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La lucha contra la destrucción medioambiental se ha convertido en una cuestión de supervivencia. El último informe de la ONU sobre el Cambio Climático estima que “la humanidad tiene 12 años para evitar un desastre catastrófico”.
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2019 será el año más cálido desde 1850 y en los próximos cinco se prevén temperaturas récord. Los océanos están perdiendo oxígeno y el nivel global del mar subirá más de medio metro durante las próximas ocho décadas, los bosques tropicales (como la Amazonia) son masacrados con incendios provocados por la industria maderera y agropecuaria, y el deshielo en el Ártico o Groenlandia avanza imparable.
Bajo el capitalismo no hay salida
¿Cómo es posible que en un momento en el que los avances científicos permitirían frenar el cambio climático y garantizar un mundo sostenible ecológicamente, la situación se haya agravado alarmantemente? La razón es obvia: el sistema capitalista se basa en producir para que una minoría de banqueros, grandes capitalistas y especuladores obtengan beneficios obscenos, a costa del desempleo masivo y la precariedad, la privatización de la sanidad y la educación, o la destrucción del medioambiente.
Ante esta realidad, la hipocresía de los gobiernos capitalistas de todo el mundo no tiene límite: convocan numerosas cumbres sobre el clima y aprueban “medidas” medioambientales que no sólo son incumplidas sistemáticamente por las grandes multinacionales mineras, del petróleo, del gas, de la siderurgia o del sector eléctrico, sino que empeoran las cosas mucho más.
El llamado Protocolo de Kioto creó un mercado de emisiones en el que se puede comprar y vender porcentajes de las mismas. Si algún país contamina menos, puede vender sus emisiones sobrantes y seguir contribuyendo al envenenamiento global elevando la temperatura del planeta. Esta lógica enfermiza ha dado luz a los “futuros climáticos”, valores especulativos con los que se negocian en Bolsa, y que desde 2005 se han incrementado de 9.700 millones a 45.200 millones de dólares.
La gran mentira del “capitalismo ecológico”
El bienestar de la inmensa mayoría de la población choca con la propiedad privada de los principales recursos naturales y energéticos del planeta, que detentan unos pocos multimillonarios.
Un estudio de la Universidad de Stanford, dirigido por Mark Z. Jacobson, señalaba que el 100% de la energía mundial, para cualquier fin, podría ser suministrada mediante viento, agua y recursos solares en 2030. Sin embargo, los capitalistas no tienen el menor interés en realizar las inversiones necesarias si pueden seguir amasando fabulosos beneficios a costa de la destrucción de los ecosistemas.
Durante muchas décadas el discurso dominante ha sido: “necesitamos reformar el capitalismo y volverlo ecológico”, culpando a la población de una supuesta falta de conciencia para llevar a cabo un “consumo responsable”. Estos argumentos ocultan la verdad: la inmensa mayoría no tenemos responsabilidad alguna en esta hecatombe, cuya paternidad es exclusiva de la élite económica y política que domina el mundo.
En numerosos países de Europa, los llamados “partidos verdes” han tratado de presentarse como una solución. Pero lo cierto es que cuando estos partidos ocupan sillones ministeriales en los gobiernos capitalistas han respaldado sin rubor los recortes sociales, los ataques a los refugiados y las contrarreformas laborales y proempresariales exigidas por el FMI y que han favorecido la degradación medioambiental. Esto es exactamente lo que ha ocurrido en Suecia, Alemania o Irlanda.
En el Estado español, el gobierno del PSOE también ha hablado de poner en marcha una “agenda de transición ecológica”. Pero si Pedro Sánchez quisiera realmente luchar contra el cambio climático debería confrontar con los grandes poderes económicos, empezando por nacionalizar las empresas eléctricas y del sector de la energía para que sean públicas. En política lo que importa son los hechos y no las palabras.
Acabar con el capitalismo para salvar el planeta
No, la solución no es “gestionar” mejor el capitalismo, lo que es una completa utopía reaccionaria. Si queremos salvar el planeta y acabar con la catástrofe ecológica que nos amenaza es necesario expropiar y nacionalizar las principales palancas de la economía que están en manos de los grandes monopolios y especuladores.
Las multinacionales mineras, las petroleras, eléctricas y del transporte, tienen que ser nacionalizadas bajo control democrático de los trabajadores, y puestas a producir para resolver las necesidades sociales de manera racional y respetuosa con el medio ambiente. Así iniciaríamos una auténtica revolución ecológica, transformando el aparato productivo en industrias limpias que además aumentarían el empleo.
Desde Izquierda Revolucionaria y el Sindicato de Estudiantes hemos organizado con todas nuestras fuerzas la huelga general estudiantil del 15 de marzo y las manifestaciones en las que participaron cientos de miles de jóvenes ese día, así como la huelga internacional del 27S. Y estamos convencidos de que una lucha de esta envergadura no puede separarse del resto de reivindicaciones sociales por las que hemos peleado en estos años.
Tenemos que levantar un gran movimiento internacional que una a la juventud, a los trabajadores y trabajadoras, a todos los sectores oprimidos para lograr un cambio real que garantice la defensa del medio ambiente, el pleno empleo, salarios y servicios públicos dignos. Y para conseguirlo hay que acabar con la opresión capitalista conquistando la auténtica democracia con justicia social: una sociedad socialista. Solo así podremos preservar nuestro maravilloso planeta.
¡Afíliate a Izquierda Revolucionaria para construir un movimiento ecologista anticapitalista y revolucionario!
* Nacionalización bajo control democrático de los trabajadores de todas las multinacionales de la energía: eléctricas, compañías mineras, de petróleo y gas, eólicas y solar… Cierre de las centrales nucleares, y plan público de inversiones para establecer una industria energética 100% ecológica y sostenible ampliando los puestos de trabajo y garantizando os existentes. ¡No a la pobreza energética!
* Por una red de transporte público, gratuito, de calidad y ecológico. Plan masivo de inversiones para hacer las ciudades 100% sostenibles.
* Nacionalización de las industrias automovilísticas, aeronáuticas y navales, y transformación de su producción para hacerlas viables y no contaminantes.
* Nacionalización de la tierra, la industria pesquera, ganadera y de procesamiento de alimentos. ¡Por una alimentación sostenible, ecológica y sana para el conjunto de la población!
* Empresas públicas de reciclaje bajo el control democrático de trabajadoras y trabajadores. ¡Basta de hacer negocios con el ecologismo!
* Por una producción sostenible planificada democráticamente por el conjunto de la clase trabajadora y la juventud. Nacionalización de la banca y los grandes fondos financieros para llevar a cabo todos estos planes. ¡Por la transformación socialista y ecológica de la sociedad!