El domingo 26 de mayo 20.000 personas de toda Galiza nos manifestamos en Palas de Rei (Lugo) contra el proyecto de la nueva fábrica de celulosa que la multinacional portuguesa Altri, en asociación con la empresa gallega Greenalia y el beneplácito entusiasta de la Xunta del PP, quiere imponer en este municipio.
Un clamor popular desbordó las calles de esta pequeña localidad de menos de 3.400 habitantes y colapsó de coches la carretera nacional, en una contundente muestra de rechazo contra un proyecto faraónico cuyas consecuencias distan mucho de la propaganda que Altri y la Xunta han ido esparciendo los últimos meses. Según ellos, la macrofactoría (de 3.600.000 metros cuadrados) “no consumirá agua”, utilizará “madera gallega certificada, de proximidad” y el proceso “no va a tener ningún impacto ni en las aguas ni en las emisiones atmosféricas”. Pero los y las vecinas de la zona están en pie de guerra y han dejado claro que no tragan con estas fantasías imposibles de creer, especialmente cuando Altri acumula varias sanciones en sus plantas portuguesas por contaminación del río Tajo.
La demagogia prometiendo empleo esconde un gran negocio para una minoría
La transformación de la madera en papel implica el uso de agua. Concretamente, Altri planea utilizar cada día 46 millones de litros procedentes del río Ulla (lo que necesita diariamente toda la provincia de Lugo) de los que, dice, devolverá 30. Lo que no dice es que ese agua “devuelta” será contaminada por el proceso, a pesar de la depuración y enfriado, diezmando el actual ecosistema del río y sus alrededores. Sin mencionar los productos químicos necesarios para el proceso industrial, como compuestos de azufre, que tendrán un gran impacto también en la atmósfera de zonas especialmente protegidas y muy próximas al lugar donde se pretende levantar esta estructura (la sierra de O Carreón o el propio río Ulla) o el impacto de las obras de construcción necesarias para poner la planta en funcionamiento.
En cuanto al supuesto uso de “madera gallega de proximidad” del que habla la empresa, no se trata más que de otra campaña de lavado de cara del eucalipto, un árbol australiano altamente demandado en la industria papelera por su rápido crecimiento, a pesar de tener efectos devastadores como el secado de los suelos. Su monocultivo, junto con los efectos del cambio climático, está detrás de los catastróficos incendios que han asolado el norte de Portugal y Galiza en las últimas décadas. No hace falta ser vidente para entender que la presencia de una nueva planta, sumada a la ya existente en Pontevedra, incentivará aún más la plantación para cubrir la demanda de esta especie foránea.
Altri afirma que la planta creará 2.500 empleos, directos e indirectos, una vez arranque el funcionamiento de la misma. Hace unos meses decía que serían al menos 1.500 directos y otros 2.000 indirectos. Pero como muy bien han denunciado los y las vecinas de la zona, estos cantos de sirena obvian los miles de puestos de trabajo de la comarca de A Ulloa dedicados a la agricultura y la ganadería que se destruirán. Por no hablar de las mariscadoras de la ría de Arousa, donde desembocará el Ulla ya contaminado; o de los trabajadores de albergues y casas rurales cuando los peregrinos deban soportar el tufo a azufre de una fábrica situada a menos de un kilómetro del Camino de Santiago. Por mucho que prometan, el saldo final será claramente negativo para los trabajadores y para el medio ambiente.
Grandes empresas y puertas giratorias, los únicos beneficiarios
Los beneficiarios de este proyecto están en los consejos de administración de las empresas y en las consellerías. Al menos un tercio de toda la producción de la macroplanta irá destinada a la fabricación de lyocell, una forma de viscosa cada vez más utilizada en la industria textil, lo que explica muy bien que el director general de finanzas del grupo Inditex haya sido uno de los “expertos” que “recomendaron” a la Xunta apostar por este proyecto, cuyo fin es abaratar el coste y “optimizar” el suministro de una materia prima clave.
Otros de los agraciados son los miembros del consejo de administración de Greenalia, socio de Altri en el proyecto, en el que participan un antiguo consejero delegado de Inditex y antiguos concelleiros del PP, Antonio Couceiro y Beatriz Mato, esta última fue responsable de Medio Ambiente. También se lucra —por su papel como “asesora” de Altri— la consultoría Acento, fundada por José Blanco, antiguo ministro con Zapatero y natural de Palas de Rei, y dirigida por Alfonso Alonso del PP. También es conocida por la reciente intención del exministro Alberto Garzón, de IU, de fichar por ella hasta que la presión social le hizo dar marcha atrás al conocerse, entre otras cosas, que esta misma consultora trabajaba también para empresas del sector del juego o vinculadas con la monarquía marroquí de Mohamed VI.
Así se lucha contra el expolio de los recursos del pueblo
Estos vínculos entre Altri, Inditex y la Xunta del PP explican también la actitud servicial de la Xunta, hasta el punto de plantearse la concesión de 250 millones procedentes de fondos europeos para la construcción de esta monstruosidad, y demuestra su preocupación hipócrita por la falta de tejido industrial en Galiza después de cruzarse de brazos ante el cierre de Poligal en Narón, de Alcoa en Coruña, de la central térmica de As Pontes, de los astilleros de Barreras y la antigua Vulcano en Vigo...
No menos vergonzoso resulta el silencio del Gobierno central de PSOE-Sumar, que cuando dice algo es únicamente para reclamar “más transparencia” y reducirlo todo a cuestiones técnicas, y en el caso del PSdG directamente se abstuvo en la votación en el Parlamento gallego. Por sus hechos les conocemos. Esto no va de cuestiones técnicas. Lo central no consiste en si Altri desechará el agua a 27ºC o a 25ºC, o si la chimenea tendrá una altura de 74 o 76 metros, sino que este proyecto solo beneficiará a unos pocos grandes accionistas a costa de devastar el medio ambiente y la vida de decenas de miles de personas.
Que el PP publicase el proyecto dos semanas después de las elecciones autonómicas en Galiza indica que ellos mismos son conscientes de que la instalación de una nueva celulosa es profundamente impopular y que, junto con la gestión nefasta de la sanidad y la educación públicas y el escándalo de los pelets que inundaron las playas gallegas, podría haber movilizado más el voto de la izquierda para sacarlos de la Xunta.
El éxito absoluto de esta manifestación, su masividad y determinación demuestra que hay fuerza para combatir a la derecha cuando se planta cara y se moviliza en las calles. La demagogia con el empleo tiene poco recorrido cuando se habla claro y de desnudan los intereses económicos de una minoría a costa de nuestro futuro. Claro que queremos empleo, pero no a costa de arruinar el que ya existe, no a costa de profundizar en el cambio climático y la degradación medioambiental.
Contra la destrucción de nuestras vidas y nuestro futuro, contra los intereses de empresas y políticos mercenarios convertidos en empresarios, el grito de ayer fue unánime: “A terra, a auga, o aire é para os nosos fillos e non para os seus bolsillos”. Altri Non!