Por la revolución socialista en Libia y el mundo árabe

La intervención imperialista en Libia, justificada por sus promotores con argumentos como la defensa de la población y el intento de impedir una guerra civil y evitar la masacre de los habitantes de las poblaciones atacadas por las tropas de Gadafi, está mostrando, a medida que avanzan los días, su verdadera cara.

El carácter criminal de la intervención

Desde que comenzasen los bombardeos, el número de víctimas militares y civiles se ha incrementado, mientras el brutal asedio y bombardeos de Gadafi sobre Misurata, tercera ciudad del país, sigue cobrándose nuevos muertos cada día y su ofensiva sobre Ajdabiya y el resto de poblaciones en manos de los insurrectos continúa. Con un cinismo criminal, los imperialistas están administrando los bombardeos sobre la población y jugando al gato y al ratón con Gadafi y los insurrectos: ahora permitiendo avanzar y bombardear a las tropas de Gadafi, luego bombardeándolas y obligándoles a retroceder. Todo ello con el objetivo de seguir manteniendo el control de los recursos de Libia y el resto de la región.
Como explicamos los marxistas, cualquier intervención imperialista en Libia no tendría como objetivo proteger a las masas que se habían insurreccionado contra Gadafi sino única y exclusivamente defender los negocios e intereses imperialistas, abortar el movimiento revolucionario espontáneo de la población iniciado el pasado 17 de febrero e intentar con ello frenar la revolución en todo el mundo árabe y evitar que el ejemplo de las masas libias, formando comités populares para gestionar la vida social, pueda extenderse.

El cinismo de todas las potencias imperialistas

En su carrera por situarse lo mejor posible para seguir explotando los recursos del pueblo libio, como han hecho en colaboración con Gadafi durante los últimos años, todas las potencias imperialistas (tanto las que lideran la intervención militar: Francia, Gran Bretaña y EEUU, como las que dicen oponerse: China o Rusia) están haciendo gala de un cinismo atroz, jugando con las vidas y aspiraciones de la población como si fuesen peones en un tablero de ajedrez.
El imperialismo francés busca recuperar influencia en una región clave para él en la que ha ido perdiendo posiciones en los últimos años. Por eso puso a sus aliados estadounidenses y británicos ante el hecho consumado de la intervención. Alemania, en cambio, rechaza intervenir porque, además de ser el segundo socio comercial de Gadafi, no ve clara la salida del conflicto. Los imperialistas chinos y rusos, a quienes increíblemente algunos sectores de la izquierda elogian por su oposición a la intervención, emulan a Poncio Pilatos criticando ésta públicamente mientras renunciaron a hacer uso de su derecho a veto en la ONU cuando se planteó la zona de exclusión aérea y absteniéndose ante la declaración de ésta. Ambas potencias han aumentado sus negocios con Gadafi en los últimos años. Si éste se mantiene ya les ha prometido que su parte en el reparto del pastel aumentará, pero tampoco quieren apoyarle de manera demasiado evidente y directa y quedar fuera de juego en caso de derrota de Gadafi o algún tipo de acuerdo entre éste y los imperialistas.
En el seno del imperialismo estadounidense había y sigue habiendo dudas acerca de cómo y hasta dónde intervenir. Esto se refleja en algunas diferencias importantes con la intervención en Iraq y Afganistán. En Iraq planificaron durante meses la intervención y pusieron sobre la mesa todo su poderío militar para aplastar al ejército de Sadam Husein, superior en armamento y número de efectivos al de Gadafi. Otra cosa es que, como advertimos los marxistas que ocurriría, una vez lograda la victoria militar se hayan metido en un avispero. En el caso libio los imperialistas permitieron que Gadafi recuperase la iniciativa y su poder militar hasta asediar el epicentro de la revolución, Bengasi, y esperaron a que su ataque sobre una población mal armada fuese inminente y los dirigentes del Consejo Nacional Libio de Transición, tras dos semanas frenando a las masas y echando jarros de agua fría sobre la confianza de estas en su capacidad para derrotar por sí mismas a Gadafi (e insistiendo en que la única alternativa era el apoyo imperialista), pidiesen la intervención. Pero incluso ahora que están interviniendo existen crecientes dudas y divisiones en su seno.

Gadafi, ‘amigo de Occidente’

Como hemos explicado, los imperialistas y Gadafi, han mantenido durante los últimos años una alianza de hecho en la región. Gadafi ha aceptado y aplicado las directrices del FMI, privatizado empresas y entregado a la CIA tanto información sobre organizaciones incluidas en su lista negra como a activistas de Al Qaeda. También ha encarcelado y reprimido a los inmigrantes africanos que intentan llegar a las costas europeas y ofrecido buenos negocios y petróleo y gas abundantes a los imperialistas. Como dijo Aznar del dictador libio era un “amigo extravagante de Occidente, pero amigo”. La estrategia del imperialismo estadounidense y las demás potencias hasta que la entrada en acción de las masas libias alteró sus planes no era derrocarle sino maniobrar en su entorno, con sus hijos y posibles sucesores, para situarse de cara al futuro.
Sólo cuando la insurrección de las masas pareció hacer inevitable la caída de Gadafi, Obama —siguiendo con su táctica de intentar mantener la revolución en el mundo árabe bajo control— dio un giro brusco y exigió públicamente su salida.

Pero en cuanto vieron que el movimiento de las masas iba demasiado lejos, estas formaban comités, gestionaban las ciudades, y rechazaban cualquier intervención imperialista, en el seno de los imperialistas surgieron nuevas dudas y divisiones. El primer objetivo pasó a ser acabar con la revolución y asegurar el control de Libia y toda la región. Intentaron diferentes acuerdos y negociaciones pero cualquier acuerdo que incluyese la continuidad de Gadafi resultaba inaceptable para las masas. Las masas, como se podía ver en los videos de The Real News y varios medios alternativos, se oponían a cualquier intervención imperialista comprendiendo instintivamente que ellas eran las únicas que podían acabar con Gadafi. Lo que les impidió hacerlo fue la ausencia de una dirección con un programa y estrategia revolucionarios. Esta es la clave que explica el desarrollo de los acontecimientos.

Retomar el camino de la revolución

Finalmente, los imperialistas —como advertimos que podía ocurrir— decidieron apoyarse en los dirigentes del Consejo Nacional de Transición con el objetivo de frenar a las masas y descarrilar la revolución, y decidieron intervenir esperando que la ofensiva aérea fuese suficiente. Distintos planes, desde una división del país entre ambos bandos hasta una salida pactada de Gadafi, se han visto frustrados hasta el momento.
Así las cosas, sigue habiendo distintos desarrollos posibles. A un sector del imperialismo le gustaría derrocar a Gadafi: pensaba que con los bombardeos se podría terminar con el régimen y propiciar la victoria militar de los rebeldes. Sin embargo, la guerra tiene su propia dinámica y se están viendo impulsados a participar más activamente. Ante la perspectiva de un conflicto largo en el que podrían quedar empantanados crecen las dudas y divisiones entre los imperialistas. EEUU teme repetir el escenario de Iraq o Afganistán. Por otro lado el imperialismo francés, con una política más abiertamente agresiva en África, como muestran los acontecimientos en Libia y Costa de Marfil, apuesta por intervenir más decididamente.
Otra opción es que los imperialistas impulsen algún tipo de acuerdo o bien para dividir el país entre Gadafi y la oposición o preferiblemente para ellos algún tipo de relevo controlado de Gadafi que permitiese a éste proteger sus intereses y garantizar su inmunidad, a su camarilla seguir manteniendo una parte de sus negocios y al imperialismo y los dirigentes de la oposición burguesa establecer un gobierno estable bajo su control. Sin embargo esta posibilidad cuenta con bastantes obstáculos. Para dividir Libia, algo que sería un acto criminal, tendrían que permitir a Gadafi acabar con los focos insurrectos en la zona occidental. Los últimos ataques a Misurata y zonas del oeste irían en ese sentido. Con el oeste de Líbia férreamente controlado por Gadafi el imperialismo y éste estarían en condiciones de negociar la división del país. Por otro lado la salida de Gadafi de modo voluntario parece harto improbable. El régimen líbio se sostiene sobre su figura y su salida sería el preludio de la caída del régimen: Gadafi luchará hasta el final por mantenerse en el poder, que es lo único que garantiza su seguridad personal y la fortuna de su familia. Así el imperialismo está en una encrucijada: si intervienen con más tropas pueden quedar empantanados. Si no lo hacen, el conflicto puede enquistarse e incluso en un momento revertirse y darse la victoria militar de Gadafi. El conflicto está en un impasse que beneficia a Gadafi y aumenta las posibilidades de algún tipo de acuerdo que, naturalmente, se haría a costa del sufrimiento de las masas libias.
Pero incluso esto, lejos de garantizarles la estabilización permanente de la zona bajo su control, generaría nuevos enfrentamientos, antes o después. En un contexto de crisis internacional del capitalismo en todo el mundo, contradicciones y choques crecientes entre las potencias imperialistas y revolución en el mundo árabe cada movimiento que hacen intentando resolver un problema crea otros nuevos y mayores.
Hagan lo que hagan no podrán impedir que la inestabilidad continúe y el movimiento revolucionario iniciado en Túnez y Egipto y continuado en Libia y otros países (Yemen, Bahrein, etc.), con alzas y bajas, victorias y derrotas coyunturales, siga extendiéndose. La guerra es la ecuación más complicada y suele desarrollar una dinámica propia. Lo que está claro desde el punto de vista de las masas y la revolución es que tanto Gadafi como los imperialistas sólo pueden ofrecer al pueblo libio un futuro de pesadilla. La única salida es la que las masas libias de manera instintiva intentan acometer desde el pasado 17 de febrero: tomar el poder en sus manos y unidas al resto de las masas del mundo árabe acabar con el capitalismo y el imperialismo y construir una Libia socialista en una Federación Socialista del mundo árabe.

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