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Después del éxito de la huelga general del 14-N: continuar la lucha, con más fuerza, hasta tumbar al gobierno del PP

¡Por un sindicalismo combativo, de clase y democrático!

La huelga general del 14 de noviembre ha sido una nueva y rotunda prueba de la fuerza de la clase obrera, de su disposición a la lucha y de que existen las condiciones para tumbar al gobierno del PP, dando así un golpe decisivo a la política de recortes y contrarreformas que los capitalistas nos quieren imponer a los trabajadores. Para este objetivo es fundamental la estrategia que adopten las direcciones de CCOO y UGT, que tienen la principal responsabilidad de aprovechar toda la energía desplegada por nuestra clase el 14-N, canalizándola dentro de un proceso de lucha ascendente, con pasos cada vez más contundentes que, ante la declarada intención del PP de mantenerse en su línea, se tienen que concretar en una nueva convocatoria de huelga general, esta vez de 48 horas.

La jornada el 14N se gestó desde abajo, y era una exigencia de la base de los sindicatos, de la juventud, de las decenas de miles de trabajadores en lucha en numerosos sectores. La huelga general movilizó a las capas más oprimidas, más combativas y más frescas de la clase obrera. El ambiente que se respiraba en las manifestaciones era de un ánimo desbordante. Por supuesto, la juventud obrera y estudiantil, especialmente los jóvenes de los institutos movilizados por el Sindicato de Estudiantes, tuvieron un papel y una presencia muy notable en la calle durante el 14-N, poniendo el sello en las manifestaciones e irradiando toda su energía y ganas de lucha. También quedó patente la madurez y el alto nivel de compresión política de los trabajadores en las consignas, que en su mayoría, además de expresar la indignación por la destrucción de la sanidad, la educación, los derechos laborales y otras conquistas, señalaban el corazón del problema: la culpa de la crisis es de los capitalistas, los recortes son un gigantesco saqueo social para beneficiar a la minoría de banqueros y empresarios que dominan la sociedad, que no existe una auténtica democracia sino una dictadura del capital financiero, que si no hay solución habrá revolución…

Tras el éxito de la huelga (a pesar del tremendo chantaje patronal, que se ha redoblado con el agravamiento de la crisis, y de la brutalidad policial), la clase dominante ha desatado una intensa campaña mediática contra la “utilidad” de este método de lucha, con afirmaciones constantes de sesudos analistas y tertulianos “independientes” de que  las huelgas “no sirven para nada”. Lógicamente, ningún trabajador con una mínima experiencia de lucha tenía la expectativa de que con un solo día de huelga se podía alcanzar el objetivo de frenar los ataques del PP. Sin embargo, el éxito de la huelga general, tanto por el seguimiento del paro como en las históricas y multitudinarias manifestaciones, ha profundizado aún más el aislamiento y debilidad de la derecha escenificándola ante todo el mundo, y realzado la crisis general del régimen capitalista en el Estado español. Millones de trabajadores han podido comprobar la magnitud de su fuerza cuando actúan de forma organizada y unida, haciéndose más concientes de ella. Ambos aspectos, la profundización del aislamiento del gobierno del PP y el ánimo de la clase obrera ante la magnitud de su propia acción, son consecuencias políticas de primer orden, y muy positivas, del 14-N; crean condiciones favorables para la continuidad de la movilización y la victoria de los trabajadores frente a los planes de la burguesía. La vía para frenar el desmantelamiento de todos nuestros derechos es exactamente la misma que ha permitido a la clase obrera conquistarlos: las huelgas generales, las manifestaciones y la militancia activa en las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda. No hay otro camino que el de la lucha.

Recuperar nuestros sindicatos: por un sindicalismo de clase, combativo y democrático

Otro elemento palpable en las manifestaciones era la actitud crítica hacia las direcciones sindicales, empezando por muchos afiliados de CCOO y UGT. Más que nunca los trabajadores comprenden la necesidad de estar organizados, de la importancia de tener sindicatos para defenderse de la ofensiva de los capitalistas; pero al mismo tiempo, y precisamente por ello, son muy críticos con la pasividad de las direcciones sindicales ante la ofensiva patronal en muchas empresas, con la falta de continuidad de las anteriores huelgas generales, y respaldan la idea de que hay que tumbar al gobierno a través de la rebelión social que ya está extendiéndose. Los sindicatos son imprescindibles y sin ellos estaríamos muchísimo peor, pero su capacidad de aprovechar toda la fuerza de la clase obrera depende de su dirección política. Aceptar el capitalismo como el único sistema posible conduce inevitablemente, primero, a abandonar la lucha por las reformas; después, a la burocratización; y, por último, a aceptar contrarreformas antiobreras. La razón última del lamentable estado actual de nuestros sindicatos es que los dirigentes abandonaron la idea de la transformación socialista de la sociedad.


La alternativa no es crear nuevos sindicatos, sino cambiar los existentes. Para esto hay que construir en su seno una fuerte corriente combativa que los dote de otra dirección política, una dirección dispuesta a superar obstáculos, a enfrentarse con el capital, con ganas de trabajar, en contacto permanente con los trabajadores, que anime a responder a todos los ataques y que organice esa respuesta porque no luchar significa siempre perder, que impulse la unidad de clase y que ponga las decisiones en manos de las asambleas. En pocas palabras, hoy más que nunca la defensa de los intereses más elementales de la clase obrera pasa también por luchar por un sindicalismo combativo, de clase y democrático.

Hay que concretar quienes son los culpables y cual es la alternativa

Toxo y Méndez siguen insistiendo, después de la huelga general, en la exigencia al gobierno del PP de convocar un referéndum sobre los recortes. Esta reivindicación no ha jugado ningún papel en el éxito de la huelga, ni se ha planteado en las asambleas de empresa, en los barrios o en los centros de estudio como argumento para la movilización. Nadie de la base sindical se hizo eco de la misma en las manifestaciones. Seguir centrando la atención de la lucha en este punto es profundizar en un error. Sólo sirve de hoja de parra con la que los máximos dirigentes sindicales tratan de encubrir su falta de planes y alternativas tras el éxito de la huelga general, como antes sirvió como excusa para retrasar la convocatoria de la huelga general. Desde el punto de vista de los trabajadores, está más que clara la legitimidad y la justeza de su lucha. Desde el punto de vista del gobierno, ¿por qué razón iba a convocar un referéndum sabiendo que va a perderlo? Sería ingenuo pensar que el PP vaya a precipitar su propia caída por algún tipo de escrúpulo democrático. Ignorando la petición de referéndum el gobierno no se desgasta más de lo que ya se está desgastando por aplicar sus brutales planes de ajuste.

Lo único que verdaderamente puede precipitar la caída de la derecha es que la rebelión social en marcha se endurezca, se profundice y se mantenga. Que además tenga objetivos claros e inmediatos: retirada de la contrarreforma laboral; de la contrarreforma educativa franquista; de los recortes en sanidad y educación; de la contrarreforma de las pensiones; expropiación, sin indemnización, de las viviendas en manos de los bancos para garantizar a todas las familias trabajadoras el derecho a un techo digno, en alquiler social no superior al 10% de sus ingresos; condonación de las hipotecas abusivas con las que los banqueros se han enriquecido, y fin inmediato de todos los desahucios; defensa de los derechos democráticos… Y ligar estos objetivos a una alternativa socialista.

Por lo tanto, la táctica más adecuada es aquella que favorece esta perspectiva y le da más fuerza y posibilidades de victoria. Lo primero es cortar en seco el clavo ardiente al que se agarra el gobierno frente a la creciente contestación social. El gobierno dice “comprender” el malestar social, pero que su política es “inevitable”, y además “no hay alternativa”. En el lema de la convocatoria del 14-N los sindicatos señalaban: “Hay culpables, hay soluciones”. Pero eso no es suficiente: hay que decir concretamente quienes son los culpables y cual es la solución. Los culpables son los capitalistas, los banqueros y los empresarios. Por tanto no puede haber una solución a la crisis y una política que favorezca los intereses de la mayoría si esta minoría social sigue siendo dueña y señora de las principales palancas productivas de la sociedad. Al reto de la derecha: “¿qué alternativa tenéis?, ¡estamos en una economía de mercado!” hay que responder bien claro y alto que la crisis del capitalismo no se puede resolver con más capitalismo; que sí hay una alternativa al desempleo masivo, a los recortes y a la falta de futuro: nacionalizando todo el sistema financiero y las grandes empresas, bajo el control democrático de los trabajadores, para poner en marcha un plan de inversiones y producción al servicio de la mayoría de la sociedad, aumentando masivamente el gasto social y suspendiendo el pago de intereses por deuda pública a los grandes bancos y especuladores. Sólo así se puede luchar contra la lacra del paro, que afecta ya a cerca de seis millones de trabajadores, defender los servicios sociales y aumentar las condiciones de vida y los salarios. Sí, hay que acabar con el control asfixiante que los banqueros y los grandes monopolios ejercen sobre la sociedad, porqué esta es la única forma de implantar una auténtica democracia. Hay que garantizar que los recursos económicos, la tecnología y la ciencia estén al servicio de la mayoría de la población y no subordinadas al máximo beneficio de una pequeña minoría de parásitos. El capitalismo es una amenaza para la humanidad. Hoy más que nunca el auténtico dilema es: socialismo o barbarie. Por tanto, un paso adelante fundamental en la lucha es, efectivamente, apuntar qué alternativa hay al capitalismo.

Siguiente paso: huelga general de 48 horas con ocupación de los centros de trabajo

La HG del 14N lejos de dar un respiro a los dirigentes sindicales que les permita replegar el movimiento temporalmente, está inflando las velas de la lucha obrera. La consigna gritada hasta la saciedad en las manifestaciones, ¡Sí se puede!, concreta perfectamente este estado de ánimo: Somos fuertes, somos más, podemos derrotar al PP. En las próximas semanas y meses las movilizaciones se van a endurecer, radicalizar y ampliar, como ya está sucediendo con la magnífica huelga de cuatro días de la sanidad madrileña, con las de los trabajadores de Telemadrid, de Metro y EMT también en la capital, o con la huelga de seis días convocada en Iberia contra un ERE que plantea el despido de 4.500 compañeros.

Sí el gobierno no retrocede, como todo indica, lo que tiene que hacer los dirigentes sindicales es sintonizar  con el estado de ánimo real del movimiento, que sabe muy bien que no hay nada que perder, y convocar inmediatamente otra huelga, que unifique la multitud de luchas que se están desarrollando, pero esta vez de 48 horas e introduciendo además otro elemento: la ocupación de fábricas, centros de trabajo, hospitales y ambulatorios, institutos y universidades. Si los capitalistas y sus representantes en el gobierno sólo ofrecen destrucción de empleo, recortes y retroceso de derechos, los trabajadores podemos demostrar que la sociedad es perfectamente viable sin ellos, no los necesitamos para producir, para distribuir justamente la riqueza y para garantizar el futuro de la juventud. De hecho, el afán de beneficios de unos pocos y su dominio sobre los recursos generados por la mayoría es precisamente la causa fundamental de la catástrofe social que estamos viviendo, un sufrimiento totalmente injustificado, innecesario y que los trabajadores tenemos la fuerza para poder detener.

El carácter europeo que ha tenido la jornada del 14-N demuestra también que la unidad de los trabajadores por encima de las fronteras nacionales no es una utopía, sino una posibilidad real. La idea de una Federación Socialista Europea, frente a la Unión Europea al servicio del capital financiero, puede convertirse en una fuerza material imparable entre la clase obrera de todos los países de Europa.


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