“Los jóvenes, sobre todo los estudiantes, han demostrado un nivel de conciencia alto. Con su presencia en las manifestaciones del 20-J permitieron que se impusiera la realidad”El Militante.— Recientemente, en una asamblea de delegados de Madrid decías que la juventud y los trabajadores habían rescatado a los sindicatos del acoso del Gobierno participando masivamente el 20-J. ¿No crees que esta afirmación también implica un reconocimiento de que antes de la huelga general había una cierta infravaloración de la capacidad de respuesta de la clase obrera y que la falta de una movilización general contra el PP durante seis años es lo que ha permitido a la derecha aparentar una fortaleza que realmente no tenía?

Cándido Méndez.— Si recordáis en marzo de 2001, después de la reforma laboral que significó un paso atrás bastante serio, las dos centrales sindicales sacamos un comunicado conjunto muy duro y pensábamos que en ese momento debería haberse iniciado, justificadamente, un proceso de concentraciones y movilizaciones. Pero en aquel momento se produjo un distanciamiento entre UGT y CCOO. Nosotros no firmamos el acuerdo de pensiones y creo que los acontecimientos posteriores demuestran que teníamos razón.

El distanciamiento entre los dos sindicatos y la manera de interpretar la posición sindical, en nuestro caso la oposición sindical a las medidas del Gobierno, creo que sí provocó cierto retraso. Deberíamos haber afrontado antes este proceso de desarrollo de la política de mayoría absoluta, no fue así. Afortunadamente el 20 de junio sí pudimos cerrar ese pequeño paréntesis. Sí participamos en las movilizaciones contra el retroceso de la enseñanza pública, pero tengo que reconocer, y con satisfacción, que los jóvenes españoles, sobre todo los estudiantes, han demostrado —contradiciendo esa imagen de jóvenes resignados, alejados o distantes, el joven del botellón, etc.— un nivel de conciencia alto y como dije en la asamblea, los sindicatos tenemos una deuda con ellos. Con su presencia en las manifestaciones del 20-J permitieron que se impusiera la realidad. Esto ha permitido demostrar que a pesar de la aparente apariencia de fuerza que tenía el PP, con su mayoría absoluta, en el fondo existe cierta debilidad que hemos podido comprobar durante estas fechas.

EM.— En la asamblea de delegados planteaste que podría haber otros dirigentes de derecha con un carácter distinto al de Aznar, como si la derecha pudiera tener una cara más democrática. ¿No crees que en lugar de que Aznar represente una imagen equivocada de la derecha, en realidad es que la derecha de este país es así?

CM.— No lo creo. Lo que sí ocurre es que en este momento la derecha y el PP tienen que hacer un autodiagnóstico. Es necesario que el PP, que es el soporte del Gobierno, clarifique urgentemente si comparte o no los elementos de involucionismo democrático y constitucional que supondría este nuevo Código Militar. Con sus últimas decisiones se puede ver, en primer lugar, que su alejamiento del centro es infinito, suponiendo que el centro sea un lugar político concreto. En segundo lugar, la sensación que tiene una parte importante de la opinión pública española e incluso un sector de votantes del PP, es que aquellos que representaban a la antigua España del tricornio cerrado y sacristía realmente tienen mucho más peso de lo que se pensaba dentro del PP, de forma que se puede llegar a pensar que el PP es un cauce de expresión democrático para los sectores que están en la extrema derecha.

También hay que resaltar el intento de culpar de la tensión social a los cientos de miles de personas que se han manifestado. Está clara la manipulación de esta situación porque el elemento común de todas las manifestaciones es que han sido multitudinarias y pacíficas. Todos estos temas son los que debe clarificar el PP, no tanto el Gobierno como el PP que es el depositario de un proyecto estratégico de la derecha española.

EM.— En relación a la cuestión de la guerra, estos meses han sido impresionantes por la participación en las manifestaciones y porque un sector muy amplio de jóvenes y trabajadores se han dado cuenta de cómo funciona realmente este sistema. Cuando estamos ante un conflicto de esta naturaleza, imperialista, que sólo pretende la conquista de nuevos mercados, etc., y se contrapone a esta situación la “legalidad internacional” por parte de la dirección de los sindicatos y los partidos de izquierda, la misma que ha permitido durante años el embargo a Iraq, que ha mirado hacia otro lado cuando el ejército israelí ha estado machacando al pueblo palestino... ¿no crees que esa postura supone ir por detrás del pensamiento de mucha gente que se ha movilizado?

CM.— Creo que no debemos demonizar las instituciones de la legalidad internacional. Están llenas de defectos, pero hay que tener una referencia en este mundo tan complejo. El problema ha sido que se han roto las reglas de juego internacionales y se ha cambiado la naturaleza jurídica de la declaración de guerra, de tal forma que se incorpora un nuevo elemento, la guerra preventiva, que genera una situación de incertidumbre mayor que en la que vivíamos antes. Yo sí creo que se deben reforzar los mecanismos multilaterales y sólo hay uno: las Naciones Unidas.

EM.— El otro día el ex presidente del Consejo Económico y Social hizo unas declaraciones relacionadas con la reforma del Estatuto de los Trabajadores porque según él está obsoleto. Dice que la realidad económica ha cambiado, pero lo cierto que siempre que hablan de discutir nuevas normas y leyes lo que quieren decir es flexibilizar el mercado laboral, abaratar y facilitar el despido, etc., todo en la misma dirección. ¿Qué opinas de esto?

CM.— Creo que estamos en un momento crucial. Existe una coalición de euroescépticos y/o ultraliberales que pretenden utilizar la ampliación para bloquear una mayor definición política de Europa, piensan que el euro ha llegado a su final y quieren aprovechar la ampliación para debilitar los derechos sociales en sus respectivos países. Es un reto que debemos superar los trabajadores europeos.

En primer lugar, utilizan como argumento la situación de los países de la ampliación, pero lo hacen con términos asépticos. Las empresas y los trabajadores españoles no pueden competir con países donde los salarios son un tercio de lo que cobran los trabajadores españoles, como es el caso de Eslovaquia, con países que sólo tienen un 25% de protección en materia de negociación colectiva, con derechos individuales y colectivos más débiles. Además, resulta paradójico que estos países tengan un nivel económico inferior pero que los trabajadores estén mejor formados que los españoles. Lo que debemos es conseguir un modelo colectivo que consiga subir los niveles de vida y aumentar los derechos laborales, ese es el reto que tenemos.

El pleno empleo es un objetivo constitucional en España, consagrado por la cumbre de Lisboa. Cuando se discute su incorporación como un objetivo de la cumbre, Giscard d´Estain dice que esto es pura ideología. Es decir, destierran como ideología lo que no les interesa y sin embargo cuestiones que son puramente ideológicas de la derecha se incorporan como si fuera algo científico.

Al mismo tiempo dicen que por respeto a esta diversidad hay que incorporar factores de competitividad en los países de la UE, esto nos hace encender la luz de alarma con relación a la protección social en este país y con este Gobierno. ¿Por qué? Porque si se introduce un factor de competitividad, siempre es para degradar la protección social. Por esa razón es importante reforzar el sindicalismo europeo: el derecho a negociación colectiva en el ámbito europeo, el derecho a huelga a nivel europeo, etc.

EM.— En el caso de Gran Bretaña los sindicatos están jugando un papel importante y puedenser la salvación para la izquierda después de lo que está haciendo Blair.

CM.— Los sindicatos británicos están muy disconformes. Lo de Gran Bretaña tiene una explicación, que no es una justificación. y la política tan antisocial aplicada por Margaret Thatcher. Cuando llegó Blair al poder parecía que tenía algo de bula porque la gente todavía estaba conmocionada con la etapa anterior, con la política tan antisocial aplicada por Margaret Thacher, pero ahora se acabó. Además en Gran Bretaña sí se puede comprobar de primera mano lo qué significa la privatización de servicios como el transporte ferroviario, la sanidad... es una prueba ilustrativa para el resto de los trabajadores y por eso están reaccionando.

EM.— Si en las elecciones generales ganara la izquierda y tuviéramos un gobierno socialista o un gobierno de coalición PSOE-IU ¿qué te parecería que en ese contexto se reivindicara como una de las primeras medidas la retirada de todas las leyes laborales, sanitarias, educativas, etc., implantadas por el PP?

CM.— No quiero adelantar acontecimientos porque el clima político puede cambiar en meses. Pero con toda probabilidad la UGT, cuando haga el balance del Gobierno PP, extraerá como conclusión la necesidad de retirar todas esas leyes. Nosotros seremos consecuentes con lo que hemos defendido y esperamos que también sean consecuentes los partidos de izquierdas con sus programas. Además todas estas grandes movilizaciones han contado con el apoyo de las otras organizaciones de izquierdas y por esa razón esperamos que también ellas hagan esa lectura con relación a la defensa de la enseñanza pública, progresista, etc.

Lo que sí me preocupa es que los partidos de izquierda recuperaren el debate sobre las reducciones de impuestos. Hay que discutir para qué sirven y no sólo si los impuestos son altos, que no lo son en este país. Eso sí me parece importante porque pienso que la política fiscal es uno de los pilares de la capacidad redistributiva y de la provisión de servicios. Lo que está haciendo el gobierno con la reducción del IRPF es provocar la pérdida de capacidad recaudatoria del único impuesto que tiene cierta justicia distributiva, porque en al mismo tiempo suben los impuestos indirectos. Cuando caiga el consumo se reducirán los ingresos vía impuestos indirectos y con esto sólo se beneficia a los más ricos. Las reducciones consecutivas de impuestos aplicadas por el Gobierno, incluida la de 2003, supone que el Estado dejará de recaudar 10.000 millones de euros. Dinero que sería útil para otra serie de cuestiones y servicios.

EM.— Con relación al 1º de Mayo, ¿cuáles serán las principales reivindicaciones en las manifestaciones?

CM.— El elemento central del 1º de Mayo será el final de la guerra: “Por la paz y el empleo. No a la guerra”. Este 1º de Mayo seguirá la estela de las movilizaciones contra la guerra y también la del 10 de abril. El manifiesto contiene una crítica dura al comportamiento del Gobierno durante el último año, se acusa al Gobierno de ser un gran provocador de tensiones. Ha ido acumulando una tensión tras otra, primero el decretazo; no se habían terminado las movilizaciones cuando ocurrió la cuestión del Prestige y todavía sufrimos las consecuencias. Después llega la incorporación de Aznar a la declaración de guerra de las Azores.

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