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El movimiento obrero se enfrenta a una ofensiva sin cuartel por parte de la burguesía en todos los países a diferentes escalas y ritmos, lo que provoca un aumento de las luchas y de la conciencia de clase. Por su propia experiencia, en el desarrollo de estas movilizaciones la clase obrera siente la necesidad de alcanzar la mayor unidad por encima de fronteras nacionales. Esta necesidad —que ya se expresó en el pasado reciente en las grandes luchas contra la guerra imperialista en Irak y más tarde en el movimiento de indignados que se extendió por más de 50 países tras la revolución árabe—, ha prendido con fuerza en las acciones vividas en los últimos meses en los países capitalistas desarrollados. Manifestaciones masivas, huelgas generales, ocupaciones de fábricas, hospitales y centros de estudio, y una clara voluntad de levantar una alternativa frente a la dictadura del poder financiero, muestran la profunda transformación de la situación objetiva. La escalada de la lucha de clases en toda la UE, y particularmente en el estado español, en Portugal y en Grecia, país este último dónde se está desarrollando una crisis abiertamente revolucionaria, amenazan no sólo la estabilidad del sistema capitalista, sino su propia supervivencia.

Como consecuencia de la presión de los sectores más decididos y conscientes de la clase trabajadora y la juventud, se convocó la huelga general del 14N. Millones de trabajadores nos movilizamos en veinte países de la Unión Europea, con huelgas generales en seis de ellos, dando prueba de que la lucha contra la burguesía en cada país no se debilita sino que se fortalece con la movilización internacional.

La experiencia de la huelga general del pasado 14N ha dejado claro que transformar la sociedad en líneas socialistas acabando con el poder de los capitalistas y la banca, es perfectamente posible. De hecho, en la conciencia de millones se abre paso con fuerza la idea de que para evitar la catástrofe que se cierne sobre la mayoría de la población hay que organizar la sociedad sobre bases muy diferentes. No es un problema de fuerza, no es un problema de la inmadurez de las condiciones objetivas. La única razón por la que el capitalismo sigue en pie es la ausencia de una dirección revolucionaria de la clase obrera, con una política consecuentemente socialista a la altura de las circunstancias históricas. Y en esa ecuación, la política reformista de las direcciones sindicales se convierte en un obstáculo que hay que superar urgentemente.

La clase obrera a lo largo de su historia se ha dotado de potentes organizaciones sindicales y ha impulsado su coordinación internacional. El 3 de octubre de 1945 se fundó en París la Federación Sindical Mundial (FSM), agrupando a decenas de organizaciones sindicales vinculadas a los Partidos Comunistas y que cuenta actualmente con 80 millones de miembros en 120 países. Más tarde, en 1973, se constituyó la Confederación Europea de Sindicatos (CES), y en 2006 se fundó en Viena la Confederación Sindical Internacional (CSI), con 169 millones de trabajadores afiliados a 309 organizaciones en 156 países, donde están representadas UGT, CCOO, USO y ELA.

En muchos casos las direcciones de estas Confederaciones Internacionales, y con más intensidad las vinculadas a la socialdemocracia como la CES y la CSI, en lugar de organizar la respuesta de la clase obrera para defender intransigentemente las conquistas sociales, han promovido una política de pactos con la burguesía con el fin de asegurar la paz social. Aceptando la lógica del capitalismo han desmovilizado a los trabajadores, insistido en una estrategia que ha colapsado estrepitosamente cuando la crisis ha estallado. Sin alternativa a la dictadura impuesta por el capital financiero y a su política de recortes, la política socialdemócrata se ha mostrado impotente para frenar el vendaval de retrocesos en las fábricas, de contrarreformas laborales, de aumento de la edad de jubilación, de perdida de derechos, privatización de los servicios públicos y saqueo de los fondos del  Estado.

El malestar con la política pactista y desmovilizadora de los dirigentes sindicales reformistas se ha combinado con una ruptura de la unidad de acción sindical y actitudes sectarias, que se han convertido en un auténtico cáncer para el movimiento obrero. Una realidad que está presente en distintos países y también en territorios como Euskal Herria, donde las cúpulas de CCOO y UGT se han opuesto con argumentos políticos insostenibles, y que en muchos casos han hecho el caldo gordo a la patronal, a las huelgas generales convocadas por la mayoría sindical vasca, y donde ELA y LAB también han entrado en este juego al oponerse convocar movilizaciones como la del pasado 14N, lo que es un grave error, colocando intereses mezquinos de aparato por encima de los de la clase trabajadora.

Esta división ha tenido consecuencias negativas para el movimiento obrero y contrasta profundamente con el éxito y la respuesta multitudinaria que se dio en Euskal Herria en la pasada huelga general del 29 de marzo de 2012. La Vª Conferencia Sindical de El MILITANTE hace las siguientes reflexiones en relación a la necesidad de romper con el modelo sindical de pactos sociales y recuperar la unidad sindical:

1.- La clase obrera y la juventud estamos dispuestos a luchar de manera seria, como ha quedado claro en las huelgas organizadas por la mayoría sindical vasca que han tenido un gran seguimiento en Euskal Herria, y que los marxistas de El Militante hemos apoyado sin vacilaciones, como en la del pasado 14N, que millones de trabajadores hemos secundado en todo el Estado.

2.- Existe una fuerte crítica entre amplios sectores de la clase obrera y la juventud con la política de las direcciones de UGT y CCOO. Por eso la huelga general del 14N no ha sido un cheque en blanco para Toxo y Méndez; al contrario, se puede convertir en un punto de inflexión para dar un giro de 180 grados a la izquierda y romper con un modelo sindical caduco, de pactos sociales y acuerdos lesivos para los intereses de los trabajadores.

3.- Tanto la huelga general del 14N y la huelga general del 26 de septiembre convocada en Euskal Herria por ELA y LAB, como antes la del 29 de marzo, puso de relieve la existencia de un gran sentimiento a favor de la unidad en cientos de fábricas y empresas que no ha dejado de crecer. Miles de trabajadores, de LAB, ELA, CCOO y UGT, entienden que sólo es posible derrotar al capital uniendo nuestras fuerzas por encima de fronteras nacionales. Obviamente, la unidad de acción no significa confundir las banderas, ni rebajar el programa. Al contrario, permite que los sectores más avanzados y consecuentes puedan defender sus ideas y llegar a la base de otras organizaciones. Necesitamos urgentemente recuperar un sindicalismo de clase, combativo, democrático, internacionalista y con un claro contenido socialista, que inscriba en su bandera la unidad de acción que es una exigencia clara y concreta del movimiento.

Este es el camino, unificar a la clase obrera por encima de diferencias nacionales y culturales. Frente a la decadencia del capitalismo y los intentos de dividirnos en líneas nacionales, el movimiento obrero debe recuperar sus tradiciones clasistas e internacionalistas, y defender la unidad voluntaria a través del derecho de autodeterminación de las nacionalidades históricas del Estado español, Euskal Herria, Catalunya y Galiza. Esta es la alternativa para acabar con la opresión nacional y de clase, construyendo una Federación Socialista en el marco de una República Obrera de la Península Ibérica, como un primer paso hacia una Federación Socialista europea y mundial.


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