La calidad del aire que respiramos en el Estado español sigue siendo una asignatura pendiente que revela las carencias estructurales de las políticas ambientales y de movilidad urbana.

La contaminación atmosférica ha transformado el aire limpio en un bien escaso. El aire que inhalamos contiene una mezcla de contaminantes que provienen del tráfico rodado, la industria, la ganadería intensiva y el tráfico aéreo y marítimo. Esta problemática, que se inscribe en el marco de una crisis ecológica global, está directamente relacionada con el deterioro de la salud pública y el aumento de enfermedades crónicas.

Aunque los niveles de contaminación han mejorado ligeramente en los últimos años, el informe de Ecologistas en Acción sobre la calidad del aire en 2023 desmonta cualquier atisbo de autocomplacencia: más de 32 millones de personas estuvieron expuestas a niveles de contaminación superiores a los nuevos niveles legales aprobados por el Parlamento Europeo.

“La principal fuente de contaminación en las grandes ciudades sigue siendo el tráfico rodado. Madrid y Barcelona encabezan el listado de las áreas metropolitanas más afectadas, debido a la gran densidad de población que concentran y la intensidad del tráfico, superando repetidamente los niveles legales de contaminantes como el dióxido de nitrógeno (NO2)”, comienza explicando Miguel Ángel Ceballos, coordinador del informe.  

“Las denominadas ciudades medias, como Valencia, Granada o Zaragoza, tampoco se quedan atrás, superando durante 2024 el nuevo valor límite establecido por la Unión Europea para el NO2 emitido”, como se refleja en una nota de prensa publicada por esta misma organización en enero de 2025.

“En ámbitos geográficos concretos, como el litoral, el transporte marítimo se ha convertido en el principal emisor de contaminantes a nivel nacional. A esto se suman los grandes aeropuertos, como los de Madrid, Barcelona, Palma, Alicante, Málaga y las Islas Canarias, que también representan una fuente significativa de emisiones debido al constante tráfico de aeronaves a lo largo del año. El problema no es solo urbano. Las zonas rurales también se ven afectadas por la transformación química de los contaminantes primarios”, continúa Ceballos.

Especialmente preocupante es la exposición de la población infantil a altos niveles de contaminación. Según denuncia el citado informe sobre la calidad del aire, las mediciones realizadas en las inmediaciones de centros escolares en una veintena de ciudades españolas muestran concentraciones de contaminantes significativamente más altas que las registradas en las estaciones de control oficiales. Este dato cuestiona directamente la ubicación de las estaciones de medición y evidencia una subestimación del problema real.

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El deterioro de la calidad del aire es una parte de la crisis ecosistémica a la que nos enfrentamos, resultado del impacto de las actividades humanas bajo un sistema productivo depredador como es el capitalismo. 

Las partículas respirables (PM10 y PM2,5) son una de las amenazas más persistentes, debido a su capacidad para infiltrarse en el organismo y contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas. “Las intrusiones de polvo sahariano, cada vez más frecuentes y extensas debido al cambio climático, han agravado aún más esta situación, incrementando la presencia de estas partículas en el aire de buena parte del territorio y no sólo en Canarias, donde era más habitual”, añade Miguel Ángel Ceballos.

El ozono troposférico, otro viejo conocido, sigue siendo un problema típico durante los meses de verano. “Pese a la reducción de las emisiones de precursores de este gas tóxico, las olas de calor más intensas y frecuentes provocan un aumento sostenido de sus niveles”, puntualiza.

Desde el punto de vista de la salud pública el impacto de la contaminación del aire es demoledor: la Organización Mundial de la Salud estima que cada año mueren en el mundo más de 7 millones de personas a causa de la exposición a la polución atmosférica, mientras que la Agencia Europea del Medio Ambiente cifra en unas 20.000 las muertes anuales prematuras en España por esta misma causa.

La contaminación atmosférica está estrechamente vinculada a una variedad de enfermedades que afectan tanto al sistema respiratorio como al cardiovascular. La exposición prolongada a contaminantes como las partículas en suspensión y el NO2 puede provocar y agravar patologías respiratorias, así como desencadenar accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardíacas.

Además, la investigación científica sigue revelando nuevas conexiones entre la contaminación del aire y enfermedades hasta ahora no tan relacionadas, como impactos en el desarrollo fetal, aparición de diabetes tipo II en adultos, obesidad, inflamación sistémica, Alzheimer y demencia.

La contaminación atmosférica también profundiza desigualdades sociales preexistentes. No todas las personas respiran el mismo aire. Las comunidades de menores ingresos suelen estar expuestas a niveles más altos de contaminación debido a su proximidad a infraestructuras industriales y de transporte. Esta exposición desigual contribuye a la perpetuación de ciclos de pobreza y problemas de salud en estas poblaciones.

El informe de Ecologistas en Acción es contundente al señalar las carencias políticas. La resistencia de las administraciones a aplicar medidas efectivas para limitar el tráfico urbano, a pesar de contar con herramientas legales para ello, es la principal causa de que se perpetúe esta situación. Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) aprobadas pero no implantadas, falta de alternativas de transporte público, y un desdén histórico hacia el ferrocarril son sólo algunos ejemplos de la pasividad institucional. En este contexto, las políticas públicas suelen ser insuficientes o llegan demasiado tarde. Los límites de la Unión Europea, aunque más estrictos que los anteriores, aún están muy lejos de las recomendaciones de la OMS.

Los mismos contaminantes que perjudican nuestra salud dañan también la salud de nuestros ecosistemas. “La contaminación del aire afecta a cultivos, bosques y masas de agua, comprometiendo la sostenibilidad futura”, concluye Ceballos.

El deterioro de la calidad del aire es sólo una parte de la crisis ecosistémica a la que nos enfrentamos, resultado del impacto de las actividades humanas bajo un sistema productivo depredador como es el capitalismo, que está llevando al colapso de los sistemas naturales que sostienen la vida.

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