La economía griega está totalmente destruida. El debate sobre si Grecia está quebrada o no es engañoso. Efectivamente, lo está. El dilema para las potencias europeas, especialmente Alemania, es si prorrogan el “rescate” o no, y de qué manera, en función de los intereses sus propios bancos. La combinación de la crisis económica mundial, la debilidad del capitalismo griego y los planes impuestos por la UE, el FMI y el BCE, la llamada “troika”, ha dado los siguientes resultados: el PIB se contraerá un 5,5% este año y otro 2,5% en 2012, después de una caída del -2% en 2009 y del -4,2% en 2010. Los objetivos de reducción del déficit y de la deuda pública, esgrimidos para justificar las medidas de ajuste, lejos de lograrse se han visto completamente desbordados: el déficit en 2011 será del 8,5% del PIB (sobre un objetivo de 7,6%) y la deuda pública alcanzará el 172,7% del PIB (365.000 millones de euros), diez puntos más que la previsión anterior.
El ajuste sin fin
A pesar de todo, las exigencias de la troika para liberar el último tramo (de 8.000 millones de euros, imprescindible para pagar salarios y pensiones públicas a partir de octubre) del primer plan de rescate de Grecia, aprobado en mayo de 2010, aumentan en proporción a la catástrofe de la economía griega: eliminan 300.000 puestos en la administración pública hasta 2015; en lo que queda de este año pasarán a la “reserva” a 30.000 cobrando el 60% de su salario durante un año y quien no consiga encontrar trabajo en este periodo se quedará en calle. Para 2013 otros 120.000 seguirán el mismo camino. Esto ocurre en un país con un paro oficial del 16% y que en los próximos meses se calcula que llegará al 23% y después de que en los últimos dos años el sector público lleve una pérdida acumulada de 200.000 puestos de trabajo. Además, se vuelven a recortar las pensiones entre un 20% y un 40%. Ha habido también un nuevo recorte salarial del 25% para 153.000 funcionarios. Los impuestos indirectos siguen en aumento. Lo último, es la creación de un impuesto nuevo que grava las propiedades inmuebles. Cada griego propietario de una casa tendrá que pagar anualmente, de media, 4 euros por metro cuadrado, que se cobrará con la factura de la electricidad. Además, el mínimo exento para no pagar el impuesto de la renta, que pasó de estar en los 12.000 euros al año a 8.000 este verano, en septiembre se ha vuelto a rebajar a 6.000, envuelto en un discurso demagógico contra el fraude fiscal, cuando las grandes fortunas del país han protagonizado un escandalosa fuga de capitales en los últimos años.
Todas estas medidas siguen siendo respondidas en la calle por una población que no se resigna. El pasado 5 de octubre hubo una amplia huelga del sector público a la que se sumará una nueva convocatoria de huelga general, con el sector privado, para el 19 del mismo mes.
Las medidas impuestas por la troika están implicando un empobrecimiento general de la sociedad incluyendo a sectores de las llamadas “capas medias” que hasta hace poco se sentían a salvo de la quema, en un escenario similar al vivido en América Latina. Uno de cada cuatro negocios ha quebrado. Muchos barrios se han convertido en pueblos fantasmas y es normal ver a jubilados cogiendo restos de comida en mercados callejeros. Según testimonios directos, es habitual la imagen de familias enteras rebuscando en la basura. Según Klimaka, organización no gubernamental que ofrece apoyo a los “sin techo”, el número de personas que se han quedado en la calle ha crecido en un 25% en los dos últimos años.
La banca europea en el precipicio
Por supuesto, de este saqueo y drama social un puñado de personas ha salido beneficiada, especulando con la deuda del país. Los bonos griegos a dos años han llegado a tener una rentabilidad del 30%. Sin embargo, ahora la crisis de la deuda griega ha vuelto a marcar un punto crítico, con efectos desestabilizadores en toda Europa. El 21 de julio se anunció a bombo y platillo que se había llegado a un acuerdo para el segundo plan de rescate griego, con una quita de entorno al 20% a los acreedores privados. Sin embargo, a fecha de hoy todo esto sigue en la cuerda floja y cada minuto que pasa las cosas se complican todavía más. Ahora se habla ya de una quita del 50%, con lo que los problemas de la banca privada serán aún mayores. De hecho, la crisis de la deuda griega ya se ha cobrado la primera víctima en Europa con la quiebra del gigantesco banco franco-belga Dexia (con una exposición a la deuda periférica de 100.000 millones de euros), que ha tenido que ser nacionalizado in extremis el 9 de octubre, en una acción conjunta de Francia, Bélgica y Luxemburgo. La inestabilidad se ha trasladado a toda la banca europea y se habla de unas necesidades de recapitalización de más de 200.000 millones de euros.
A medida que la depresión económica amenaza con golpear a la zona euro, con todas sus consecuencias financieras, las tensiones políticas en la UE se han traslado del eje países centrales/periféricos a concentrarse en Alemania/Francia, el núcleo duro de Europa. La burguesía alemana plantea que cada país se haga cargo de sus propios bancos, mientras que Francia, apela a que sea el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), al que Alemania sería el país que más contribuiría. En julio el acuerdo fue ampliar este fondo, con unos efectivos utilizables de hasta 440.000 millones de euros y con competencias para operar en el mercado secundario de la deuda. Sin embargo, esta cantidad, con el panorama que se ha abierto en la banca europea, ha quedado obsoleta. Se habla ya de la necesidad de billones de euros y la cuestión está en quién pone el dinero. La exposición de la banca alemana a la deuda española e italiana asciende al 150% de su capital y la de la francesa al 100%, según el último informe del FMI (La Vanguardia, 9/10/11). Eso da una dimensión del problema. En un contexto de enorme incertidumbre económica e inestabilidad política interna en todos los países, y en el que los intereses nacionales de cada burguesía van ganando peso frente a la confianza en una UE unida y próspera, las tensiones arreciarán.