“Better to Break the Law than Break the Poor” (“mejor romper la ley que romper a los pobres”)

En la mañana del lunes 7 de octubre hemos recibido la triste noticia del fallecimiento, a los 80 años, de Tony Mulhearn, un veterano luchador obrero y destacado marxista británico, dirigente de la corriente Militant y miembro, hasta el mismo día de su fallecimiento, del Socialist Party.

Tony Mulhearn dedicó más de 60 años de su vida a la causa de la emancipación de la clase obrera. Empezó a trabajar desde muy joven como tipógrafo e inmediatamente ingresó en el sindicato del sector de las artes gráficas. A principios de los años 60 se unió a la tendencia marxista revolucionaria Militant. Defendiendo pacientemente las ideas y el programa de Marx, Lenin y Trotsky, Tony y un pequeño grupo de camaradas consiguieron un apoyo mayoritario en la organización del Partido Laborista en Liverpool, una ciudad con una larga y heroica tradición de lucha obrera.

En 1980, apenas unos meses después de la elección de la archireaccionaria Margaret Thatcher como primer ministro, Tony fue elegido presidente del Partido Laborista de Liverpool. Desde esa posición, y posteriormente como concejal de la ciudad, Tony y los miembros de Militant impulsaron una extraordinaria batalla contra las políticas de recortes de Margaret Thatcher que a día de hoy siguen siendo un ejemplo brillante de cómo deben actuar los marxistas en las instituciones burguesas.

La lucha de Liverpool fue derrotada por la acción concertada del gobierno de Thatcher y los dirigentes reformistas del Partido Laborista y de los sindicatos británicos. Tony pagó un alto precio por su coraje y por su negativa a ceder ante las presiones de todo tipo a las que fue sometido, en primer lugar, las del propio Partido Laborista, que lo expulsó de sus filas en 1986, en plena batalla.

A instancias del gobierno conservador, la Cámara de los Lores juzgó a Tony y a 46 concejales laboristas de Liverpool en 1987 y los inhabilitó para el desempeño de cargos públicos durante cinco años. Una vez fuera del Ayuntamiento, Tony fue despedido de su trabajo en una empresa del multimillonario Rupert Murdoch, que años después sería protagonista de un gigantesco escándalo de corrupción. Vetado por los empresarios, que lo incluyeron en sus listas negras, Tony tuvo que emplearse durante más de 10 años como conductor de taxi, trabajo que compatibilizó con una extraordinaria dedicación a la construcción de las fuerzas del marxismo revolucionario en Gran Bretaña.

En 1990 Margaret Thatcher, henchida de soberbia tras la derrota de la huelga minera de 1984-85, y el aplastamiento del Ayuntamiento de Liverpool, decidió imponer la aplicación de un impuesto regresivo, el conocido poll tax, que gravaba con la misma cuantía a todos los ciudadanos británicos, sin consideración a su nivel de ingresos o a su situación laboral o personal. Pero, con la participación decisiva de los marxistas de Militant, la clase obrera británica se levantó en pie de guerra contra el gobierno, y tras extraordinarias movilizaciones y una masiva negativa popular a pagar el nuevo impuesto, Margaret Thatcher no tuvo más remedio que dimitir y el poll tax fue derogado.

La batalla de Liverpool

La década de los 70 fueron años de efervescencia revolucionaria en todo el mundo. El ciclo sin precedentes de expansión capitalista iniciado tras el final de la Segunda Guerra Mundial había provocado un extraordinario aumento de los beneficios empresariales. Pero esos beneficios solo llegaban a cuentagotas a la clase trabajadora. En todo el mundo, pero muy especialmente en los países coloniales y ex coloniales y en los tres países del sur de Europa que aún sufrían dictaduras fascistas, la clase obrera se puso en movimiento. Una ola revolucionaria sacudió al mundo en esa década. El triunfo electoral de la Unidad Popular en Chile, el maravilloso ímpetu revolucionario de la clase obrera portuguesa, que en 1975 abolió prácticamente el sistema capitalista, el levantamiento generalizado contra el régimen franquista en el Estado español, fueron ejemplos de lo que podría haberse conseguido si la clase obrera hubiese contado en aquellos momentos con una dirección revolucionaria a la altura de las circunstancias.

Desgraciadamente no fue así, y tras la derrota del ascenso revolucionario la burguesía lanzó su contraataque en todo el mundo. Las sanguinarias dictaduras latinoamericanas, el gobierno de Reagan en Estados Unidos, o el ascenso de Thatcher en Gran Bretaña, fueron manifestaciones de un mismo fenómeno: la respuesta salvaje de la burguesía contra los trabajadores que la habían desafiado. Esta ofensiva brutal se vio facilitada por la debilidad de las direcciones reformistas de los grandes partidos tradicionales de la izquierda, tanto los de tradición socialdemócrata como los de tradición estalinista, y de los sindicatos. Estos dirigentes no fueron capaces de articular ni la más mínima resistencia contra las medidas antisociales de estos gobiernos, actuando en la práctica como dique de contención de la indignación popular.

En Gran Bretaña, Thatcher lanzó un durísimo ataque contra los derechos y servicios sociales conquistados por la clase trabajadora británica después de 1945. Lo que conocemos como Estado del Bienestar tenía en gran Bretaña su máxima expresión, y por eso su rápido desmantelamiento fue el objetivo primordial de Thatcher y el Partido Conservador.

El gobierno británico recortó los presupuestos sociales de la administración central y obligó por ley a los ayuntamientos a recortar los gastos en vivienda, educación asistencia a personas mayores, madres solteras o discapacitados, etc., exactamente lo mismo que los gobiernos del PSOE y PP han hecho tras la gran crisis de 2008. Y exactamente igual que los ayuntamientos gobernados por la izquierda en el Estado español (con alguna honrosa excepción) cedieron ante el chantaje del gobierno central y, poniendo por excusa el “imperativo legal”, aplicaron sin rechistar todo tipo de recortes, privatizaciones y ataques a los derechos de la clase trabajadora.

Los ayuntamientos de Gran Bretaña en los años 80, y en primer lugar los gobernados por el Partido Laborista, aplicaron los durísimos recortes de Thatcher sin resistencia alguna. Pero esta claudicación tuvo dos excepciones gloriosas. Los ayuntamientos de Lambeth, en el área metropolitana de Londres, y de Liverpool se negaron rotundamente a aplicar los recortes impuestos desde el gobierno.

En Liverpool Tony Mulhearn jugó un papel decisivo. En las elecciones locales de 1983 los candidatos laboristas que apoyaban el programa socialista y revolucionario de Militant consiguieron una importante victoria. En unas nuevas elecciones en 1984 Tony fue elegido concejal y ello ayudó a fortalecer la determinación de los 49 concejales laboristas de luchar sin concesiones contra las políticas antisociales de Thatcher.

Es muy importante resaltar que, frente a los prejuicios de los dirigentes reformistas que creen que el electorado se asusta si se le presenta un programa demasiado “radical”, la victoria rotunda de los concejales marxistas en Liverpool se debió a que no solo no disimulaban ni rebajaban su programa, sino a que defendían, con total claridad, que solo un programa de transformación socialista de la sociedad, que expropie a los capitalistas sin indemnización de ningún tipo y que ponga los medios de producción bajo el control de la clase obrera organizada, podría garantizar una vida digna para la inmensa mayoría de la sociedad.

Y no solo ganaron las elecciones antes del inicio de la batalla contra Thatcher, sino que en las elecciones parciales que se realizaron en plena batalla, los concejales marxistas revalidaron ampliamente su mayoría.

Frente a la sumisión al “imperativo legal”, los marxistas de Liverpool levantaron el lema de “Better to Break the Law than Break the Poor” (literalmente, “mejor romper la ley que romper a los pobres”) y se negaron a ejecutar los recortes a los que les obligaban las leyes aprobadas por el gobierno conservador.

Impulsando una poderosísima movilización popular, aprobaron importantes medidas sociales, especialmente en materia de vivienda. Durante más de tres años desafiaron abiertamente la legalidad del estado burgués, pero el enorme apoyo social del que gozaban atemorizaba al gobierno de Thatcher, que no encontraba el momento para emprender acciones legales decisivas contra el gobierno municipal.

Finalmente, recurriendo a la colaboración de los dirigentes derechistas de los sindicatos y del Partido Laborista, con Neil Kinnock a la cabeza, Thatcher consiguió imponerse y la lucha de Liverpool fue derrotada.

Pero no todas las derrotas son iguales. Los concejales marxistas de Liverpool, con Tony Mulhearn a la cabeza, demostraron que con un programa que de respuesta real a los problemas cotidianos de la clase obrera, que señale el camino que conduce a la emancipación de los oprimidos, es factible, incluso en las circunstancias más adversas, organizar una resistencia al más poderoso gobierno capitalista. Muy especialmente, estos camaradas han aportado al legado de experiencias de la clase obrera, un ejemplo extraordinario de cómo los revolucionarios debemos afrontar nuestra participación en las instituciones capitalistas. ¡Ojalá ese ejemplo y esa experiencia fuesen asimilados, en una mínima parte, por los dirigentes de la izquierda del Estado español que no pueden – o no quieren – salir de la ciénaga del cretinismo parlamentario!

Desde Izquierda Revolucionaria queremos rendir un emocionado homenaje a Tony Mulhearn y agradecer su ejemplo de militancia revolucionaria que será por siempre una fuente de inspiración para nosotros. El legado de la lucha de Liverpool y sus fructíferas lecciones forman parte ya de la tradición del marxismo revolucionario internacional.

Enviamos nuestras condolencias y solidaridad a sus hijos y familia, sus amigos y a los camaradas del Socialist Party.

banneringles

banneringles

banner

banner

banner

banneringles

banneringles

bannersindicalistas

bannersindicalistas