Los titulares de la prensa el día 17 de noviembre, tras las elecciones en Catalunya, eran todos parecidos: CiU gana, ERC decide. CiU ha conseguido seguir siendo la fuerza que obtiene más actas de diputado (46 frente a 42 el PSC), si bien una vez más Los titulares de la prensa el día 17 de noviembre, tras las elecciones en Catalunya, eran todos parecidos: CiU gana, ERC decide. CiU ha conseguido seguir siendo la fuerza que obtiene más actas de diputado (46 frente a 42 el PSC), si bien una vez más el PSC vuelve a ser el partido más votado. Esto se debe al reparto de escaños por circunscripción que favorece a la derecha.

La derecha retrocede

CiU ha perdido respecto a las elecciones autonómicas anteriores alrededor de 160.000 votos, esta caída es la continuación de una clara tendencia a la baja. En 1992 consiguieron 70 diputados, en 1995 bajaron a 60, en 1999 a 56 y ahora consiguen 46, quedando con un 30% de los votos, un importante desgaste que les impide por primera vez en más de 20 años poder formar gobierno tranquilamente, ni siquiera esta vez les valdría con el apoyo del PP, como sucedió en la anterior legislatura, ya que el PP, ha pasado a ser la cuarta fuerza política en Catalunya. CiU ha pagado de esta manera su continua política de alianzas con el PP, al tiempo que la política de recortes sociales practicada durante todo este periodo y escondida tras su defensa de la senyera, en muchas ocasiones con el consentimiento de la izquierda.

Por otra parte el PP aumenta de 12 a 15 escaños. Este resultado, que los dirigentes del PP pretenden presentar como un avance, en realidad esconde un importante retroceso ya que su peso en la vida política catalana se ha reducido considerablemente, al pasar a ser la cuarta fuerza política en Catalunya. Pagan de esta manera su discurso visceral de la “España una, grande y libre” en el que están embarcados estos años y que continúan intensificando. Ni siquiera han llegado a los 17 escaños que obtuvieron en 1995.

El avance de ERC

Sin lugar a dudas el gran beneficiado en estas elecciones ha sido ERC, que dobla el numero de votos, pasando de 270.000 (8,65%) a 540.000 (16,42%) y de 12 a 23 escaños.

La razón fundamental para ello ha sido la cuestión nacional, debido a que estas elecciones en Catalunya han estado más centradas en el tema nacional de lo que habitualmente sucedía, gracias a las barbaridades del PP y los ataques constantes a los derechos democráticos nacionales, sobretodo en Euskadi

Los ataques del PP y de toda la camarilla rancia y fascistoide instalada en los medios de comunicación hacia los independentistas sólo han conseguido darle más cancha a estos. Los dirigentes de ERC han plantado cara a algunos de los ataques del PP (Plan Hidrológico, Ley de Partidos, ilegalización de Batasuna...) y por eso aparecen como más radicales ante los jóvenes y algunos sectores de la población. Sin embargo, una de las principales preocupaciones de Carod-Rovira en esta campaña ha sido la de mostrarse moderado y comedido ante los empresarios, por ejemplo. Y tampoco se ha pronunciado por un gobierno de izquierdas, sino por un gobierno de concentración nacional (CiU, ERC, PSC e ICV-EUiA; todos excepto el PP) que sabe muy bien que no es posible. Mientras plantea eso de cara a la galería, puede negociar tranquilamente cualquiera de las dos opciones realmente posibles. Un gobierno con la derecha nacionalista de CiU o uno con las fuerzas de izquierdas, PSC e ICV-EUiA.

En este contexto para un buen sector que se siente nacionalista existe una preocupación lógica por la posibilidad de retroceder en las conquistas democráticas nacionales al verse agredidos por el nacionalismo español más reaccionario representado por el PP, con lo que su voto hacia ERC expresa el rotundo rechazo a las posturas “españolistas” del PP, de una forma más contundente y radical de lo que pueda representar en ese terreno el voto a CiU.

Al mismo tiempo un sector de jóvenes han visto a ERC como una formación con un discurso más radical, anti monárquico y por lo tanto opuesto al PP, así como también critico con los grandes partidos CiU y PSC.

Esto ha permitido que a pesar de que ERC es un partido tradicionalmente alineado con un sector de la burguesía catalana, de carácter pequeño burgués, haya cosechado en este contexto también votos de jóvenes y votantes de la izquierda.

El PSC no consigue cumplir sus expectativas electorales

El PSC, aunque ha seguido siendo el partido más votado en Catalunya no ha conseguido mantener su apoyo electoral de hace cuatro años, perdiendo 160.000 votos, si bien en 1999 concurría en coalición con IC-V, salvo en Barcelona.

En estas elecciones hemos observado la misma tendencia abstencionista en las zonas obreras que ya vimos en anteriores consultas electorales. El nivel de participación varía sustancialmente entre las zonas con voto tradicional de izquierdas y de derechas:

En Nou Barris, donde PSC más IC consiguen el 53,4% de los votos, la participación queda en el 60%, mientras que en Les Corts, donde CiU y PP consiguen el 54,3% de los votos, la participación llega al 72,8 %.

En Santa Coloma de Gramanet, PSC e IU obtienen el 59,6%, y la participación queda en el 53,9%, mientras en Sant Cugat del Vallés, donde CiU más PP obtienen un 46,3%, la participación sube hasta el 70,8%.

En lo que respecta a ICV-EUiA, ha pasado de 123.000 votos, cuando concurrieron por separado en el 99, a 240.000, lo que expresa claramente el deseo de un giro a la izquierda por parte de un sector importante de la sociedad.

Esto vuelve a demostrar, una vez más, la demanda de un giro a la izquierda por parte de millones de jóvenes y trabajadores a los dirigentes del PSOE.

La campaña del PSC, por un lado ha ayudado a que se centrara en la cuestión nacional. Maragall con un mensaje confuso en este terreno sobre la unidad de la “España plural”, lo que para muchos era una defensa muy aguada de los derechos democráticos frente a los ataques del PP, no ha convencido con su discurso y sí ha ayudado a transmitir la idea que si de lo que se trata es de defender la identidad catalana, pues mejor votar a quien lo defiende con más claridad, más aún si añadimos las declaraciones reaccionarias de su compañero de partido Rodríguez Ibarra y la postura de la dirección del PSOE apoyando al PP en casi todos los temas relacionados con Euskadi.

Al mismo tiempo las propuestas de Maragall sobre temas como la vivienda o las ayudas a los jóvenes, quedaron en un segundo plano y no sonaban muy convincentes para una parte importante de los trabajadores y la juventud, ya que a lo largo de la legislatura los dirigentes socialistas se han dedicado a todo menos a llevar a la calle, ni tan siquiera al Parlament, los temas que traen de cabeza a los trabajadores: la imposibilidad de acceder a una vivienda digna por culpa de la mafia de especuladores y promotores que se están haciendo de oro; la precariedad laboral agobiante, con las continuas humillaciones que hay que tragar para seguir en el puesto; los accidentes laborales, la falta de servicios adecuados para atender a las personas mayores, la falta de transporte público en condiciones, escuelas en barracones, listas de espera para el médico... Los jóvenes y trabajadores estamos hartos de la derecha de Pujol. Pero viendo (y oyendo) a Maragall y a otros dirigentes, cualquiera diría que viven en otro mundo. En lugar de denunciar al President como máximo responsable de esta situación durante los últimos 23 años de gobierno, van y se declaran sus herederos. Si Pujol se ha servido de la senyera para ocultar su política de derechas, ha sido porque se lo han permitido los dirigentes de la izquierda. Si unido a una oposición beligerante en el Parlament, la dirección del PSC hubiera organizado campañas de movilización, basándose en el descontento general que existe entre la juventud y la clase trabajadora, habrían logrado cambiar radicalmente el escenario político y una participación mucho más elevada en las elecciones.

Un gobierno de izquierdas, pero con un programa

de izquierdas

Es importante señalar que la suma de votos de PSC, ICV-EUiA y ERC (que es visto por una gran parte de sus votantes como una fuerza de izquierdas) ha crecido. Ha pasado de 1.577.000 votos (el 50% en 1999) a 1.808.000 votos ahora (el 55%), mientras que los de la derecha (CiU y PP) han bajado. En 1999 alcanzaron 1.476.000 votos, el 47%, y ahora han logrado 1.409.000, el 43%. Por tanto, primera conclusión: no ha habido retroceso del voto de izquierdas en su conjunto, sino un avance.

Ahora los dirigentes de ERC, se están debatiendo entre el apoyo a la derecha nacionalista CiU, o a la izquierda PSC-IC.

Por un lado, ellos saben que han recogido un voto critico con CiU, por lo que permitir un gobierno con esta formación defraudaría a una gran parte de su actual electorado y sería un suicidio; pero por otro lado un gobierno con la izquierda les podría comprometer demasiado en los aspectos sociales, algo que choca con su propia esencia, ya que ellos no aspiran a ningún cambio social, sino a mantener una Catalunya burguesa.

Desalojar a la derecha del gobierno de la Generalitat, después de 23 años de padecerla, es indudable que sería un importante paso adelante, pero pronto se revelaría como algo totalmente insuficiente para cambiar realmente las condiciones de vida y de trabajo de los jóvenes y los trabajadores si no va acompañado de un auténtico programa socialista.

Los marxistas defendemos un gobierno de izquierdas con un auténtico programa socialista, para llevar a cabo ambiciosos planes sociales que resuelvan el tema de la vivienda, la educación, la sanidad...

En este sentido, un gobierno de izquierdas pondría a prueba los programas y las direcciones de los diferentes partidos (PSC, ERC, ICV-EUiA). Los jóvenes y trabajadores queremos un cambio real en nuestras condiciones laborales, en nuestros barrios y hogares. Y para eso no nos sirven de nada las buenas intenciones si no van acompañadas de medidas concretas. Medidas sociales que chocan una y otra vez con los intereses de los empresarios, los banqueros, las multinacionales, los especuladores... Los mismos que hoy se reúnen, presionan y traman maniobras para hacer un gobierno a su medida (la Caixa, Gas Natural, las patronales...), mañana querrán imponer sus intereses de clase a un gobierno de izquierdas por encima del interés de los trabajadores. En esa nueva etapa, los marxistas estamos convencidos que la clase trabajadora y la juventud lucharán por hacer realidad esos cambios y que la misma lucha hará avanzar enormemente su nivel de conciencia.

El inevitable choque entre clases pondrá en entredicho la posibilidad de llevar a cabo un programa ambicioso de reformas sin romper con el capitalismo. Llevar a cabo un auténtico programa socialista, que contemple la nacionalización de la banca, la tierra y los monopolios, sin indemnización y bajo control obrero, será visto como una necesidad por parte de los trabajadores.

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