Todos los esfuerzos del sector oficialista de CCOO en los últimos meses estuvieron dirigidos a cerrar a toda costa el ciclo de lucha abierto con la huelga general del 20 de junio de 2002, que tuvo su continuación en las movilizaciones contra la catásTodos los esfuerzos del sector oficialista de CCOO en los últimos meses estuvieron dirigidos a cerrar a toda costa el ciclo de lucha abierto con la huelga general del 20 de junio de 2002, que tuvo su continuación en las movilizaciones contra la catástrofe del Prestige y la guerra imperialista. El problema que tienen Fidalgo y los suyos es que un proceso así, una vez iniciado, tiene su propia dinámica, que no es totalmente controlable a voluntad de los líderes. Y además, intentar controlarla obliga a pagar un precio político que puede ser alto, como vimos con la posición de los oficialistas ante la huelga de dos horas del 10 de abril contra la guerra.

Además está la situación objetiva, es decir, las necesidades de la burguesía, que necesita imperiosamente atacar a la clase obrera para aumentar beneficios. Esto fue lo que llevó al 20-J y lo que volverá a plantear la necesidad de que el movimiento sindical dé respuestas contundentes a las nuevas agresiones que se preparan, entre las que el recorte de las pensiones está siendo un aspecto central, como estamos viendo en Austria, Francia o Alemania. No hay que olvidar que la reforma de las pensiones que propone ahora el primer ministro francés, Raffarin, es la misma que propuso su antecesor Juppé hace unos años, que cosechó tal contestación social que provocó el fin de su gobierno. No es que la burguesía francesa sea tonta, es que sólo puede mantener sus beneficios atacando nuestros niveles de vida. Por eso lo vuelven a intentar. El éxito del 20-J aplazó un nuevo recorte de las pensiones vía cálculo con toda la vida laboral, pero sólo lo aplazó. Cuándo volverán a plantearlo no se puede saber, pero que lo harán es seguro. Y para esa batalla hay que prepararse.

Esta imposibilidad material para mantener a largo plazo la paz social es el problema que tienen los oficialistas y lo que explica sus divisiones. Están sometidos a una doble presión: una presión por arriba, procedente de la burguesía y del gobierno, y otra por abajo, procedente del descontento acumulado por los trabajadores, que quieren una actuación más decidida en defensa de sus derechos. Por eso surgen entre ellos diferencias sobre el camino a seguir, por eso se produjo la ruptura entre Fidalgo y Rodolfo Benito.

Todo esto ya está empezando a ser motivo de debate en el seno del sindicato. El VIII Congreso Confederal, a celebrar en la primavera del año que viene, ya está abierto desde hace meses, y la celebración del congreso extraordinario de la federación de Administración Pública el próximo 10 de julio acelera aún más todo. El Sector Crítico, por tanto, tiene que preparar su estrategia.

Por un lado, está claro que la mayoría va a seguir con su política de exclusión y de giro a la derecha. El 10 de abril o su instrumentalización del incidente del 1º de Mayo en Madrid —no sólo para desprestigiar un ejemplo de lucha como el de Síntel, sino también para criminalizar a los que dentro de CCOO combatimos su modelo sindical de pactos y consensos— así lo demuestran.

Por otro lado, al sector de Rodolfo Benito le cuesta pasar de las palabras a los hechos, como se vio cuando se “arrugaron” ante las amenazas de CCOO de Madrid y desconvocó la huelga del 10 de abril, a pesar de que uniones regionales más pequeñas (como Asturias, Baleares y Rioja, en manos de los críticos) mantuvieron su convocatoria.

Por tanto, el Sector Crítico tiene que seguir actuando con su propio perfil y confiando sólo en sus propias fuerzas para la batalla por un giro sindical a la izquierda.

La influencia de todos los acontecimientos de los últimos meses determinará, en un momento dado, un cambio de actitud de los trabajadores hacia sus organizaciones. La posición de la mayoría ante el 10 de abril permite, mejor que en cualquier otro momento de los últimos ocho años, que los afiliados comprendan la auténtica naturaleza de la lucha que se vive dentro de CCOO, asuman que es una lucha para recuperar CCOO para el sindicalismo de clase, entiendan la necesidad de cambiar el estado de cosas dentro del sindicato.

La mejor manera de prepararse para el giro sindical a la izquierda es que los críticos aparezcamos de manera nítida e inconfundible defendiendo en la práctica un modelo sindical diferente al hoy mayoritario en la dirección de CCOO. Esto se consigue convocando, como se hizo, la huelga del 10 de abril o, ahora, organizando una campaña de ámbito estatal en solidaridad con Síntel, para recabar el apoyo de todo el movimiento obrero del Estado español con unos trabajadores que han sido abandonados por unos dirigentes sindicales que están muy lejos de un sindicalismo combativo, democrático y asambleario, que es el que hace falta para poder defender los intereses de nuestra clase en un contexto como el que vivimos de agudización de la ofensiva antiobrera por parte de la burguesía.

Xaquín García Sinde

Comisión Ejecutiva de CCOO · Galicia

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