Las impresionantes movilizaciones a las que hemos asistido estos días en contra de la guerra y por la dimisión del Gobierno PP han sacudido tremendamente todo el escenario político en Catalunya y el Estado español. Barcelona ha estado en boca de Bush Las impresionantes movilizaciones a las que hemos asistido estos días en contra de la guerra y por la dimisión del Gobierno PP han sacudido tremendamente todo el escenario político en Catalunya y el Estado español. Barcelona ha estado en boca de Bush padre, para decir aquello de que el imperio no puede estar a expensas de las manifestaciones que hay “en otros lugares del mundo, como en Barcelona”. Así hizo, sin quererlo, un reconocimiento al papel de punto de referencia que ha jugado esta ciudad, junto a otras muchas otras, como Madrid, Londres o Roma. Esta movilización, tan masiva y crítica, tiene que despertar por fuerza recelos en el cuartel general de CiU: no sólo se ha expresado la rabia ante la negativa del gobierno PP de dar marcha atrás en el tema del apoyo a la guerra, sino que también se ha expresado el descontento y el hartazgo a la política llevada a cabo por la derecha, tanto desde Madrid como desde la Generalitat, en la que el PP y CiU han sido socios y se han apoyado recíprocamente.

Desgaste

En este marco se da la dimisión de David Madí, secretario de Comunicación del Gobierno de la Generalitat, el brazo derecho del conseller en cap, Artur Mas, por el escándalo de las encuestas falseadas que beneficiaban al candidato de CiU. La verdad es que están un poco apuradillos, porque los sondeos reales (no los inventados) no les son nada favorables y de algún modo tienen que sostener la moral de la tropa. La última encuesta, aparecida el pasado 6 de abril (Vox Pública, para El Periódico de Catalunya), daba una ventaja de 8’9 puntos al PSC (en enero era de 7’9). El PSC obtendría el 41% de los votos, frente al 32’1% de CiU. ERC conseguiría el 13’4%; el PP se situaría en el 7% (frente al 8’3% que obtuvo en enero) y ICV-EUiA el 4’4%. Una parte de los votos que pierde CiU van a ERC (el 11’1%) y otra al PSC (el 8’4%).

Este pronunciado desgaste se ve reflejado también en la pérdida del control de importantes zonas e instituciones. El más importante, sin duda, es el frente de les Terres de l’Ebre. Pujol ha tenido que reforzar sus visitas a la zona, preocupado por el efecto que va a tener el apoyo de CiU al Plan Hidrológico Nacional en las municipales. El hecho es que allá dónde va se encuentra siempre con manifestantes antitrasvase que le acusan de traidor y que obligan a toda la comitiva oficial a hacer maniobras rocambolescas para esquivarlos. Eso cuando no se plantan en Barcelona más de 60 autocares de Tortosa y otras localidades próximas, como ocurrió el pasado 6 de abril. Y esta ya es la tercera manifestación multitudinaria contra el PHN, con más de 200.000 personas participando.

También en otros ámbitos sociales se ve el cambio que se ha producido en la sociedad catalana. En las elecciones del Colegio de Periodistas salió elegida la candidata progresista en lugar del candidato promovido por el aparato convergente. En las últimas elecciones a Rector en la Universitat Pompeu Fabra, hasta ayer mismo feudo de los nacionalistas de derechas, también salió elegida la candidata socialista frente al apadrinado por Andreu Mas-Collell, consejero de Universidades y anterior rector de la UPF. Incluso han perdido el control de una institución como Òmnium Cultural, que el pujolismo ha utilizado siempre para sus intereses partidistas. Como broche a todo esto, podemos señalar también la deserción de Pere Esteve, nada más ni nada menos que el anterior secretario general de Convergència, que abandonó el partido hace más o menos un año y que se presenta ahora en las listas de ERC.

Aspavientos nerviosos

En fin, que no es de extrañar que cunda la alarma en el Estado mayor de CiU. Como han hecho siempre que lo han necesitado, vuelven a sacar la senyera para hacer olvidar cuanto antes esta triste legislatura, en la que han estado en brazos del PP continuamente. Ahora se trata de escenificar bien claro la ruptura y de desmarcarse del PP tanto como se pueda. Los dirigentes de CiU corrieron a sumarse a las manifestaciones en contra de la guerra, dejando que fuera el PP en solitario quien asumiera el coste de una posición que no todos en CiU rechazaban con la misma intensidad. Ahora sacan el nuevo proyecto de Estatut para volver a hablar de “soberanía” y de “identidad”, aunque han tenido 23 años para hacerlo. Ahora vuelven a desempolvar el lenguaje nacionalista, presentando a Maragall como una amenaza para la identidad de Catalunya, como han hecho siempre, pero ahora con más ahínco. Y sin embargo, por más aspavientos que hagan, ya es demasiado tarde para ellos porque el cambio ya se ha producido. Lo hemos visto estos días en las calles de Barcelona, Tarragona, Girona, Lleida, Sabadell, Terrassa, Igualada... Las elecciones municipales del próximo 25 de mayo van a ser así el anticipo de las autonómicas, previstas para otoño, donde se va a expresar en el terreno electoral el hastío de los jóvenes y trabajadores catalanes a la política de derechas llevada a cabo por el Gobierno de la Generalitat. Sólo falta que por parte de los principales partidos de izquierda, PSC e ICV-EUiA, se defienda un auténtico programa socialista. Desde luego que por cada punto más a la izquierda que introduzcan en sus programas para tratar de resolver el tema de la vivienda, la sanidad, la escuela o la precariedad laboral, aumentarían el apoyo social con que cuentan, para que ese programa se lleve a cabo. Y cada vez más, también, se va a ver cómo totalmente necesario un programa socialista acabado, que ponga los ingentes recursos económicos de la sociedad, que ahora están en manos de una ínfima y parásita minoría, en manos de la clase trabajadora y la juventud, que es quien, al fin y al cabo, con su trabajo crea toda la riqueza que hay.

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