Las elecciones europeas han desatado un terremoto político en Francia. Tras la rotunda victoria de la extrema derecha de Le Pen y la debacle de la candidatura auspiciada por Macron, el presidente disolvió inmediatamente la Asamblea Nacional convocando elecciones legislativas para los próximos 30 de junio y 7 de julio. Los próximos comicios abrirán, con toda seguridad, una nueva fase explosiva de la lucha de clases en Francia.

Los comunistas revolucionarios no podemos tomar estos resultados a la ligera. Al contrario. El debate sobre qué programa y qué estrategia son las que necesitamos para derrotar de la extrema derecha y crear las condiciones para derrocar al decrépito capitalismo francés vuelven a plantearse con una urgencia evidente.

Las fuerzas motrices de este escenario

Al igual que en Estado español, la situación en Francia presenta importantes paralelismos con los años treinta del siglo XX: amplios sectores de las capas medias están girando a la extrema derecha, mientras las formaciones de la derecha tradicional, el gaullismo y el centrismo se descomponen a pasos acelerados. La clase obrera y la juventud ha mostrado bajo la presidencia macronista su músculo y potencial para barrer el sistema, pero sus direcciones políticas y sindicales han tomado el camino de aguar el movimiento y encastrarlo en negociaciones estériles generando desconcierto y frustración.

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El debate sobre qué programa y qué estrategia son las que necesitamos para derrotar de la extrema derecha y crear las condiciones para derrocar al decrépito capitalismo francés vuelve a plantearse con una urgencia evidente. 

La decadencia del imperialismo galo es un hecho incuestionable. La pérdida acelerada de sus mercados y áreas de influencia política en África, reflejo del cambio en la correlación de fuerzas a escala mundial, ha llevado a Macron a una política exterior errática, intentando mantener distancias con Washington para luego plegarse a sus dictados en la guerra de Ucrania, criticar a la OTAN para luego convertirse en el campeón del militarismo más agresivo, intentar rebajar la tensión con China para más tarde incrementarla, o ceder en toda la línea al sionismo genocida y reprimir el movimiento de solidaridad con el pueblo palestino.

Francia ya no es la potencia económica de antaño. Los salarios en caída libre, la explotación despiadada de la mano de obra inmigrante, la precariedad, la especulación inmobiliaria, la desigualdad creciente… animan el crecimiento de RN a costa del hundimiento de la derecha oficialista y conservadora. Pero la izquierda parlamentaria y gubernamental ha sido incapaz de desmontar, con hechos, la demagogia nacionalista y racista de estos reaccionarios, y que sigue permeando entre sectores atrasados y desmoralizados de los trabajadores.

Como en el Estado español, en Alemania o en Italia, Le Pen cuenta con apoyos muy sólidos entre los cientos de miles de servidores del Estado, en las diferentes escalas de funcionarios de la Administración central y de las regiones, en el aparato político y militar, en la judicatura, entre los agricultores y ganaderos que son un apoyo muy sólido. Le Pen lleva años asistiendo a todas las ferias agraria de importancia.

Sí, el resultado  de la Rassemblement National de Le Pen ha sido tremendo: supera los 7 millones y medio de sufragios, alcanzando el 31,37% y 30 eurodiputados. 2,5 millones de votos más que en 2019, una subida de 8 puntos porcentuales y 7 escaños más. Por otro lado, la candidatura aún más ultraderechista de Reconquête, el partido de Zemmour, entra con fuerza en el parlamento de Bruselas. Supera los 1,3 millones de votos, el 5,5 % y obtiene 5 parlamentarios. La suma de los sufragios de ambas formaciones roza el 37 % de las papeletas y logra 35 diputados de un total de 81. Esto es una advertencia muy seria para los y las trabajadoras y la juventud y sería un error muy grave despreciarla.

La lista avalada por el presidente Macron, y liderada por Valérie Hayer, sufre una derrota monumental. Pasan de obtener más de 5 millones de votos a poco más de 3 millones y medio, quedándose en el 14,6% y 13 eurodiputados. En 2019 consiguieron 23. Es el peor resultado desde la fundación de su partido, en 2016. En ninguna de las citas electorales desde entonces habían bajado del 22% de los sufragios.

Mientras todo esto sucede, los dirigentes de la izquierda reformista han estado apelando continuamente a confiar en las instituciones republicanas, y europeas, y a presentar la “democracia” burguesa como el antídoto para conjurar a los ultras. Por supuesto, la fórmula no ha funcionado.

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Como en el Estado español, en Alemania o en Italia, Le Pen cuenta con apoyos muy sólidos entre los cientos de miles de servidores del Estado, en el aparato político y militar, en la judicatura, entre los agricultores y ganaderos que son un apoyo muy firme. 

Poco más de un año después de la insurrección obrera que tuvo a Macron pendiendo de un hilo, la Francia Insumisa se estanca. Logra 2.448.711 sufragios (un 9,9%) lo que suponen un avance respecto a 2019 debido en parte al aumento del voto de la juventud. que les apoya por su compromiso con la causa palestina y contra el genocidio en Gaza. Estas cifras, no obstante, están lejos de las cosechadas en las presidenciales de 2022, cuando Jean-Luc Mélenchon ocupó la tercera fuerza, con más de 7 millones de votos y un 21,95%.

El hecho de que la FI se plegara a la burocracia sindical en la fase decisiva de la lucha contra la reforma de las pensiones, las cesiones al programa socioliberal del PS y Los Verdes dentro de la NUPES (la candidatura de la izquierda parlamentaria conformada para concurrir a las legislativas de junio de 2022), son factores que han reducido su perfil combativo y que han dado balones de oxígeno a un moribundo PS. En estos comicios, la coalición de los socialistas con la agrupación Place Publique recupera la tercera plaza obteniendo 13 diputados y un 13,83% del voto.

La candidatura de Los Verdes sufre un duro varapalo. Su política electoralista y su renuncia a un ecologismo de combate y anticapitalista, les ha llevado a este hundimiento. Pasa de ser la tercera fuerza del país en 2019 (13 escaños, un 13,48% y más de 3 millones de votos) a ser la sexta, con 5 diputados y poco más del 5% de los votos.

En cuanto al Partico Comunista Francés, sus resultados son un castigo por su política sumisa a la burocracia sindical y al PSF, su abandono de cualquier elemento marxista o comunista en su programa, y su actitud extremadamente hostil a la FI. Tan solo logran el 2,36% de los votos y ningún eurodiputado.

¿Qué conclusiones se puede sacar de estos hechos? En primer lugar que los que actualmente apelan a la defensa de las instituciones republicanas para combatir a la extrema derecha, olvidan que esas instituciones, políticos, jueces, mandos militares y policiales, junto al grueso de la clase capitalista, hicieron todo lo posible para aplastar las ansias revolucionarias del pueblo trabajador y terminaron entregando el país a los nazis y creando un régimen colaboracionista y fascista como el de Vichy.

En segundo lugar. Que agitar con la bandera de un “antifascismo parlamentario”, carente de contenido anticapitalista, que renuncia a la lucha de masas y a un programa revolucionario, no puede actuar más que como un señuelo de corto recorrido. Para vencer a la reacción hay que dar un giro radical, y levantar un programa de combate consecuente.

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Los que apelan a la defensa de las instituciones republicanas para combatir a la extrema derecha, olvidan que esas instituciones, junto al grueso de la clase capitalista, terminaron entregando el país a los nazis y creando el régimen de Vichy. 

Las perspectivas electorales. El nuevo Frente Popular

Tras la disolución de la Asamblea Nacional, los dirigentes de RN fueron muy claros y contundentes: están dispuestos a ganar las elecciones legislativas y se preparan para asaltar el poder y forzar a Macron a una cohabitación hasta las próximas presidenciales, en 2027.

La campaña sistemática de blanqueamiento del RN por parte de los medios capitalistas, las alabanzas de sectores de la patronal a su programa empresarial, su constante identificación con Meloni, la decisión de Le Pen de romper con los elementos neonazis de AfD… son síntoma inequívocos. No hay duda de que secciones importantes de la burguesía francesa se preparan para un posible Gobierno de la extrema derecha, viendo las magras posibilidades de los candidatos macronistas. ¿Por qué no? ¿Acaso Ursula von der Leyen no ha insistido en la posibilidad de pactar con Meloni y Le Pen en el Parlamento europeo? ¿Acaso el PP no gobierna con Vox en numerosas CCAA y en ayuntamientos?

Este blanqueamiento no hará más que profundizarse, pero no podrá ocultar que Jordan Bardella, su candidato en las legislativas, sigue siendo un elemento ultrarreaccionario, machista, xenófobo y racista hasta la médula. El “no” del RN a la propuesta de la líder de Reconquête de concurrir juntos a las elecciones es una maniobra más en ese sentido. No son trascendentales para concentrar el voto de la reacción después del éxito que RN ha conseguido, y además un gesto así les sirve para aparecer públicamente como “políticos” razonables.

El giro hacia el “liberalismo” de la dirección del RN tiene el objetivo de convencer a la burguesía de que ellos podrían llevar a cabo las grandes reformas contra la clase trabajadora que aún quedan pendientes: aumentar aún más la edad de jubilación, la reforma del desempleo o la eliminación de los regímenes especiales de la Seguridad Social. Y, obviamente, dar una vuelta de tuerca en la legislación de excepción y en la represión contra la izquierda.

En los últimos 15 años (que coinciden con el ascenso de Le Pen), la derecha agrupada en torno a la UMP y ahora a Los Republicanos ha perdido 3,1 millones de votos, más de 20 puntos porcentuales y 23 asientos en la Eurocámara. De hecho, tras los resultados electorales, Los Republicanos ha implosionado y, en la práctica, se ha producido una escisión. Escisión que ha llevado a los sectores más radicalizados a la derecha a decidir concurrir junto con Le Pen a las próximas legislativas.

Estas divisiones entre los dirigentes de la derecha tradicional francesa reflejan muy bien también la situación en el seno de la clase dominante y las vacilaciones que se están produciendo en torno a la posibilidad de colocar a la ultraderecha al frente de un Gobierno, las consecuencias que eso tendría para la lucha de clases y la dificultad que eso entrañaría para mantener la paz social.

Desde la misma noche electoral, miles de jóvenes, trabajadores y trabajadoras están movilizándose por toda Francia contra la extrema derecha. Movilizaciones en muchos casos espontáneas, como las de la Plaza de la República en París, y que muestran el descontento y una rabia creciente.

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Desde la misma noche electoral, miles de jóvenes, trabajadores y trabajadoras están movilizándose por toda Francia contra la extrema derecha, mostrando el descontento acumulado y una rabia creciente. 

Esta situación potencial de rebelión social podría extenderse y profundizarse en el caso de que Bardella se imponga en las legislativas y se convierta en el nuevo primer ministro, un hecho que no se puede descartar. Un Gobierno bajo el mandato del RN sería una pesadilla para el movimiento obrero, la juventud o el movimiento LGTBI desde el mismo día de su constitución y miles de activistas y sindicalistas son muy conscientes de ello y han empezado a tomar las calles contra esa posibilidad.

Ese es precisamente el camino para enfrentar el auge de la extrema derecha: la movilización popular, las huelgas en fábricas y empresas, la ocupación de liceos y facultades.

Y esa perspectiva no es ningún sueño utópico. La presión desde abajo es tan fuerte que las direcciones de FI, PS, PCF, el NPA y los Verdes han anunciado un pacto electoral para derrotar a la extrema derecha, el Nuevo Frente Popular. El nombre elegido no es casual: se trata de evocar el triunfo de la izquierda, aliada en ese momento al “liberal” Partido Radical, en las elecciones del 3 de mayo de 1936. Unas elecciones que dieron el Gobierno al dirigente socialista León Blum, y que abrieron una crisis revolucionaria en todo el país con un movimiento huelguístico y de ocupaciones de fábricas que pudo haber acabado con el capitalismo.

Es evidente que la campaña electoral va a ser feroz, con las encuestas mostrando una polarización muy fuerte en torno a las candidaturas de RN y del FP. Pero el gesto de proclamar la unidad electoral de las fuerzas parlamentarias de la izquierda no vale por sí solo. ¿Qué programa, qué estrategia utilizará el FP para combatir a la extrema derecha?

Sería de una estupidez sectaria que los comunistas revolucionarios no actuasen consecuentemente para barrer en las urnas y en las calles a la extrema derecha. Que no apoyasen críticamente en las urnas el voto al frente Popular. Sería de un ultraizquierdismo de manual. Pero el voto no es suficiente. Lo más importante es la acción y la política para confrontar a Le Pen y a la burguesía francesa que ha creado las condiciones para que estos reaccionarios de extrema derecha puedan llegar al Gobierno. Y no serán las políticas fracasadas de la socialdemocracia lo que les frene y les derrote.

Nuestra propuesta no es confiar en el cretinismo parlamentario sino en la lucha de clases para hacer avanzar la organización, la conciencia y la combatividad de los trabajadores y la juventud. Hay que extender la movilización y dotarla de un programa de ruptura con el capitalismo.

Un programa basado en el antifascismo militante y que señale cómo las políticas de Macron han conducido a esta situación. Un programa que defienda la nacionalización de la banca y de los monopolios bajo el control democrático de la clase obrera, que proponga sin vacilar expropiar a la oligarquía financiera —a ese 1% de la población que impone su dictadura despiadada a la mayoría de la sociedad— para acometer de inmediato un plan de choque que cree millones de empleos dignos, con buenos salarios, que permita el acceso a una vivienda pública digna y asequible, que rebaje la edad de jubilación y aumente drásticamente los recursos destinados a la educación y la sanidad pública.

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Este Frente Popular debe movilizar en la calle. El próximo paso debe ser lanzarse a la formación de comités de acción antifascista en todas las empresas, fábricas, barrios, institutos y facultades que preparen una huelga general contra la extrema derecha. 

Un programa para depurar de arriba abajo el aparato del Estado y acabar con los elementos fascistas en la policía, la judicatura o el ejército, que ponga fin al imperialismo francés, que garantice la independencia de Nueva Caledonia y el apoyo al pueblo palestino con el fin de las relaciones económicas, militares y diplomáticas con el estado sionista de Israel.

La base de la acción del nuevo Frente Popular debe ser la movilización en la calle. Tenemos que retomar el espíritu de lucha de la batalla contra la reforma de las pensiones, o de los jóvenes de las banelieues parisinas. El próximo paso debe ser lanzarse a la formación de comités de acción antifascista en todas las empresas, fábricas, barrios, institutos y facultades para organizar manifestaciones y paros de estudiantes y trabajadores que preparen una huelga general masiva y contundente contra la extrema derecha.

Sólo un programa y una estrategia así podrán impedir la llegada de un ultraderechista como Bardella al palacio de Matignon.

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