Las masas vuelven a mostrar su fuerza para transformar la sociedad
El 11 de Noviembre una impresionante multitud de centenares de miles de personas, más de un millón según los organizadores, recibía a Evo Morales en el aeropuerto de Chimoré, en el Departamento boliviano de Cochabamba. Justo cuando se cumple un año del sangriento golpe de estado que derrocó al gobierno del MAS (Movimiento al Socialismo), Evo no solo regresa al país sino que lo hace arropado por una nueva demostración de fuerza tras la abrumadora derrota de la reacción en las urnas.
Después de entrar en territorio boliviano desde Argentina por el paso fronterizo de La Quiaca, la caravana de Evo ha recorrido más de 1.100 kilómetros en dos días atravesando decenas de pueblos y siendo recibida en cada uno de ellos con manifestaciones multitudinarias de apoyo.
La esperanza de que la victoria electoral del MAS en las elecciones presidenciales del pasado 18 de Octubre, con más del 55% de los votos, se traduzca en medidas reales que transformen la vida de las masas oprimidas vuelve a empujar el movimiento hacia adelante con una fuerza imparable.
El movimiento de masas paraliza a la clase dominante
De nada han servido los decretos aprobados durante el último año por el gobierno golpista prohibiendo el regreso de Morales y amenazando con encarcelarle si pisaba suelo boliviano. Tampoco el intento de sectores de la derecha y ultraderecha de organizar bloqueos de carreteras y manifestaciones contra su retorno, que se quedaron en muestras patéticas de impotencia frente a la movilización de las masas obreras y populares.
Los trabajadores y campesinos bolivianos han enviado un mensaje muy claro a la oligarquía y al imperialismo, organizadores del golpe de hace un año, y a los fascistas que siguen negándose a reconocer la victoria del MAS. Pero los acontecimientos no han pasado en vano, y el entusiasmo no debe impedir una estrecha vigilancia contra cualquier nueva intentona contrarrevolucionaria.
Bolivia atraviesa una crisis profunda y una intensa lucha de clases que refleja el callejón sin salida que implica mantener las bases del sistema capitalista. Las conclusiones de todo el periodo anterior son claras: no es el momento de frenar ni contemporizar con la reacción, sino de avanzar aplicando políticas genuinamente socialistas que garanticen la ruptura definitiva con la miseria y explotación capitalistas. No puede haber soluciones intermedias.
El capitalismo de rostro humano es imposible
Antes del gigantesco recibimiento de masas a Evo Morales, el 8 de noviembre tenía lugar la toma de posesión de Luís Arce, su ex ministro de economía y candidato del MAS en las recientes elecciones presidenciales. Además de dejar sin vigencia varias leyes represivas contra la izquierda y contra el propio Evo tomadas por el gobierno golpista, una de las primeras medidas del nuevo gobierno ha sido destinar parte de la cuantía del préstamo del FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a un bono contra el hambre de 1.000 bolivianos (145 dólares) dirigido a los sectores más golpeados por la crisis económica.
Esto refleja la enorme presión que existe para que la impresionante victoria popular del 18-O empiece a traducirse en políticas a la izquierda. Sin despreciar el peso que estos subsidios puntuales puedan tener, lo fundamental es que el Gobierno se apoye en la fuerza mostrada por el pueblo para llevar a cabo un cambio radical.
¿Cómo invertir los recursos necesarios en sanidad y educación, elevar los salarios y garantizar empleo o un ingreso digno para todos los desempleados si no es nacionalizado la banca y la tierra, las minas y todas las industrias estratégicas bajo el control democrático de los trabajadores y los campesinos?
En su discurso de toma de posesión tanto Arce como su vicepresidente, el dirigente indígena David Choquehuanca, han llamado a la reconciliación nacional prometiendo “gobernar para todos los bolivianos”. Arce ha reivindicado además las políticas económicas aplicadas durante los 14 años de gobierno del MAS.
En este mismo sentido se manifestó, en su primer discurso tras volver al país, Evo Morales. Luego de plantear que su gobierno “cambió Bolivia”, reivindicó las políticas aplicadas, incluida la decisión de abandonar el poder y salir del país tras el golpe en lugar de organizar la resistencia contra éste. Aunque defendió medidas sociales para los más pobres insistió en “gobernar para todos” y no asustar a los empresarios. Evo añadió que no participará en el gobierno, sino que lo apoyará desde fuera, estableciéndose en su región natal, el Chaparé (Cochabamba), y centrando su actividad en el movimiento sindical y la “organización y formación” de los líderes y activistas populares.
Si algo demuestra la experiencia de gobierno del MAS es que resulta imposible gobernar para los trabajadores y campesinos sin tocar la propiedad y los beneficios de los capitalistas, los grandes propietarios agrarios y las multinacionales.
Tras reducir los índices de pobreza y desigualdad durante los primeros años gracias a la estatalización de los hidrocarburos en un contexto internacional favorable (crecimiento de las exportaciones a China, afluencia de inversiones internacionales en sectores como el gas o el litio), las políticas del gobierno de Evo empezaron a mostrar sus limitaciones.
Las concesiones a las multinacionales, contestadas por importantes movilizaciones obreras y campesinas; las subidas de precios de diferentes productos y del combustible, conocidas como el “gasolinazo”, que también desataron protestas masivas, y los escándalos de corrupción protagonizados por dirigentes masistas, fueron parte de su “política inteligente” de buscar alianzas con los empresarios. Pero lo único que consiguieron fue una desafección creciente de su base social, lo que fue aprovechado por la oligarquía y el imperialismo para lanzar su ofensiva golpista.
Construir una alternativa revolucionaria para la transformación socialista de la sociedad
Para los militantes del MAS y de la COB, la principal central sindical del país, es de vital importancia hacer un balance serio de todo lo ocurrido sin dejarse impresionar por la retórica de la unidad nacional. Especialmente importante es considerar los hechos que se produjeron antes, durante y después del golpe de noviembre del año pasado.
Cuando la oligarquía y el imperialismo lanzaron su ofensiva, y se apoyaron para ello en los militares en los que Evo tanto confiaba, decenas de miles de trabajadores y campesinos se echaron a la calle, desafiando la represión. Tomaron el control de varias ciudades del país, organizaron asambleas y cabildos abiertos para resistir la embestida golpista, pero los dirigentes del MAS, empezando por el propio Evo, se negaron a organizar la lucha, renunciaron a convocar una huelga general y plantearon que no existía más opción que ceder las posiciones a los golpistas.
El resultado fue la llegada al poder de un gobierno reaccionario que desató una brutal persecución contra la izquierda y ha legislado a favor de los patronos y las grandes empresas destruyendo derechos. La derecha golpista pensaba que con su política del terror habían aplastado la resistencia y desmoralizado a la vanguardia. Asesorados por sus amos imperialistas y confiando en el control del aparato del Estado y del Tribunal Supremo Electoral (TSE), se sentían fuertes y descartaban perder las elecciones. Pero las masas volvieron a darles una lección inolvidable.
Tras ser derrotados en las urnas y en la calles, la oligarquía y el imperialismo han quedado temporalmente paralizados. No obstante, como han hecho siempre, ya están preparando su contraofensiva. El único modo de derrotarles de manera definitiva es que el gobierno del MAS rompa con el capitalismo y ponga en marcha un plan socialista nacionalizando los bancos, la tierra y las grandes empresas para ponerlos bajo administración directa de la clase obrera y el pueblo. Sólo así es posible satisfacer las necesidades sociales inaplazables.
Las masas lo entienden instintivamente y están haciendo todo lo que está en sus manos. La tarea de los activistas más conscientes y combativos es impulsar un frente único de la izquierda, llamando a la militancia del MAS a luchar juntos por este programa y demandando al gobierno su aplicación inmediata.
Bolivia, como el resto de Latinoamérica, no se encamina hacia un periodo de estabilidad y acuerdo nacional sino hacia uno de los periodos de mayor agudización de la lucha de clases. Será un combate abierto entre revolución y contrarrevolución que tendrá su reflejo en una diferenciación creciente a derecha e izquierda en las organizaciones políticas y sindicales de masas, empezando por el MAS y la COB. Los activistas más avanzados tienen una oportunidad histórica para forjar un partido basada en el programa y métodos del marxismo dentro del movimiento de masas y construir una dirección revolucionaria para llevar al pueblo a la victoria.