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El PSUV gana pero aumenta espectacularmente el rechazo al gobierno y la oposición de derechas

Según datos oficiales del Consejo Nacional Electoral (CNE),  el PSUV  ha ganado las elecciones legislativas celebradas el domingo 6 de diciembre en Venezuela con 4.317. 819 votos, el 69,27% de los sufragios emitidos. Las candidaturas de la oposición de derechas  suman  1.429.967 votos  (alrededor del 27 %). Por su parte, la Alternativa Popular Revolucionaria (APR), frente impulsado por el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y otras formaciones  de izquierda que apoyaron el proceso revolucionario liderado por Hugo Chávez y rechazan las políticas capitalistas que está aplicando actualmente el gobierno de Nicolás Maduro, obtendría un 2,73%: 170.227 votos. La participación ha supuesto un mínimo histórico: 31%.

Abstención, derrota de la derecha y malestar creciente con las políticas del PSUV

Esta abstención del 69% está siendo presentada por los medios de comunicación capitalistas y los partidos de derecha y ultraderecha que boicotearon estas elecciones como un apoyo a la estrategia golpista del peón del imperialismo estadounidense, Juan Guaidó. Este “análisis” no tiene nada que ver con la realidad.

El referéndum alternativo a las elecciones planteado por Guaidó como demostración de fuerza está fracasando tan estrepitosamente que están teniendo que ocultar los datos de participación. La derecha y ultraderecha venezolanas llevan  año y medio sin ser capaces de organizar ninguna movilización seria de sus bases y encuestas elaboradas por medios opositores muestran un descrédito masivo de Guaidó entre la población.

Estas elecciones han vuelto a poner en evidencia el fracaso de la estrategia golpista lanzada por Washington desde enero de 2019 y la debilidad y divisiones crecientes en el seno de la oposición de derechas. A los dos candidatos que ya compitieron con Maduro en las presidenciales de 2018 (boicoteadas por el resto de líderes opositores), se han sumado ahora otros sectores de derechas, aunque en candidaturas separadas. La votación global de la derecha ha sido un  44,5 % inferior a las presidenciales de 2018 y un 83% menor que la obtenida en 2015, cuando unidos en la MUD  ganaron la mayoría en la Asamblea Nacional (AN).   

Nicolás Maduro ha celebrado estos resultados como una gran victoria. Sin embargo, aunque el PSUV recupera la AN con un número abrumador de escaños, la votación obtenida es una de las más bajas de su historia.  Con todos los recursos del estado y la mayoría de medios de comunicación a favor, el PSUV pierde la friolera de 4 millones de votos (un 50% ) respecto a las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente de 2017,  boicoteadas por toda la oposición de derechas sin excepción.  Comparando con las presidenciales de 2018, la pérdida es del 30%: casi 2 millones de votos.

Las políticas capitalistas y bonapartistas del gobierno cada vez más cuestionadas

Este retroceso es más significativo si cabe porque, junto al objetivo de recuperar el control de la AN,  la burocracia dejó muy claro durante la campaña que sus principales preocupaciones,  más que la derecha, eran las críticas por la izquierda y la abstención.

El  aparato del estado movilizó recursos económicos para impulsar la participación con medidas clientelares como bonos económicos, entregas de bolsas de comida, gasolina o teléfonos celulares. También utilizaron transportes públicos para transportar a personas con problemas de movilidad o de la tercera edad. Diosdado Cabello, uno de los máximos dirigentes,   amenazó con revisar si se seguirían concediendo bonos o bolsas de comida a quienes no acudiesen a votar y se prolongó el horario de votación sin razón justificada para incrementar la participación.

Tan significativa como la elevada abstención pese a todos estos factores ha sido la reacción en los barrios populares tras anunciarse los resultados: frente a las celebraciones espontáneas que caracterizaban las victorias de Chávez, ésta ha sido acogida con silencio y resignación.

Mientras intenta controlar con medidas clientelares el descontento, el gobierno aplica políticas capitalistas que están suponiendo un retroceso dramático para las masas obreras y populares, liquidando todas las medidas progresistas de incremento del gasto público, redistribución de la renta y reformas sociales conquistadas durante el gobierno de Chávez.  Lejos de aplicar políticas socialistas, como predica, su estrategia consiste en estabilizar un modelo de capitalismo de estado y un régimen  bonapartista burgués de la mano de la cúpula militar, la burocracia estatal y la nueva burguesía surgida de las filas de ambas: la llamada “boliburguesía”. Todo ello con el apoyo de los imperialistas chinos y rusos, que se han convertido en su principal sostén.

Como parte de este objetivo, también intenta convencer a otros sectores del imperialismo y de la oligarquía tradicional de que puede gestionar la actual crisis mejor que los  dirigentes opositores. El último ejemplo es la llamada ley antibloqueo, aprobada recientemente, que representa una nueva vuelta de tuerca para garantizar medidas favorables a la burguesía nacional e internacional, desmantelando leyes aprobadas por los gobiernos de Chávez.

En el terreno político, la estrategia gubernamental de pactar con sectores de la burguesía se ha concretado en acuerdos con los dirigentes de derechas que concurrieron a estas elecciones, dándoles todo tipo de facilidades, mientras se reprime a la izquierda anticapitalista, incluidos sectores críticos de las bases del propio PSUV, o se despide e incuso encarcela a dirigentes obreros, campesinos y comunales por asumir posiciones críticas con sus políticas. El resultado de todo esto está siendo incrementar el malestar social, pero también el desánimo y la desmoralización entre amplios sectores de las masas.

Reflujo profundo en la participación política

El colapso del capitalismo venezolano (con un desplome económico superior al 62% del PIB  desde 2014 y una hiperinflación desbocada) ha hundido las  condiciones de vida de millones de personas y lo que prevalece hoy entre la población es la lucha por sobrevivir.  Esto, combinado con las políticas capitalistas y burocráticas del gobierno, el carácter extremadamente reaccionario, parásito y corrupto de la oposición de derechas y la ausencia de una alternativa a la izquierda que aparezca con posibilidades de cambiar las cosas a corto plazo, ha provocado un reflujo profundo en la participación política de las masas, haciendo que por el momento prevalezcan  el escepticismo y la desmoralización. 

El descontento existente se ha expresado en diferentes protestas, aunque limitadas a sectores determinados o capas más avanzadas del movimiento.  Estas protestas están incrementando su número pero permanecen por ahora sin dirección revolucionaria que ofrezca una perspectiva, programa y estrategia que busquen su extensión y unificación. 

Paralelamente, entre una capa de los activistas más avanzados y combativos del movimiento obrero, popular y juvenil crece la búsqueda de una alternativa por la izquierda. El lanzamiento de la APR  por varios partidos (PCV, PPT, Movimiento Tupamaro y otros) que rechazan la ofensiva del imperialismo y la derecha pero critican al mismo tiempo la derechización y burocratización del PSUV,  refleja esta búsqueda y representa un paso adelante muy importante.

Los resultados de la APR

La represión contra la izquierda se ha evidenciado muy claramente en estas elecciones. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) intervino partidos de la APR como el PPT, Movimiento Tupamaro y UPV, destituyendo a sus dirigentes, imponiendo otros afines al gobierno y obligando a que las tarjetas electorales con sus siglas apareciesen en las listas del Gran Polo Patriótico (GPP) liderado por el PSUV. La APR únicamente pudo utilizar la tarjeta del PCV.

Como parte de esta ofensiva, Maduro y otros dirigentes arremetieron públicamente contra la APR, apelando a prejuicios reaccionarios, calumnias y descalificaciones, intentando presentarla como algo marginal. Mientras las candidaturas de derechas disfrutaron de amplia cobertura en medios de comunicación públicos y privados, recursos económicos para sus campañas y financiamiento empresarial, la APR sufría la intimidación de la burocracia estatal y discriminación de los medios de comunicación (burgueses y gubernamentales) y sus candidaturas debían financiarse mediante aportaciones de dirigentes y activistas en condiciones muy adversas.

Los  más de 170.000 votos y el escaño en la Asamblea nacional obtenido en las elecciones del 6D deben ser considerados teniendo en cuenta este contexto y el reflujo en la participación política de las masas anteriormente descrito. Una parte de los activistas más combativos y avanzados del movimiento obrero, campesino y popular , pese a todas  las dificultades, han votado APR expresando su rechazo a las políticas capitalistas del gobierno y buscando una alternativa por la izquierda. 

Otros sectores, pese a estar también muy descontentos, no han visto en la APR una opción con posibilidades de cambiar las cosas en este momento y se han abstenido. La abstención ha sido especialmente masiva entre la juventud. 

Un sector amplio de activistas y de las masas, pese a participar de la critica a muchas políticas gubernamentales, ha vuelto a votar al PSUV como forma de mostrar su rechazo a la derecha y esperando que la situación económica mejore y ello permita recuperar derechos conquistados durante los años de Chávez que han ido perdiendo. Esto es más acusado entre capas veteranas, que vivieron la IV República y vieron mejorar sus condiciones de vida entre 1998 y 2012.  

Por un programa socialista y un plan de lucha claro para derrotar a los capitalistas y burócratas

Con una Asamblea Nacional con mayoría absoluta del PSUV y la segunda fuerza política representada por la derecha más conciliadora, el gobierno de Nicolás Maduro seguirá aplicando las mismas políticas pro-capitalistas.  Aunque el apoyo del imperialismo chino le da un margen importante para sostenerse,  en un contexto de crisis profunda del capitalismo a nivel mundial, estas políticas no resolverán los problemas de los jóvenes, trabajadores y campesinos. Al contrario, intensificarán la explotación y desigualdad.

La derecha intentará utilizar el descontento social para recomponer sus fuerzas y recuperar la iniciativa. El único modo de impedirlo es reconstruyendo el movimiento obrero y popular y levantando una izquierda revolucionaria de masas. Para ello la APR debe organizarse no como un enlace meramente electoral y por arriba entre cúpulas partidarias (tal como parecen concebirla algunos dirigentes de los partidos que la integran) sino como un frente único de lucha, impulsando comités de acción y asambleas de jóvenes, trabajadores, campesinos en los centros de trabajo y los barrios que tomen todas las decisiones, poniéndose al frente de todas las luchas por reivindicaciones inmediatas para unificarlas y extenderlas, actuando con energía y decisión.

Romper una dinámica de reflujo como la que existe en estos momentos en Venezuela no es fácil. El único modo de hacerlo es que los dirigentes de la APR presenten a los activistas y las masas un programa, métodos y plan de lucha  que rompan de manera clara y decidida con cualquier supeditación a sectores de la burocracia o ilusión en que es posible cambiar esta situación sin acabar con el poder de los capitalistas y la burocracia, mostrando que es posible llevar adelante una verdadera transformación social.

Desde Izquierda Revolucionaria seguiremos participando en primera línea en la construcción de la APR, defendiendo un plan de acción que extienda y unifique  las luchas obreras y populares y un programa genuinamente socialista que arrebate el poder a los capitalistas y burócratas para ponerlo en manos de los trabajadores y el pueblo, construyendo un régimen de democracia obrera que nacionalice la banca, las grandes empresas y la tierra bajo gestión directa de la clase trabajadora y el conjunto de los oprimidos para planificar democráticamente la economía y  resolver los graves problemas que hoy sufrimos. !Únete a nosotros para luchar por estas ideas!


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