La acción sindical del sector oficialista de CCOO en los cuatro años transcurridos desde el anterior congreso puede ser calificada de continuista, es decir, de desmovilización y pacto con el PP. No estuvo a la altura de unas circunstancias de movilizXaquín García Sinde

Miembro de la Comisión Ejecutiva

de CCOO de Galicia

La acción sindical del sector oficialista de CCOO en los cuatro años transcurridos desde el anterior congreso puede ser calificada de continuista, es decir, de desmovilización y pacto con el PP. No estuvo a la altura de unas circunstancias de movilización de los trabajadores, como demuestran la respuesta en la huelga general del 20-J o ante la guerra de Iraq. Los hechos demuestran que el 20-J fue un paréntesis que los oficialistas de CCOO tuvieron que afrontar porque dejar el decretazo sin respuesta los hubiese puesto en evidencia. Todo esto será analizado en el VIII Congreso Confederal de CCOO, en abril de 2004.

El año 2001 estuvo marcado por el decreto de marzo de reforma laboral que Fidalgo se negó a combatir. Un mes después le lavó la cara al Gobierno firmando un acuerdo de pensiones que conllevó la ruptura de la unidad con UGT. Para redondear, los oficialistas se opusieron activamente a la huelga general en Galicia del 15 de junio, lo que no impidió que las bases de CCOO sí fuesen a la huelga. Todo esto influyó decisivamente en la ruptura entre Fidalgo y Rodolfo Benito en marzo de 2002.

También el PP sacó conclusiones. Dado que no hubo respuesta a un decreto, que poco después Fidalgo acudió a comer en la mano del Gobierno y que se rompió la unidad sindical, la conclusión del PP fue que podía hacer lo que quisiera. Así, esas posturas del aparato de CCOO despejaron el camino al decretazo de mayo de 2002.

Pero el PP cometió un grave error de cálculo: juzgó a la clase obrera por los dirigentes sindicales que frecuentan los despachos ministeriales. El 20-J lo sacó de su error y lo obligó a retirar buena parte del decretazo, aunque dejó vigentes algunos aspectos.

Fidalgo y los oficialistas, ansiosos de cerrar este capítulo de movilización al que el Gobierno los había empujado, retornaron rápidamente a las negociaciones que tanto les gustan. En vez de continuar la lucha y redoblar la presión sobre el Gobierno para que retirase íntegramente el decretazo, renovaron el pacto de moderación salarial para la negociación colectiva de 2003.

Mención aparte merece la vergonzosa actitud de Fidalgo ante la huelga contra la guerra del pasado 10 de abril. ¡El único apoyo que el Gobierno encontró en la sociedad fue el del secretario general de CCOO! Fueron muchos los afiliados a CCOO que pensaron que si Fidalgo no era un agente del PP, desde luego lo parecía. La actitud con Síntel es otro ejemplo penoso de lo lejos que ha llegado. Actuaciones como ésas cimientan el descrédito de la izquierda porque los trabajadores ven a los dirigentes de sus organizaciones haciendo todo lo contrario de lo que deberían.

Dadas las circunstancias, los sucesos del Primero de Mayo en Madrid o los de Puertollano no deben sorprender a nadie. Es inevitable que el proceso de separación entre bases y burócratas sindicales llegue a puntos de ruptura. Se puede ser un burócrata, pero no se puede pretender que eso no pase factura. Los marxistas no fomentamos el apedreamiento de ningún dirigente sindical por muy degenerado que esté. No son nuestros métodos y, además, en ocasiones incluso puede venirle bien para hacerse la víctima y desprestigiar a los trabajadores en lucha, como vimos tras el Primero de Mayo. Pensamos que la factura se la hay que cobrar de otra forma más útil para el movimiento obrero: organizándonos para luchar por otro modelo sindical.

La situación del sector crítico

Con este objetivo nació, en 1995, el sector crítico de CCOO. La respuesta del aparato fue la represión más despiadada. En el VII Congreso (2000), se limitó a la exclusión. Ahora, de cara al VIII Congreso, parece que hay cambios, como se deduce del Consejo Confederal del 20 de octubre, que eligió la comisión que elaborará las ponencias congresuales. Los oficialistas aceptaron la propuesta de los críticos, pero sin embargo excluyeron totalmente al sector de Benito. Esto llevó a una división del voto crítico en el Consejo: unos aprobaron la comisión y otros se abstuvieron. ¿Qué interpretación cabe?

Fidalgo no quiere enfrentarse a una oposición que representa no menos del 40% de CCOO. Así que va a intentar dividirla. Su estrategia parece clara: atraer al sector crítico para concentrarse en masacrar a Rodolfo Benito. El detalle estriba en que en las filas críticas hay algunos deseosos de escuchar cantos de sirena. No sólo apoyaron la propuesta de comisión de ponencias, a pesar de ser excluyente, sino que no creen necesario que el sector crítico presente enmiendas. Si esto se debe a que las ponencias de los fidalguistas les van a valer, malo; y si es una renuncia a defender posiciones diferentes a las del aparato, peor.

El problema es que una parte del sector crítico no concibe la acción sindical sin ostentar responsabilidades en el sindicato. Por tanto, ocupar cargos se convierte en el objetivo primordial. La forma de conseguirlos es secundaria.

Estas cuestiones de fondo dentro de los críticos se vienen percibiendo desde hace un tiempo. Si una oposición sindical de izquierdas se centra en la lucha por tener cacho en el aparato, nunca podrá avanzar sólidamente. Lamentablemente, en el marco del VII Congreso algunos críticos apostaron por este camino (que entonces recibió el nombre de “la normalización”). El resultado práctico fue la parálisis del sector crítico durante los últimos cuatro años. Buena prueba de ello es la desaparición, desde finales de 1999, del boletín CrítiCC.OO.s. o que no se volvieran a repetir campañas como la de 1997 contra la firma de la reforma laboral. Incluso no se respondió ante situaciones como la de Síntel, que exigía una gran campaña de solidaridad con hojas, actos públicos, colectas, etc.

La defensa de los intereses de los trabajadores exige que CCOO aplique otro modelo sindical. El camino para conseguirlo no pasa por los arreglos en el aparato, los acuerdos entre sectores, etc., sino por ir a los trabajadores, dirigirse a ellos directamente, impulsar las luchas desde una perspectiva de clase, unificar los conflictos, fomentar la solidaridad, basarse en las asambleas, introducir una perspectiva política en la acción sindical... En definitiva, practicar otro sindicalismo. El futuro del sector crítico de CCOO depende de cómo responda a este reto.

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