Uno de los 8 de Marzo con más trascendencia fue el de 1917 en Petrogrado, cuando la celebración del Día Internacional de las Obreras se convirtió en la chispa que hizo estallar la Revolución de Febrero y el derrocamiento de la odiada autocracia zarista.
Aunque en tiempos recientes las instituciones burguesas han querido negarle el carácter de lucha a esta jornada, los marxistas debemos reivindicarla como jornada de combate por la emancipación de la mujer como parte de la emancipación de la clase trabajadora en su conjunto.
Marxismo y feminismo
Alexandra Kollontai fue una de las principales figuras revolucionarias que lucharon por la emancipación de la mujer trabajadora. Formó parte del primer gobierno bolchevique, con Lenin y Trotsky y escribió numerosos trabajos sobre la mujer, entre los que destaca: El día de la mujer (1913) o El comunismo y la familia (1921).
En ellos desgranó los principales problemas que tenía que afrontar la mujer de la clase obrera, derivados de su opresión de clase, frente al feminismo burgués y pequeño burgués que todavía hoy en día proclama que "se trata de una opresión de género" y por tanto nuestro enemigo es el hombre.
"¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas? Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer" (Kollontai, El día de la mujer)
A menudo las instituciones oficiales nos muestran en sus carteles del 8 de Marzo a una mujer "desconsolada porque aún no puede ser empresaria como su marido".
Engels en su magnífica obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, explica cómo durante el comunismo primitivo, la comunidad se iba desarrollando por línea materna y cómo derivado de esto la mujer tenía un status en el seno de la sociedad. Fue el desarrollo material de la sociedad, la aparición de la ganadería y la agricultura inicialmente y, posteriormente, la división del trabajo, la que generó un excedente y una lucha por la apropiación del mismo y la división de la sociedad en clases, en la que una clase privilegiada controla el trabajo de otra clase social y en la cual la mujer paulatinamente queda relegada al trabajo doméstico y la reproducción para asegurar la fuerza de trabajo y el cuidado de la prole, de ahí el nombre "proletariado".
Pero el sistema capitalista considera a las mujeres sólo una fuente conveniente de mano de obra barata y parte del "ejército de reserva de trabajadores", las incorpora al mundo laboral cuando hay escasez de mano de obra en determinados sectores de la producción, y cuando estas necesidades desaparecen, las expulsa de nuevo del mundo laboral. Presenciamos este proceso durante las dos guerras mundiales, entonces las mujeres entraron en las fábricas para sustituir a los hombres enviados al frente y después cuando terminó la guerra se las obligó a regresar al hogar. La mujer volvió a incorporarse al trabajo en el periodo de auge capitalista de la posguerra, durante los años 50 y 60, su papel fue similar al de los trabajadores inmigrantes -una reserva de mano de obra barata-. En el periodo más reciente, el número de trabajadoras ha aumentado para ocupar los huecos existentes en el proceso productivo. A pesar de todo lo que se dice sobre el "mundo de la mujer" y el "poder femenino", a pesar de todas las leyes que supuestamente garantizan la igualdad, las mujeres trabajadoras aún somos uno de los sectores más explotados y oprimidos del proletariado.
Precariedad laboral y ‘doble jornada'
Según las estadísticas, en el Estado español el paro entre las mujeres supera casi en el doble al de los hombres (un 11,6% frente a un 6,64%) y, a día de hoy, cobramos casi un 30% menos que los hombres por igual trabajo. La mayor parte del trabajo femenino es temporal y precario, y todo esto sin contar con los datos de todas aquellas trabajadoras inmigrantes sin papeles.
Si observamos la jornada laboral, un 99,8% de los hombres tiene jornada laboral completa, en cambio sólo un 89% de las mujeres tiene contrato de jornada completa. Además, en la medida en que el capitalismo no ofrece la asistencia social para cubrir las necesidades de las familias obreras la mujer con frecuencia tiene que acogerse a la reducción de jornada y cobrar salarios miserables para poder cuidar de los hijos, o de los familiares mayores enfermos.
No es extraño escuchar debates en torno al día de la mujer trabajadora reivindicando "un jornal" por el trabajo doméstico. Pero esto, además de utópico bajo el capitalismo, no lleva sino a la confinación de nuevo de la mujer obrera en sus cuatro paredes bajo la influencia reaccionaria de la programación basura como un instrumento más de dominación.
Veamos como el bolchevismo abordaba de forma revolucionaria estos aspectos y cuán diferente tratamiento del feminismo pequeñoburgués: "Las mujeres de los ricos, hace ya mucho tiempo que viven libres de estas desagradables y fatigosas tareas. ¿Por qué tiene la mujer trabajadora que continuar con esta pesada carga?
"En la Rusia Soviética, la vida de la mujer trabajadora debe estar rodeada de las mismas comodidades, la misma limpieza, la misma higiene, la misma belleza, que hasta ahora constituía el ambiente de las mujeres pertenecientes a las clases adineradas. En una Sociedad Comunista la mujer trabajadora no tendrá que pasar sus escasas horas de descanso en la cocina, porque en la Sociedad Comunista existirán restaurantes públicos y cocinas centrales en los que podrá ir a comer todo el mundo... Lo mismo se puede decir del lavado de la ropa y demás trabajos caseros. La mujer trabajadora no tendrá que ahogarse en un océano de porquería ni estropearse la vista remendando y cosiendo la ropa por las noches. No tendrá más que llevarla cada semana a los lavaderos centrales para ir a buscarla después lavada y planchada. De este modo tendrá la mujer trabajadora una preocupación menos.
"La organización de talleres especiales para repasar y remendar la ropa ofrecerán a la mujer trabajadora la oportunidad de dedicarse por las noches a lecturas instructivas, a distracciones saludables, en vez de pasarlas como hasta ahora en tareas agotadoras.
"No tendrá de qué quejarse la mujer obrera, porque la Sociedad Comunista habrá terminado con el yugo doméstico de la mujer para hacer su vida más alegre, más rica, más libre y más completa" (Kollontai, La familia y el comunismo).
Sólo luchando por el socialismo la mujer trabajadora logrará la verdadera emancipación.
Lo mismo podríamos decir de cualquier otro aspecto, por ejemplo el de la educación de los hijos e hijas. No faltan voces que se alcen todos los días en los medios de comunicación y la Iglesia hablando de la despreocupación de los padres por la educación de sus hijos, de la pérdida de valores, todo ello mientras recortan paulatinamente el presupuesto educativo, para hacer de las guarderías y los comedores un negocio al que necesariamente tienen que hacer frente las familias trabajadoras.
Violencia doméstica: una lacra de este sistema
La violencia doméstica desgraciadamente sigue siendo portada de los telediarios y la prensa, y no faltan sectores de la Iglesia y la judicatura que lo justifiquen hablando de "la perversa actitud de algunas mujeres hacia sus cónyuges", pero aparte de lamentaciones el Estado burgués no hace nada por acabar con esta lacra que en sí mismo genera el capitalismo. El temor a dejar a sus maridos sin tener vivienda o independencia económica, o dejar a sus hijos en manos de ellos, o en ocasiones la pérdida de autoestima, sometidas a años de degradación, en muchas de estas mujeres impide acabar con estas situaciones de maltrato que muchas veces pagan con su vida.
El bolchevismo abordó estos problemas que hoy siguen estando candentes. "Los capitalistas se dan perfecta cuenta de que el viejo tipo de familia, en la que la esposa es una esclava y el hombre es responsable del sostén y bienestar de la familia, de que una familia de esta clase es la mejor arma para ahogar los esfuerzos del proletariado hacia su libertad, para debilitar el espíritu revolucionario del hombre y de la mujer proletarios. La preocupación por lo que le pueda pasar a su familia, priva al obrero de toda su firmeza, le obliga a transigir con el capital. ¿Qué no harán los padres proletarios cuando sus hijos tienen hambre?".
"Sobre las ruinas de la vieja vida familiar, veremos pronto resurgir una nueva forma de familia que supondrá relaciones completamente diferentes entre el hombre y la mujer, basadas en una unión de afectos y camaradería, en una unión de dos personas iguales en la Sociedad Comunista, las dos libres, las dos independientes, las dos obreras. ¡No más "servidumbre" doméstica para la mujer! ¡No más desigualdad en el seno mismo de la familia! ¡No más temor por parte de la mujer de quedarse sin sostén y ayuda si el marido la abandona!
"Esta unión libre, fuerte en el sentimiento de camaradería en que está inspirada, en vez de la esclavitud conyugal del pasado, es lo que la sociedad comunista del mañana ofrecerá a hombres y mujeres" (Ibíd.).
· A igual trabajo, igual salario.
· Reducción de la jornada laboral a 35 horas.
· Red pública de 0 a 3 años.