicación sería un extraordinario paso adelante en la conquista de una vida digna para la clase trabajadora. Pero si esta propuesta no está acompañada de las medidas de trasformación de la organización económica y social que la hagan posible, resulta ser simplemente un recurso publicitario barato. ¿Acaso no existen hoy numerosas leyes y normas que regulan la jornada laboral y una retribución justa? ¿Acaso los empresarios no se saltan sistemáticamente esas leyes y normas e imponen jornada abusivas y salarios de miseria? Confiando, como hace Errejón, en la buena voluntad de los empresarios y en los frutos del “diálogo social”, este tipo de medidas son desde el inicio papel mojado. Demagogia barata que llama a la risa contenida.

Todo el programa de transformación ecológica de Errejón presenta el mismo defecto. Por supuesto que un cambio radical de la economía del Estado español haciéndola respetuosa con el medio ambiente, sostenible y ecológica sería muy positivo, al igual que lo sería la creación neta anual de 600.000 empleos en la “economía verde”. Ahora bien, cómo conseguir ese paraíso sin tocar ni en lo más mínimo los intereses de los grandes financieros y los grandes capitalistas sigue siendo un enigma para el que Errejón carece de respuesta.

Durante muchos años, los programas de los partidos reformistas de la izquierda cifraban el éxito de sus promesas en una reforma fiscal que aumentase los impuestos sobre los más ricos. Los gravámenes sobre las grandes fortunas, las tasas sobre las transacciones financieras y otras medidas de este tipo, eran enarboladas por los dirigentes reformistas como la solución milagrosa a los problemas económicos. La experiencia de las últimas tres décadas ha demostrado la absoluta inutilidad de esas medidas. La precariedad y la pobreza afectan a sectores cada vez mayores de la población trabajadora, y ninguna medida de política fiscal ha sido capaz de frenar esa tendencia.

Quizás por eso Errejón ni siquiera se molesta en presentar propuestas de reforma fiscal. Al contrario, asegura que su programa puede financiarse sin necesidad de subir los impuestos. E incluso llega aún más lejos: no solo no les va a subir los impuestos a los más ricos, sino que se los va a bajar. Porque ¿quiénes si no los más ricos van a ser los beneficiarios de las rebajas fiscales propuestas por Errejón al “consumo verde”? ¿Quién puede hoy comprarse un coche eléctrico e instalar en su vivienda un punto de recarga rápido? ¿Quién es que puede permitirse el lujo de alimentarse, y alimentar a su familia, con los productos de la sección de “ecológicos” de los supermercados?

El programa de Errejón se apoya en el interés de los capitalistas privados por invertir en la “economía sostenible”. Y para estimularlos solo se le ocurre ofrecerles aún más incentivos. Como si en los últimos doce años no se hubieran transferido billones de dinero público —riqueza creada gracias al esfuerzo de la clase trabajadora— a los bolsillos de los grandes empresarios, banqueros y especuladores en un vano intento de estimular la inversión y el empleo.

Este es el principal problema del programa de Más País. Sus promesas de conseguir un mundo verde y sostenible sin necesidad de ni siquiera rozar los intereses de los capitalistas, solo son una ilusión, un engaño, humo en los ojos de la clase trabajadora.

Un historial en las instituciones que desenmascaran a Más País

Más País quiere presentarse como una fuerza política “radicalmente” nueva, que nace sin historia previa y sin hipotecas con el pasado. Nada más lejos de la realidad.

Los dirigentes de Más País han formado parte decisiva de los “Ayuntamientos del cambio” (Madrid, Zaragoza, Valencia…) que se constituyeron en 2015 como resultado de la ola de movilización popular contra las políticas de recortes y las consecuencias de la crisis. Estos nuevos gobiernos municipales malgastaron irresponsablemente el enorme apoyo popular con el que iniciaron sus andaduras, para hacer una política al servicio de los grandes poderes económicos.

Madrid es, quizás, la ciudad dónde se haya vivido esa frustración de una manera más sangrante. Las promesas de parar los desahucios, de no pagar la deuda, de remunicipalizar los servicios públicos privatizados por el PP, en suma, la promesa de transformar la vida cotidiana de los millones de habitantes de Madrid, se materializó en todo lo contrario. La deuda bancaria no solo se siguió pagando puntualmente, sino que, para regocijo de los bancos, los pagos se anticiparon; los desahucios siguieron a buen ritmo, sin que el ayuntamiento moviera un dedo por impedirlo; el programa de remunicipalización solo se puso en marcha para solventar con dinero público inversiones privadas fallidas, como fue el caso de BiciMad; servicios municipales como los de Madrid Salud, el de Orientación Jurídica o las conserjerías de los colegios, fueron privatizados por iniciativa de Carmena y su equipo.

Los protagonistas de esta abierta traición a la voluntad de cambio de la población madrileña han recalado, en su gran mayoría, precisamente en las filas de Más País. Marta Higueras, Rita Maestre, Inés Sabanés, Nacho Murgui, José Manuel Calvo, etc. han decidido continuar su carrera ascendente en las instituciones del régimen del 78 de la mano de Errejón. Su última actuación en el Ayuntamiento de Madrid, la Operación Nuevo Norte, más conocida como Operación Chamartín, ha sido el mayor pelotazo especulativo de la Comunidad de Madrid, y una de las mayores de Europa (ver los detalles en el artículo publicado hace un mes en El Militante  https://www.izquierdarevolucionaria.net/index.php/estado-espanol/general/11712-operacion-chamartin-ahora-madrid-regalo-al-bbva-un-trozo-de-la-ciudad).

Sin duda alguna, aprobando esta operación, los concejales que ahora forman parte de las filas de Más País han demostrado su servilismo y su completa sumisión a los intereses del gran capital. Al fin y al cabo, su gestión al frente de grandes ayuntamientos como el de Madrid, crearon las condiciones para permitir al PP volver al gobierno municipal de la capital.

Más País contra la rebelión del pueblo de Catalunya

El ejemplar levantamiento del pueblo catalán contra la sentencia franquista que condena a varios dirigentes independentistas ha proporcionado a Errejón una nueva oportunidad de mostrar su subordinación al PSOE, calificando la posición de Sánchez de “mesurada y acorde con la gravedad del momento” y criticando la extraordinaria huelga general del pasado 18 de octubre porque no sabe “en qué medida va a servir para desbloquear los problemas”. Respecto a la represión salvaje y la brutalidad policial lo único que preocupa a Errejón es que las imágenes de violencia “se utilicen como munición electoral”, reduciendo quizás sus escasa opciones.

Las encuestas ya están registrando el más que posible pinchazo de esta operación. Confiamos en que esta dinámica se consolide, y que la clase trabajadora y la juventud den la espalda a este grupo de arribistas que sólo pretenden utilizar las instituciones para labrase un porvenir dorado dentro del sistema.

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