El sábado 24 de septiembre, y tras meses de enfrentamiento directo entre Corbyn y la mayoría de su grupo parlamentario dominado por el ala de derechas, el candidato laborista volvía a imponerse con fuerza en las primarias del partido. Con un 61,8% del voto, ampliaba en casi tres puntos su victoria respecto a los resultados por los que hace tan sólo un año era elegido nuevo líder del Partido Laborista.
Las reacciones en la dirección del partido contrastaban abiertamente con las de cientos de miles de personas vinculadas al movimiento de apoyo a Corbyn (Momentum), que estallaban de alegría. Era la viva imagen de la abismal separación —producto del brutal giro a la derecha impuesto durante décadas por el blairismo— entre el aparato del partido y la base militante y los activistas que han protagonizado las grandes movilizaciones contra los recortes en Gran Bretaña, y que aúpan a Corbyn a la cabeza del laborismo para que lleve a cabo un programa antiausteridad.
Un año de terremoto político en Gran Bretaña
En mayo de 2015 los conservadores se hacían con la mayoría absoluta en las elecciones. Por su parte, el Partido Laborista, con Ed Miliband a la cabeza, obtenía sus peores resultados desde 1987, lo que precipitaba su dimisión y la convocatoria de primarias abiertas en septiembre del pasado año. Cuando, tras estos resultados, la prensa capitalista se hacía eco del “giro a la derecha” en la sociedad británica sucedió lo que nadie preveía. Jeremy Corbyn, conocido en el movimiento por su perfil izquierdista, su dilatada trayectoria como activista contra la guerra y su participación en las movilizaciones antiausteridad, se hacía con la victoria con un contundente 59,5% de los votos, desatando un gran movimiento de apoyo que cristalizó con la creación de la plataforma Momentum.
Desde entonces han pasado muchas cosas, las movilizaciones han continuado y también ha ido a más la ofensiva de la derecha laborista contra Corbyn. El punto de inflexión en la virulencia de esta campaña de los blairistas fue el resultado del referéndum del Brexit.
Los resultados del referéndum a favor del Brexit hicieron tambalearse todo el panorama político británico; fueron demoledores para la derecha, provocando en sólo unos días la dimisión del primer ministro Cameron, y del líder del UKIP, el partido euroescéptico de ultraderecha encabezado por Nigel Farage. En el caso de la izquierda, Corbyn, que había defendido la postura oficial laborista del no al Brexit, declaraba comprender “las razones por las que tantos electores de las zonas industriales deprimidas del norte y, en general, de aquellos sectores más golpeados por la crisis y los recortes, acabaron decantándose por el Brexit para canalizar un voto de protesta”.
Estos resultados, que han puesto de manifiesto tanto la debilidad de la derecha británica, como la rabia y el descontento de un sector importante de la clase trabajadora y la juventud hacia las políticas de austeridad impuestas por la Unión Europea capitalista y seguidas con entusiasmo por Cameron y compañía, fueron también el pistoletazo de salida para intensificar la ofensiva salvaje de la burguesía británica para forzar la dimisión de Corbyn. Utilizando a sus peones dentro del aparato de partido, lanzaron una campaña valorando como “escasa y tímida” la implicación de Corbyn en la defensa de la permanencia en la UE defendida por el partido. Inmediatamente, nada más y nada menos que 172 diputados de su grupo parlamentario (el 75%) apoyaban una moción de censura contra Corbyn en el mes de junio.
La crisis de la socialdemocracia y la victoria de Corbyn
Fue su decisión de enfrentarse a este golpe de mano y su negativa a dimitir la que llevó a la convocatoria de unas nuevas primarias en las que los resultados han sido demoledores en todas las categorías del voto: el 59% de los afiliados con derecho a voto apoyaron a Corbyn (diez puntos más que el año pasado), el 70% de los simpatizantes registrados y el 60% de los afiliados sindicales. Si tenemos en cuenta que durante estos meses el aparato ha movido todos sus hilos para frenar esta victoria, impidiendo votar a las 130.000 personas que se afiliaron después de enero de 2016, prohibiendo durante el verano las reuniones de las agrupaciones u obligando a pagar el equivalente a 30 euros a los simpatizantes que quisieran votar, la victoria es aún más clara. La diferencia con el candidato de la derecha laborista, Owen Smith, que recoge el 38% del voto (193.229 votos frente a 313.209 de Corbyn), es abrumadora.
Ninguna de estas medidas burocráticas ha conseguido frenar un movimiento en ascenso que ha encontrado en la figura de este veterano activista la vía a través de la cual expresar el descontento acumulado por décadas de políticas derechistas de la socialdemocracia británica —entre otras muchas cosas, Blair apoyó e impulsó la intervención imperialista en la guerra de Iraq— y su colaboración con los recortes impulsados por los tories.
Al tiempo que la socialdemocracia europea cosecha derrota tras derrota (sólo hay que echar un vistazo a la situación del PSOE en el Estado español, la desaparición como fuerza política determinante del PASOK en Grecia, la deriva derechista del Partido Socialista Francés...), nos encontramos que desde la aparición de Corbyn el Partido Laborista ha duplicado su afiliación, llegando al medio millón y convirtiéndose así en el partido socialdemócrata más grande de toda Europa. El programa de Corbyn ha conectado con el descontento social ante la crisis capitalista y ha adoptado las consignas que han movilizado a millones en las calles: fin a la austeridad, subida del salario mínimo a diez libras la hora, defensa y mejora de los servicios públicos como educación y sanidad, derogación de leyes antisindicales y nacionalización de sectores estratégicos como los ferrocarriles, etc.
El mismo proceso que en su momento hizo emerger a Syriza en Grecia, o a Podemos en el Estado español, ha desembocado en el caso de Gran Bretaña en la candidatura de Corbyn poniendo de manifiesto el gran potencial de un programa socialista de ruptura con las políticas de austeridad capitalistas.
Profundizar el giro a la izquierda y construir un fuerte movimiento socialista
Tras esta apabullante victoria se han sucedido los llamamientos a la “unidad”, tanto por parte de Corbyn como de la propia derecha del partido. La burguesía está muy preocupada. A nadie se le escapa el ejemplo que podría suponer para toda Europa el crecimiento de una alternativa antiausteridad que pudiese concurrir, con posibilidades claras de ganar, a las próximas elecciones generales en Gran Bretaña (previstas para 2020, pero que podrían adelantarse). Del mismo modo que millones de trabajadores y de jóvenes vemos con entusiasmo esta gran oportunidad, también los capitalistas y sus aliados dentro del movimiento obrero (como es el caso de la derecha blairista) se dan cuenta del peligro de una referencia a la izquierda que pueda inspirar al resto del mundo y optar a una victoria electoral en un país central del capitalismo europeo. La “unidad” entre quienes defienden una política de recortes y quienes luchan contra ella es imposible.
Quien piense que la ofensiva contra Corbyn, y el movimiento que representa, ha terminado tras su victoria en las primarias está muy equivocado. Nada va a parar a la derecha en su objetivo de derribar la posibilidad de una alternativa política a la izquierda. Apoyarse en el movimiento que ha aupado esta candidatura, dándole voz dentro del Partido Laborista, en las decenas de miles de jóvenes y trabajadores que han abarrotado los mítines de este verano, en quienes participan en Momentum —que ronda ya los 20.000 miembros con cuota y 150 agrupaciones por todo el país—, sin abandonar la movilización social es ahora la única forma de hacer avanzar el movimiento y romper con el cerco de la derecha y los capitalistas.