Las elecciones primarias en EEUU han pasado el ecuador y ninguno de los candidatos, republicanos o demócratas, tiene garantizada la nominación. Al inicio de la campaña parecía que Hillary Clinton conseguiría su ansiada candidatura a la presidencia, después de perder en 2008 frente a Obama. Pero Bernie Sanders le está poniendo las cosas muy difíciles: aunque ella va en cabeza con 1.243 delegados, Sanders tiene 980 y aún quedan estados decisivos, como California que elige a más de 500 delegados o Nueva York.
Sobre la campaña de Clinton se cierne la sombra del fraude. Sus victorias por la mínima en Michigan, Illionis o Arizona están en peligro por multitud de denuncias. En Michigan el resultado está en manos de los jueces y en Arizona se ha creado una comisión oficial para investigar las irregularidades, entre ellas la reducción del número de mesas electorales, de 200 en las primarias de 2012 a 60 en esta ocasión, mientras que el número de votantes aumentaba de 200.000 a 800.000 personas; miles tuvieron que esperar colas de cinco horas o más para poder votar, y en los barrios obreros, claramente favorables a Sanders, ni siquiera se pusieron mesas.
Para consternación de la clase capitalista y del aparato demócrata, Sanders ha sumado nuevas victorias. En Alaska con el 82% de los votos, en Washington, Utah o Hawai con más del 70%, y ha arrasado también entre los ciudadanos norteamericanos en el extranjero. El movimiento de masas que acompaña la campaña de Sanders sigue sumando apoyos. Decenas de miles de personas siguen dando apoyo económico, superando todos los récords: más de 140 millones de dólares entre más de 3 millones de aportaciones. Por sus mítines han pasado más de un millón de personas. Siguen extendiéndose los comités y grupos de apoyo, que están dando pasos para mejorar su coordinación.
Terremoto en el movimiento sindical
La candidatura de Sanders ha provocado un terremoto en el movimiento sindical. Los sindicatos siempre han apoyado públicamente a un candidato a la presidencia, dedicando una gran cantidad de recursos humanos y económicos a la campaña. En esta ocasión, los sindicatos y activistas sindicales que apoyan a Sanders han conseguido bloquear la decisión de la dirección nacional del AFL-CIO de apoyar a Clinton. Es la primera vez que la federación no apoya un candidato concreto, sin duda es un reflejo de la presión por abajo de los afiliados que se oponen vehementemente a Clinton, a la que consideran, correctamente, la candidata de la grandes empresas. Algo similar sucedió en el estado de Michigan, el epicentro de la industria automovilística en EEUU. Por primera vez en su historia el UAW, sindicato de trabajadores del automóvil, no apoyó a ningún candidato. El discurso de Bernie Sanders contra las empresas y las condiciones que imponen a los trabajadores ha calado profundamente entre la clase obrera y ha sacado a la luz el enfado existente con unas direcciones sindicales burocratizadas que en muchos casos tienen más en común con las empresas que con los trabajadores a los que pretenden defender.
Crisis del Partido Demócrata
Las primarias están profundizando la crisis política que desde hace años vive el Partido Demócrata. Para miles de seguidores del partido han sido reveladores los obstáculos y las maniobras del aparato del partido para impedir la victoria de Sanders. Un ejemplo son los 26 millones de dólares de fondos entregados para la campaña de Clinton, mientras que a Sanders le daban ¡mil dólares! Cuanto más popular es Bernie Sanders, más impopular es el partido. Miles de personas han expresado su decisión de abandonar el partido si gana Clinton (la prensa habla de decenas de miles) y según las encuestas un 33% de los seguidores de Sanders no votarán a Clinton si finalmente es elegida candidata, hace tres meses eran sólo un 14%.
Tras la derrota en las primarias de Arizona, Sanders aseguró que iba a llegar hasta el final en las primarias, quiere que se escuche la voz de los trabajadores en la convención demócrata del próximo 18 de julio. “Esta campaña no es para que Bernie Sanders sea elegido presidente, sino para crear en este país un movimiento político popular… Podéis tener el mejor presidente de la historia del mundo… pero esa persona no estará en condiciones de gestionar con éxito las grandes crisis a las que nos enfrentamos si no hay un movimiento político de masas que le apoye” (www.usuncut.com). Los capitalistas norteamericanos temen por encima de todo las conclusiones políticas a las que están llegando decenas de miles de jóvenes y trabajadores en EEUU, gente corriente que está participando de forma activa en la campaña. Una de las más importantes es la necesidad de tener su propio partido independiente, un partido que represente los intereses de los trabajadores, lo cual provocaría un daño irreparable al sistema bipartidista en el que se ha basado la clase dominante norteamericana para ejercer su control durante casi 150 años.