En 1976 una junta militar, con apoyo del imperialismo norteamericano, daría un golpe de Estado en Argentina. Durante siete años, hasta 1983, fueron detenidas, torturadas y asesinadas decenas de miles de personas por su militancia política de izquierdas o sindical.
Se calcula que unas 30.000 fueron desaparecidas por las fuerzas armadas y policiales argentinas. Dicha violencia salvaje provocó una importante movilización social por parte de familiares de estos desaparecidos, agrupados en las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que, gracias a su lucha, consiguieron llevar ante el banquillo a los principales implicados en la represión estatal de la dictadura en el año 1985. Posteriormente, en 1990, serían amnistiados por el Gobierno de Menem, no siendo hasta 2003 —bajo la presidencia de Néstor Kirchner y tras la tremenda explosión social que significó el Argentinazo de 2001— cuando se acabó con las leyes de impunidad y se volvió a sentar a los represores ante los tribunales.
Ese proceso, los llamados “Juicios a las Juntas”, es lo que se narra en Argentina, 1985, dirigida por Santiago Mitre y protagonizada, entre otros, por Ricardo Darín. Ha recibido importantes aplausos de la crítica, ha sido nominada al Goya a mejor película latinoamericana y ha tenido gran acogida de público. No es casualidad. El cine argentino, fruto del interés social y de la movilización por esclarecer los hechos ocurridos durante la dictadura, ha sido muy sensible a esta temática en las últimas décadas —sobresaliendo La historia oficial, que ganó el Óscar a mejor película, La noche de los lápices o Garage Olimpo—, tratando de forma brillante la represión que sufrieron aquellos jóvenes y trabajadores que luchaban contra los militares, las torturas que soportaron, la movilización por encontrar a los desaparecidos, etc. Sin embargo, no había ninguna película que tratara los primeros juicios que hubo contra las juntas militares. Argentina, 1985 lo hace de una forma magistral.
La cinta cuenta la tarea que llevaron a cabo el fiscal Julio Strassera, su adjunto, Luis Moreno Ocampo, y su equipo de jóvenes y entusiastas abogados por esclarecer lo ocurrido en los seis años que duró el régimen militar. El principal cometido que tenían era convencer al jurado de que lo ocurrido no habían sido casos aislados de militares y policías sádicos, sino que todo había sido llevado a cabo mediante un plan preestablecido y, por lo tanto, sus crímenes estaban bajo el manto del terrorismo de Estado y de los crímenes de lesa humanidad.
El gran valor del largometraje es mostrar el trabajo que tuvieron que llevar a cabo para conseguir su objetivo. Los obstáculos a la investigación que se ponían desde el propio aparato del Estado (que por supuesto no había sido depurado de la dictadura), impidiendo consultar los archivos militares y policiales, las amenazas de muerte que recibieron los investigadores por parte de grupos de extrema derecha y paramilitares, así como el apoyo social que poco a poco fueron recibiendo los enjuiciamientos a medida que se iba sabiendo toda la violencia que habían ejercido los Gobiernos dictatoriales. Y como, gracias a los 839 testigos que dieron su testimonio, estos militares fueron condenados a entre cuatro años y la cadena perpetua.
Todo esto se puede observar de forma muy certera en el film, mostrándonos diversos interrogatorios de víctimas durante los juicios (como el de una mujer embarazada al que le robaron el bebé, o el de familiares de desaparecidos...) que te sobrecogen, la indiferencia y el desprecio de los militares a aquellos a los que habían reprimido, los obstáculos encontrados. La película te mete de lleno en el proceso, te hace empatizar con lo que sufrieron y demuestra lo ocurrido sin esconderlo.
El gran error y olvido de la cinta es que prácticamente no muestra a las Madres de Plaza de Mayo. Solo aparecen en una escena que, además, no refleja la realidad: el fiscal les pide que se quiten los pañuelos dentro del juicio y en la película lo hacen, sin embargo no fue así en la realidad, donde se negaron a hacerlo. La lucha de las Madres de Mayo fue clave para conseguir juzgar a los miembros de las Juntas Militares (algo que queda mejor reflejado en la película anteriormente mencionada, La historia oficial). Por lo demás, es un torpedo contra la impunidad de los crímenes de las dictaduras.
Hace unas semanas fallecía Hebe de Bonafini, histórica dirigente de las Madres de Plaza de Mayo. Gracias a su ejemplo y su lucha criminales como Videla fueron encarcelados y pasaron sus últimos días entre rejas. Películas como Argentina, 1985 o La historia oficial son un gran homenaje a todas ellas. Y a la necesidad de luchar para acabar con la impunidad de los crímenes del fascismo y contra la barbarie del sistema capitalista que lo engendra.