La precariedad en las condiciones de vida de millones de personas es consustancial al capitalismo. Así mismo lo son los movimientos migratorios. Pero dentro de estos fenómenos se viven penosos dramas personales, como es el caso del joven marroquí M.R

La precariedad en las condiciones de vida de millones de personas es consustancial al capitalismo. Así mismo lo son los movimientos migratorios. Pero dentro de estos fenómenos se viven penosos dramas personales, como es el caso del joven marroquí M.R. de 20 años.

Hace un año y medio llegó a España en patera junto con otros 29 inmigrantes después de pagar 1.100 euros.

Vive en El Ejido (Almería), en un cortijo (edificación agrícola para guardar aperos de labranza en el argot local) junto con otras ocho personas. El cortijo consta de una habitación. Recientemente les han instalado la luz pero carecen de agua potable. Para ducharse tienen que coger agua de una fuente y calentarla en una hoguera. Cada uno paga 30 euros al mes por la cama.

Otros marroquíes viven en chabolas peores, bajo un plástico y entre chatarra.

Sólo ha conseguido trabajar uno de cada tres meses. Todos los días decenas de inmigrantes de diversas nacionalidades aguardan en una plaza de la localidad, con la esperanza de que algún agricultor les dé trabajo. Algunos no encuentran trabajo incluso en cuatro meses.

Según el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) hay al menos 15 inmigrantes marroquíes que pueden atestiguar que han sido agredidos en los últimos meses en los alrededores de El Ejido. Pero les consta que son más los que por miedo no lo denuncian.

M.R. sí denunció que una tarde de diciembre, a las siete, ya de noche, cuando se dirigía de El Ejido a su cortijo le golpearon con una barra de hierro en la parte posterior de la cabeza cayendo al suelo y produciéndole una herida con siete puntos de sutura.

El golpe le vino de un coche que se le aproximó por detrás. Después de esto el copiloto se bajó y le pegó una patada en la boca. M.R. sólo alcanzó a ver que su agresor calzaba zapatillas blancas.

Otras agresiones han sido más graves, causando fracturas, ceguera en un ojo, etc. Así nos describe M.R. la situación que viven él y sus compañeros, cuando explica las agresiones racistas y añade que no tiene papeles, derechos ni trabajo. Nos habla de la inseguridad que siente al transitar por la calle, el control policial al que se ven sometidos los indocumentados, que puede provocar la expulsión del país...

Este es el estado de miseria permanente al que el capitalismo tiene abocada a la clase obrera y dentro de ésta a los sectores mas desfavorecidos como son los inmigrantes. La precariedad de una parte del proletariado es la plataforma desde la que la burguesía va a lanzar sus ataques contra el resto de los trabajadores.

La mejora en las condiciones de vida de los trabajadores inmigrantes no es sólo una exigencia solidaria sino, principalmente, una actitud revolucionaria, única forma de conseguir la liberación de la clase obrera.

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