Desde el día 9 de septiembre se ha iniciado la huelga general indefinida en el campo, en la provincia de Sevilla, convocada por las centrales sindicales CCOO y UGT.Desde el día 9 de septiembre se ha iniciado la huelga general indefinida en el campo, en la provincia de Sevilla, convocada por las centrales sindicales CCOO y UGT. Esta provincia sigue sin Convenio agrícola ante la oposición de la gran patronal olivarera que no acepta la subida salarial propuesta, y el resto de las mejoras que se quieren incluir en el convenio. Recordaremos que durante la campaña del melocotón, a principios de mayo se desconvocó la huelga por parte de CCOO y UGT al alcanzarse un acuerdo sectorial con ciertas empresas y representantes de frutas y hortalizas, pero este acuerdo no tiene rango de convenio pues no fue suscrito por la totalidad de las empresas de la provincia y, sobre todo, contó con la oposición de los grandes terratenientes del olivar que se negaron rotundamente a aceptar las subidas y mucho más a firmar el Convenio.

Es por ello que la convocatoria de huelga general se produce en estas fechas, con el comienzo del verdeo y la recogida de aceitunas.

La llamada a la lucha es, en tales circunstancias, totalmente correcta, pero persisten e incluso han aumentado las variables que pueden hacer peligrar el éxito de esta convocatoria, que no es otro, no lo olvidemos, que conseguir el máximo posible de aumento salarial y derechos laborales para los obreros agrícolas.

Unidad en la lucha

En primer lugar, las fuerzas de la clase obrera están divididas. El SOC (Sindicato de Obreros del Campo), que tiene sus propias reivindicaciones salariales que están por encima de las de la plataforma “oficial” de CCOO, UGT, no secunda la huelga y permanece al margen. No entraremos ahora sobre la justicia o la conveniencia de esta decisión. Esta división es un hecho fundamental y cualquiera que sean sus consecuencias serán muy negativas para las aspiraciones de los trabajadores. Digamos, en honor a la verdad, que las direcciones de CCOO y UGT no han pretendido en ningún momento llegar a un acuerdo con el SOC. Hemos asistido a los mismo prejuicios, ajenos al sindicalismo de clase, acerca de la falta de “representatividad” del SOC, que no son un sindicato “responsable”, etc., para justificar esta postura, añadiendo, además, el resentimiento creado por los enfrentamientos que se produjeron en mayo a raíz de la desconvocatoria de la huelga.

Esto, en realidad, refleja algo más profundo sobre la política y el modelo sindical que defienden, en la práctica, las actuales direcciones de CCOO y UGT. En este modelo, la movilización y la lucha ocupan un lugar accesorio, secundario frente a la negociación y el consenso en los órganos oficiales. Se defiende lo que se viene a llamar un “sindicalismo responsable” que sólo pide subidas y mejoras asumibles por los patronos y que está perfectamente engranado en el sistema, aceptando los límites que la legalidad burguesa y la patronal establecen.

Está claro que para este tipo de acuerdos y esta práctica sindical no se necesita la participación activa de los trabajadores y militantes, no se necesita elevar la conciencia de los trabajadores a través de asambleas democráticas de pueblos y de empresas, ya que de manera habitual las decisiones las toma una minoría dirigente.

Así, en la preparación de esta huelga, prácticamente no se han realizado asambleas informativas con los trabajadores en las poblaciones y los centros de trabajo, ni ha habido una comunicación de las direcciones provinciales a los representantes locales para que se organizaran asambleas. Allá donde se han producido, como en Villaverde, ha sido por iniciativa de los responsables locales. Y eso que estamos hablando de una prueba de enorme sacrificio para los jornaleros, como ya se ha comprobado en las anteriores huelgas en la aceituna, una huelga que puede durar un mes o más.

Pero parece que esta circunstancia no entra en los cálculos de algunos dirigentes de CCOO y UGT, para los que la huelga y la acción de los piquetes sólo tienen un valor intimidador, confiando su verdadera estrategia en la capacidad negociadora con los reaccionarios terratenientes del olivar y en llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes lo antes posible.

Por un Convenio digno

Sin duda, este acuerdo no debe ser otro que la firma de un Convenio del Campo que garantice unas mejoras reales para los trabajadores. Esto es muy importante y desde luego un paso adelante en el reconocimiento de alguno de nuestros derechos.

Sin embargo, la realidad del trabajo jornalero en el campo, tanto sevillano como andaluz, dista mucho de verse reflejada en los límites de los convenios. Gran parte del trabajo agrícola, sobre todo en la campaña de la aceituna, no se paga a jornal, como viene estipulado en el convenio por el que estamos luchando, sino a destajo. Es decir, el patrón obliga a los trabajadores a coger un número determinado de cajas o de kilos para pagar el salario que establece el convenio. Esto es cada vez más frecuente y el solo hecho de su existencia ya es razón más que suficiente para llamar a los trabajadores andaluces a levantarse por recuperar sus derechos. Desde las direcciones de CCOO y UGT no hay una respuesta a esta situación.

La lucha por un convenio digno y con mejoras sustanciales debería ser también la lucha por acabar con el trabajo a destajo.

Esta es la lucha y la movilización que se requiere en estos momentos. Nada de pactos ni de entendimientos por debajo de estos derechos. Y para conseguir una victoria que permita a los trabajadores imponer unas condiciones dignas de trabajo y unos salarios justos es indispensable la unidad de la clase trabajadora y de sus organizaciones; CCOO, UGT y SOC, con una plataforma reivindicativa conjunta, en la línea que hemos planteado, y con un plan de lucha conjunto. Esto es lo que, al día de hoy, lamentablemente no comprenden las direcciones de CCOO y UGT.

Santiago Jiménez Torres.

Responsable de CCOO

en Villaverde del Río

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