La huelga de Caballito ya pasa los once meses y es la huelga más larga en la historia de Euskal Herria. Los trabajadores jamás imaginaron algo así. Ellos empezaron con paros parciales para sacar adelante un buen convenio colectivo en unos momentos enLa huelga de Caballito ya pasa los once meses y es la huelga más larga en la historia de Euskal Herria. Los trabajadores jamás imaginaron algo así. Ellos empezaron con paros parciales para sacar adelante un buen convenio colectivo en unos momentos en los que la empresa tenía buenos beneficios.

Caballito iba a trasladar la fábrica a un nuevo polígono industrial invirtiendo 6.000 millones de las antiguas pesetas. Dicho traslado era resultado de un proceso de crecimiento que había permitido a una empresa mediana llegar a convertirse en líder mundial en la producción de discos abrasivos y otros productos para la construcción y la industria. Los trabajadores pensaban y con razón, que dicho crecimiento se había llevado a cabo a costa de sus huesos, músculos y tendones y tenían derecho a plantear un convenio decente y garantizar estabilidad en el empleo.

Sin embargo los planes de la dirección de la empresa iban más allá de modernizar las instalaciones y la maquinaria. Querían “modernizar” las relaciones laborales, adaptarse a los nuevos tiempos de empleo basura, precariedad y grandes beneficios.

El despido por supuestas razones “objetivas” de dos trabajadoras que no habían alcanzado sus niveles de producción en el 2003, una había estado de baja por maternidad y la otra por enfermedad, causó una profunda alarma e indignación a todos los trabajadores ya que implicaba la implantación del despido libre. Lejos de garantizarles el empleo y mejorar los salarios, la dirección de la empresa pretendía hacerla más y más rentable destruyendo las conquistas de los trabajadores, obligándoles a trabajar más horas por menos dinero y amenazándoles con el despido inmediato ante cualquier protesta.

Estos planes quedaron más en evidencia cuando la empresa, que había estado subcontratando actividades propias como almacenaje, anunció que sobraban 25 trabajadores. Esta actitud desafiante, prepotente y terriblemente injusta provocó el endurecimiento de la huelga por parte de los trabajadores. La patronal azuzó el conflicto despidiendo a otros cuatro trabajadores más en el desarrollo de la huelga. La patronal alavesa y vasca, la Ertzaintza (policía vasca) pateando y reprimiendo a los trabajadores y las instituciones gobernadas tanto por el PP como por el PNV hicieron un frente común. Ya no se luchaba contra la plantilla de Caballito. Ellos eran un referente para el conjunto de la clase obrera y había que machacarles para desbrozar el camino para ataques mucho más duros en los distintos sectores industriales como el convenio del metal, de la madera y en otras empresas donde los trabajadores estaban exigiendo mejoras salariales.

En el mes de abril, tras la vuelta de las vacaciones de Semana Santa, el ánimo de los trabajadores era el de buscar una solución y poner fin al conflicto. Se iniciaron negociaciones que parecían serias con la dirección alemana de la empresa. El propietario de la misma llegó a participar en una asamblea de trabajadores pero, lejos de promover un acuerdo o siquiera reconocer que el ascenso de la empresa se debía a su trabajo y buen hacer, les echó la bronca por poner en peligro el mantenimiento de la misma, se rió literalmente de ellos y eso lanzó la huelga a una nueva espiral. La empresa no garantizaba el empleo y esa era la batalla principal. Desde entonces sus declaraciones han sido incendiarias, apoyandose en el precedente de cómo se zanjó el conflicto de Mercedes Benz, donde la dirección de UGT firmó un pacto de eficacia limitada tras la amenaza de la empresa de cerrar la fábrica si no se aceptaban sus demandas.

Entonces la empresa amenazó con irse a Polonia y despedir a todos los huelguistas. “No nos interesa ninguno de ellos, que les pague ELA hasta la jubilación” declaró el gerente tras ocho meses de huelga. Con estas actitudes era difícil llegar a un acuerdo. Sin embargo tras la cadena de movilizaciones obreras de solidaridad con Caballito que se desataron en Vitoria en el mes de junio la empresa maniobró como lo habían hecho en Mercedes Benz, buscando un pacto en solitario con la UGT a pesar de que su representación entre los trabajadores era prácticamente simbólica, un delegado que hacía de esquirol y cuatro afiliados.

Una de las características del conflicto más importantes y que más ayudó a la huelga fue la unidad de acción en el seno del Comité de las distintas centrales sindicales ELA, LAB, UGT y USO. Esta unidad se rompió cuando el 3 de julio la UGT negoció por separado llegando a un preacuerdo con la dirección de la empresa. Los trabajadores rechazaron dicho preacuerdo porque entendían que eran las mismas propuestas de abril e interpretaron dicho preacuerdo como un intento de romper la huelga.

La actitud de la empresa desde entonces tratando de apuntar a los esquiroles al preacuerdo e insistiendo que no hay más oferta ha dejado este hecho en evidencia. Si la empresa hubiese querido de verdad buscar una salida a la huelga no estaría aguantándola dos meses más.

Lejos de ofrecer una solución a los trabajadores han contratado a una firma especializada, Ernst Young, para que elabore un plan industrial y diga cuantos trabajadores sobran. En definitiva siguen con la misma.

La lucha de los trabajadores de Caballito es la mejor muestra de la nueva época que estamos viviendo. Una época de agudización de la lucha entre las clases sociales.

Para que la clase trabajadora pueda avanzar, en lugar de retroceder, es necesario reclamar la unidad de acción de las distintas organizaciones obreras para luchar unidas.

Esto es lo que deberían estar haciendo los dirigentes sindicales, en lugar de pretender justificar sus errores, con acusaciones a los demás sindicatos.

Es vergonzoso que para la dirección de la UGT, la principal y única responsable de una huelga tan larga sea ELA en lugar de la dureza patronal. Por su parte la dirección de ELA debería utilizar todo el potencial que le permite el ser el sindicato más grande de Euskadi para unificar y generalizar las luchas en lugar de imponer a los demás sindicatos una lucha empresa a empresa. Es incomprensible que dirigiendo la lucha de Caballito y la de las educadoras de Educación Infantil no promueva la unidad en la movilización de ambos conflictos. La huelga de una hora antes del verano en Alava en solidaridad con Caballito y la huelga del metal que aglutinó a miles de trabajadores, sobre todo jóvenes, asustaron a la patronal y le hicieron daño no hay más que imaginarse las cadenas de producción paradas por el paro solidario de los trabajadores con más conciencia de clase en Mercedes, Daewoo y un largo etcétera y demuestran que ese es el camino: extender y unificar las luchas y avanzar hacia una huelga general de 24 horas en Euskadi para echar abajo la ofensiva patronal. ¿Cómo entender que la autodenominada “mayoría sindical vasca” que lanzó la huelga del 19 de junio del 2001, rompiendo la unidad de los trabajadores en todo el Estado que salieron el 20 contra los ataques del PP, no diesen posteriormente ninguna continuidad a esa lucha a pesar de que el PNV ha llevado la misma politica en Euskadi?

Aqui no se trata de “salvar Euskadi”, “salvar Galicia, Sevilla o Cádiz”. Las luchas de Caballito, del sector naval, del metal, de las educadoras de Educación Infantil, demuestran que hay que luchar unidos por encima de fronteras, que hacen falta sindicatos que unan orgánicamente a la clase obrera a niveles cada vez más amplios y que la lucha por mejorar nuestras condiciones de vida y de trabajo es hoy, más que nunca, la lucha contra el sistema capitalista que sólo nos garantiza más violencia y explotación. Es en definitiva la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

Eloy Val

Ezker Marxista · Gasteiz

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